Casi la mitad de la población del municipio de Moa, en la oriental provincia de Holguín, padece de enfermedades respiratorias agudas y tiene más probabilidades de morir de cáncer de pulmón que los residentes de otras áreas de la región, según denuncia una reciente investigación periodística.
La producción local de níquel reportó 141 millones de dólares de ganancias al gobierno cubano en 2017 –según datos del Observatorio de Complejidad Económica– y es responsable de expulsar a la atmósfera altas concentraciones de gases tóxicos que han terminado por dañar la salud de los vecinos del lugar, indica el reportaje publicado en el portal web Yucabyte en colaboración con la iniciativa periodística latinoamericana CONNECTAS.
Durante décadas, los pobladores de Moa han estado expuestos a las elevadas concentraciones de gases tóxicos en la atmósfera emitidos por la planta "Pedro Sotto Alba", que está operada por Moa Nickel S.A., una empresa mixta cubano-canadiense de explotación minera con participación de Sherritt International.
Todos los días se expulsa constantemente un humo gris y denso que contiene, entre otros gases, dióxido de azufre, sulfuro de hidrógeno y amoníaco. Un estudio del Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología (INHEM) publicado en 2011 por la revista Higiene y Sanidad Ambiental, concluyó que “las concentraciones de los contaminantes estudiados mostraron niveles de riesgo para la salud" en dos estaciones de monitoreo del municipio de Moa”.
Los autores utilizaron los datos recogidos en dos estaciones de monitoreo ambiental desde 2006 hasta 2009, las que registraron altos valores de concentración media diaria de dióxido de azufre y sulfuro de hidrógeno por cada metro cúbico de aire.
Durante el período analizado, hubo una concentración media diaria de 13.1 microgramos de dióxido de azufre y 50.8 microgramos de sulfuro de hidrógeno por cada metro cúbico de aire (m3). Según el estudio, la norma cubana establece 50 microgramos por día de dióxido de azufre y 8 de sulfuro de hidrógeno.
Antonio Gerardo Rojas, jefe del Servicio de Fisiología Pulmonar e Inhaloterapia del Antiguo Hospital Civil de Guadalajara Fray Antonio Alcalde, explicó en la investigación que, al ser las partículas de esos gases tan pequeñas, van directamente a las vías respiratorias. A la persona que esté un largo tiempo inhalando esas sustancias “lo primero que le produce es una inflamación, que se vuelve crónica. Se irrita la nariz, la garganta, luego los bronquios y otras regiones bronquiales de pequeño calibre, donde se lleva a cabo la respiración y producción de oxígeno”, dijo.
El reportaje incluye radiografías de residentes afectados por la contaminación del lugar.
“En los recién nacidos y durante la infancia en general, el desarrollo pulmonar está en crecimiento. Entonces ese aire contaminado puede provocarles daños en su vida adulta, como alergias o incluso asma”, añadió el experto.
Yucabyte también consultó el Anuario Estadístico de Moa de 2017, que registró, desde 2011 a 2016, un promedio de 35.001 personas con trastornos respiratorios agudos, cifra correspondiente al 47 % de la población del territorio.
Una de esas personas es Ybis Paumier, entrevistada en la investigación. Ella fue diagnosticada con una bronconeumonía bacteriana y una broncoectasia, una dilatación de los pulmones. “Es una enfermedad que no es curable pero se compensa. Y te puede traer la muerte si no te cuidas bien”, señaló.
Al observar la radiografía de Ybis, el doctor Rojas precisó que era una afectación crónica de una exposición prolongada. “Estamos hablando de años, de una persona que estuvo seriamente expuesta a sustancias contaminantes, que pudieron haber estado en el medioambiente, o donde trabaja”, detalló el especialista.
En opinión de Ybis, Moa le puede producir cáncer de pulmón a cualquiera, debido a los gases que se esparcen de las empresas niquelíferas.
“Porque, aquí entre nosotros, ¿cuántos trabajadores de la Che Guevara no han egresado con tuberculosis? Varios, porque yo trabajaba en el Combinado y yo sé. Y esos trabajadores de los hornos, que están tan directos a los gases, a esa contaminación, y que después no tienen una alimentación que les compense un poco eso… Pero las personas tienen necesidad de trabajar para vivir, para el día a día, para mantener a su familia, para mantener a sus hijos… a cambio de buscar su propia muerte. Porque eso es lo que buscan. Pero ¿qué vamos a hacer? Hay que trabajar. Es así”, lamentó.
Aunque la primera planta procesadora de níquel y cobalto de Moa la construyó una compañía norteamericana en 1956, su producción se intensificó a partir de la década de los 90, gracias a la inversión extranjera.
En 1994 la empresa cubana General Nickel Company S.A. y la canadiense Sherritt International Corporation, productora de níquel, gas, carbón y petróleo, fundaron la empresa mixta Moa Nickel S.A. con acciones divididas proporcionalmente.
Pero según el estudio de Yucabyte, en la negociación, Cuba le otorgó a la firma “un período de gracia de 10 años para cumplir con los requerimientos establecidos por las regulaciones de protección al medio ambiente actualmente vigentes en Cuba”.
En la práctica, ello significa un permiso legal para que una compañía con parte de su capital proveniente del extranjero pudiera contaminar hasta 2004.
Maité González, una trabajadora del servicio de salud del municipio, aseguró a la publicación que la radiografía de un residente en La Habana no puede ser igual a la de un moense.
“Estoy segura de que tú me enseñas una, la comparas con alguna de aquí, y se va a ver la diferencia. Tú le llevas una radiografía de aquí a un médico en La Habana y puede pensar que el paciente tiene una bronconeumonía. Lo pueden hasta ingresar”, recalcó.
González sustenta su afirmación, explicando que los pulmones de la población de Moa han “evolucionado”. Las paredes de sus bronquios son más gruesas para reducir el paso de las cargas contaminantes del aire. A mayor grosor, más se ven en una placa, en forma de ramificaciones blanquecinas.
“Es una reacción propia del organismo al medio ambiente”, advirtió.
El reportaje sobre la contaminación de Moa se suma a otros esfuerzos de la prensa independiente cubana que han alertado sobre desastres medioambientales ignorados por los medios oficiales y el gobierno de la isla. Recientemente una investigación de la reportera Mónica Baró Sánchez, publicado en el sitio digital Periodismo de Barrio, denunció los efectos por la contaminación con plomo en un barrio del municipio habanero de San Miguel del Padrón, sin respuesta de las autoridades cubanas. La investigación titulada "La sangre nunca fue amarilla" ganó el Premio Gabo de Periodismo 2019.
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