A la ciudad de Santiago de Cuba le sobran páginas de su historia para enorgullecer no solo a un hijo nacido en esta tierra caliente, sino al que se sienta cubano, sin importar donde esté. Sin embargo, no todas ellas se rememoran en las escuelas o en las tediosas y precocinadas agendas mediáticas.
Santiago de Cuba no es solamente 30 de noviembre, 26 de julio, o 1ro de enero, es más que la Gran Piedra, el Cobre, el Morro, el Cementerio Patrimonial Santa Ifigenia o el Cuartel Moncada, hay en esta ciudad valores, casi invisibles o al menos bastante desconocidos por muchos, y que sin embargo son igual de importante o incluso más en algunos casos.
El patrimonio religioso de Santiago de Cuba es más que El Cobre o la Catedral, más que la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba, o el Museo Arquidiocesano “Monseñor Enrique Pérez Serantes”. Poco reflejado, al menos por los medios de prensa estatales, este acervo tiene en el territorio, entre otros elementos, un conjunto de templos coloniales con valores excepcionales y cuyo estado de conservación amerita miradas piadosas y mayores gestiones.
Las iglesias Santísima Trinidad, Nuestra Señora del Carmen, San Francisco de Asís, Santo Tomás, Santa Lucía, y otras edificaciones más, la mayoría ubicadas en el centro histórico de la ciudad de Santiago de Cuba y también en otros asentamientos urbanos, forman según los especialistas un conjunto de edificios extraordinarios por su arquitectura, por contener numerosas obras de arte, además son elementos fundamentales en el desarrollo de la trama urbana y testigos de hechos históricos muy importantes.
Son, además, reflejo de un arte de origen colonial, algo nuevo en la urbe cuando fueron edificadas, y de la fuerte personalidad de la ciudad de Santiago de Cuba, detalle que las hace sobresalir de sus similares en otras antiguas villas de la Isla y que convierte este conjunto de templos en un patrimonio que solamente existe aquí en la Ciudad Héroe.
Santiago de Cuba es gente, calles, historia… también templos coloniales.
Cuando uno baja la loma de San Francisco identificará, inequívocamente, la iglesia de igual nombre a lo lejos, que sobresale entre edificaciones descoloridas y enternece por su estado constructivo tan lamentable; en el paseo en lancha, ese que lleva a los viajeros por uno de los recorridos marineros más hermosos que pueda imaginar, también en la distancia se observa el templo de Cayo Granma, consagrado exclusivamente a San Rafael –se dice que único en el área del Caribe, al menos único en Cuba– y punto más alto de ese islote; en el privilegiado entorno del Parque Céspedes está la imponente catedral, con su elegante y sobria combinación de gris y blanco, y es uno de los símbolos de Santiago de Cuba y testigo de innumerables hechos, entre ellos la historia de piratas y corsarios en la antigua colonia.
La ciudad de Santiago de Cuba, con sus montañas y mar, con su relieve ondulante tiene dentro de su trama y visualidad los templos coloniales, y justamente esa particularidad de mimetizarse con su entorno, es una de los rasgos singulares de este conjunto de iglesias del centro histórico, a decir de los especialistas, porque “es una arquitectura que dialoga e incorpora el paisaje”.
Esta característica se traduce en edificaciones donde desde sus ventanas, puertas, atrios, corredores… se divisa el paisaje, las calles y su vida cotidiana, las escenas marineras, el mar y las montañas, el relieve escalonado de la urbe anfiteatro.
Estas iglesias, igual que el resto de la arquitectura desarrollada en Santiago de Cuba, se adapta a la topografía del relieve, apoyándose en el terreno con modificaciones bastante imperceptibles.
Por eso parece que los templos coloniales dialogan con el suelo, ascienden desde la bahía hasta lo alto de las colinas, y mediante escalinatas, se convierten en atalayas dentro de la ciudad, aportando a esa singularidad de urbe mirador, original forma de adaptación que es, según los entendidos, algo genuino y peculiar de esta arquitectura santiaguera.
La llamada “tierra caliente” lo es por la temperatura, la intensidad del sol y también por el alto grado de humedad, de ahí que sus construcciones asuman dichas singularidades y le den solución, a este y también al problema de los sismos, habituales por estos lares.
De esa realidad no escapan los templos coloniales que con puntales altos, igual que los vanos de puertas y ventanas, óculos expresamente diseñados para ventilación adicional, los patios y las galerías interiores para crear un agradable microclima y el escalonamiento de las construcciones para el aprovechamiento de las refrescantes brisas, fueron parte de la solución al calor.
