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Las ciudades se conforman por un grupo de elementos que definen su estructura, su funcionamiento y el modo en que los habitantes la percibimos. En el paisaje de La Habana un indicador gana cada vez más protagonismo, la basura.
En cada esquina un basurero
Desde el siglo XIX las esquinas de los barrios cubanos estaban especialmente reservadas para las bodegas, fondas, tiendas, bares y cantinas. Después del triunfo de la Revolución este uso comercial dejó de encajar en los principios del ordenamiento territorial socialista.
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Los negocios privados fueron intervenidos y la vida cultural de la esquina cambió, pero nadie se dio cuenta. Algunas bodegas resistieron el proceso de transformación y se mantienen abiertas hasta hoy, solo que cada vez las visitan más bichos y menos clientes.
Sí, muchas esquinas de La Habana se han convertido en nidos de ratas, mosquitos, cucarachas y caracoles africanos. La esquina dejó de ser una zona de intercambio económico y comenzó a convertirse en ese espacio vacío que es el lugar ideal para dejar la porquería.
El arbolado no soportó tanto abono
Los parterres habaneros que otrora lucían un esbelto arbolado hoy carecen de este elemento tan importante en la estructuración del paisaje urbano. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde están los árboles tan necesarios en la ciudad?
Los árboles, como organismos vivos que son, enferman, envejecen y mueren. Por eso existen en las grandes urbes del mundo programas de reforestación y gestión del arbolado urbano. La Habana desatendió este trabajo durante décadas.
La población taló a diestra y siniestra cuanta mata le molestó en los parterres y en su lugar plantaron cactus para espantar a los muchachos que juegan pelota. Los pocos árboles que resisten están casi siempre llenos de desechos, mientras los vecinos alegan “eso es abono”.
¿Abono o abandono?
La higiene de La Habana ha sido más de una vez abandonada a su suerte. Las acciones de recogida de basura y la gestión de las áreas verdes del espacio público fueron subvaloradas y dejaron un espacio vacío que silenciosamente ocupó la basura.
La recogen una y otra vez, pero las montañas de desechos vuelven a crecer de la noche a la mañana, en el mismo lugar donde no debería ser. ¿Por qué? Pues porque ese espacio perdió su papel en el diseño urbano original, es un vacío inútil.
El cambio en el modo de ordenar el territorio desdeñó el trabajo de generaciones de arquitectos y urbanistas que planearon una ciudad diferente. La Habana se detuvo desde el punto de vista constructivo, pero su población no dejó de crecer y de generar residuos.
Mala gestión de empresas estatales
La Empresa de Servicios Comunales es la encargada de gestionar la recogida de basura que generan dos millones de ciudadanos, de velar por la protección del arbolado y cuidar la gestión de espacios públicos, entre otras muchas cosas. Trabajar en este sector durante décadas ha sido la última carta de la baraja.
En una entrevista realizada hace ya algunos años, un antiguo directivo me confesó las vicisitudes para conseguir el equipamiento elemental para que los empleados pudieran cumplir sus funciones. Era imposible, por ejemplo, adquirir guantes de trabajo.
Han trabajado bajo la continua reducción del presupuesto sin hacer inversiones imprescindibles como comprar podadoras para mantener el césped de las áreas verdes, o machetes para podar del arbolado o escobas para la limpieza. Los trabajadores han tenido que comprar, incluso, sus propias herramientas en algunas etapas.
A esto se suma un reducido parque de camiones y la carencia de combustible para la recogida de la basura. Un desastre total que es visible por toda la ciudad, excepto en aquellos barrios favorecidos por tener importantes vías de circulación.
Basura y paisaje
La basura está presente de un modo u otro en todo paisaje habanero. Hemos, incluso, vendido la idílica imagen de las ruinas habitadas y hemos llegado a reírnos cuando un turista posa maravillado a las puertas de una ciudadela en La Habana Vieja.
No es una gracia, ni hay poesía en las ruinas de la ciudad desecha. La higiene es un tema que atañe a todos y sin una gestión efectiva del Estado en la recogida de la basura en La Habana, este elemento terminará devorando silenciosamente el paisaje urbano.
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