Los movimientos telúricos de Santiago de Cuba sorprendieron a los más avezados constructores. Las técnicas españolas sufrieron en la isla caribeña el impacto de los frecuentes sismos. Se impuso entonces el uso de materiales criollos, una singularidad que es, quizás, la principal responsable que hoy muchas de estas iglesias aún hoy estén en pie.
Se trata de una sencilla y eficaz solución: el cuje, que es la utilización de la madera como estructura portante y que tiene en Santiago de Cuba numerosos exponentes.
Por último, los templos coloniales de Santiago de Cuba son un excepcional exponente del uso del estilo mudéjar, con adaptaciones propias, que lo hacen diferente al proveniente de España y del que se empleó en el resto de las colonias en América.
Los templos coloniales santiagueros, un patrimonio en peligro
El mes de septiembre tiene especial significado para los cubanos, creyentes o no, en especial el día ocho, pues es el jubileo por la aparición de la Virgen de la Caridad del Cobre. Las iglesias católicas de la ciudad de Ciudad Héroe abren sus puertas para todo aquel que quiera profesar su fe y pedirle a la Patrona de Cuba.
La iglesia de Santo Tomás es una de ellas, y a pesar de sus paredes y columnas que se deshacen, un piso levantado que no oculta las vigas de maderas corroídas por el tiempo y la desidia, continúa cobijando a objetos que son, cuando menos, reliquias inestimables.
Ahí está la antigua Virgen de la Caridad, conocida como La Mambisa o Virgen Peregrina, pues recorrió todas las poblaciones del país en 1952 y 2012, el pendón de varias centurias cuyos viejos hilos casi se deshace con la mirada, la vieja enseña nacional que se comenta fue confeccionada por las hijas del General Rabí y que cuando se fija uno bien ve que en vez de estrella solitaria tiene la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre.
Entre las viejas estructuras de mudéjar y un techo que pide a gritos la mano del hombre, muchos años atrás, vio bautizar a uno de los santiagueros más grandes: Antonio Maceo. También se asegura que por sus viejos bancos pasaron todas las generaciones de santiagueros, entre ellas la mayor parte de los generales de las gestas independentistas.
Es la iglesia de Santo Tomás una de las más modestas y sencillas, y una de las más importantes. También es, lamentablemente, una de las más deterioradas.
En similar estado está la de San Francisco, una enorme edificación, entre las más grandes de su tipo en la provincia, donde el tiempo y la desidia a duras penas han dejado en pie sus antiguas estructuras.
Es que no todos los templos coloniales de Santiago de Cuba son la catedral, cuyo estatus de símbolo sobrepasaba el estado deplorable de su vieja estructura de madera. No todas tienen la misma suerte de aunar el esfuerzo de todas las entidades en torno a la idea de su recuperación. No todas logran reconciliar al Estado con la iglesia católica.
Los templos coloniales de la ciudad de Santiago de Cuba tienen un inestimable valor que algunos especialistas consideran, incluso, que bien podrían ostentar la categoría de Patrimonio de la Humanidad, o al menos, ayudar a que el maltrecho centro histórico de la urbe sí alcance tal distinción.
El que estas iglesias lograran ser reconocidas como un bien patrimonial de la humanidad ayudaría considerablemente a conservar tal riqueza material que hoy se ve seriamente en peligro debido a su fragilidad, a las condiciones económicas de Cuba y a los recurrentes desastres naturales.
No son pocos los casos en que rescatar un edificio antiguo resulta hasta más costoso que construir uno nuevo. Quizás por eso, y porque la historia ha demostrado que los diálogos entre iglesia católica y estado no son los que mejor fluyen, es que los templos coloniales de la ciudad han llegado a un estado que hoy hace llorar a un hijo rellollo de esta provincia.
Quizás incluirlos en alguna especie de circuitos turísticos, mover más la opinión pública entorno a los valores históricos y culturales de estas edificaciones, podrían ser caminos por los cuáles se ayudaría a preservar y buscar proyectos que ayuden a cuidar este legado.
Proyectos para ser conservados existen, también el reconocimiento de su importancia y valor, por eso en 2016 la World Monuments Fund incluyó 12 iglesias de Santiago de Cuba (ocho urbanas y cuatro de otras locaciones de la provincia), con sus plazas, en el programa World Monument Watch, para promocionar este patrimonio y de ahí lograr algún financiamiento para ser protegido.
Sin embargo, estos templos aún hoy esperan que las manos de las generaciones actuales trabajen para conservar un legado que para muchos trasciende, incluso, las fronteras nacionales.
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