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Si una edificación en el oriente de Cuba justifica que se le dediquen palabras y frases grandilocuentes esa es la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.
Mayor inmueble de madera del país (hasta el 80 por ciento de su estructura), primada catedral de Cuba, primera edificación de su tipo construida en la nación para ser usada como catedral, y alberga, además, la pintura más antigua que se conserva en todo el archipiélago (el Santo Ecce Homo), nació aquí la música cubana con Esteban Salas y en su interior reposan los restos Francisco de Paula Barnada y Aguilar, primer Arzobispo cubano. También, actualmente en reparación, contiene el Museo Arquidiocesano, único de arte religioso que existe en toda la isla.
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También, se dice que ostenta el récord de ser la edificación que más veces se ha reconstruido y remodelado en Santiago de Cuba y que es de los pocos inmuebles en el mundo que dedicado a la religión católica se encuentra en un segundo nivel, encima de locales de comercio.
De esto último, no tengo confirmación pero amerita reflexionar pues, aunque no fuera cierto, forma parte de la cultura popular que se ha tejido a su alrededor. No obstante, sí es real que esa modificación, en la última reconstrucción de la catedral (1916-1922), provocó gran controversia popular porque la edificación descansaba en una sólida y pétrea estructura, que era antes el cementerio. Cuando se decide ahuecar, imposible hacer con pico y pala, se realizó con explosiones, que provocaban que salieran disparados los huesos. Sin dudas, un horror en esa época, un verdadero escándalo, que reflejó la prensa de ese entonces.
Desde 1524 están enterrados aquí los restos de Diego Velázquez, fundador de las primeras siete villas coloniales españolas en Cuba. Este es uno de los grandes misterios no solo de la edificación, sino de la ciudad en sí. Durante las labores de la cuarta remodelación se halló la lápida, pero jamás ni historiadores ni arqueólogos han encontrado las pruebas que aseguran que permanecen enterrados sus huesos o que estos fueron trasladados. Develar ese misterio casi requeriría echar abajo el inmueble, una de las joyas del patrimonio ecléctico cubano. El enigma, no parece que encontrará sosiego.
Su imagen es, sin dudas, símbolo de Santiago de Cuba. Más allá de su evidente vínculo religioso, acelera el corazón de quienes orgullosamente dicen ser hijos de esta urbe. No importan el credo, afiliación política o latitud geográfica donde se viva, es este un lugar que evoca los más bellos y nobles sentimientos de amor por la «tierra caliente». Ver su fachada trae la nostalgia a cualquiera y esa sensación de pecho oprimido.
Dicen que desde su atrio se observa el fresco citadino más rico y vivo de toda la ciudad.
El Parque Céspedes, con el ir y venir de la gente trabajadora, el placer de quienes se comunican por la Wifi con sus familiares en el extranjero, el de los músicos callejeros que hasta saltan sobre un pie por un CUC, los niños que desandan de un lado al otro, de jóvenes que enamoran en los bancos y construyen los más hermosos recuerdos, la señora muy anciana que vende maní y usa un hermoso sombrero con la bandera cubana, el joven que imita a Polo Montañez, o aquellos que trasnochan casi todos los días, conversando o jineteando, y que también forman parte del cuadro...
Pero es desde el mirador de la catedral donde más hermosa luce la ciudad. Quien supera el miedo al angosto camino y a la propia altura, puede estar seguro que tendrá la dicha de una de las visuales más hermosas de la antigua villa colonial. Desde aquí luce increíble el corazón de Santiago de Cuba, con su imagen ecléctica, visiones únicas y casi desconocidas de las emblemáticas edificaciones que custodian el parque Céspedes. También, desde ese sitio, la urbe no esconde los encantos que la hacen famosa: su relación con el mar, las montañas su relieve ondulante...
La catedral santiaguera, más que testigo y protagonista de la historia de varios siglos, ha experimentado en carne propia los avatares de la antigua villa colonial, luego de haber sido reconstruida cuatro veces, pero siempre en el mismo sitio. Víctima de terremotos, incendios, ataques de corsarios... debe su imagen actual al escultor principal de la imagen moderna de Santiago de Cuba: el Arq. Carlos Segrera.
Este hombre, precursor del estilo ecléctico, estilizó las torres, agregó elementos clásicos a la fachada, colocó el ángel de mármol y ordenó que se colocara las imágenes de Cristóbal Colón y del padre Bartolomé de Las Casas.
Sin embargo, mantuvo intacta la parte posterior. No importan las razones, yo prefiero pensar que lo hizo para recordar a todos que si una edificación ha sido testigo del paso de los años, es precisamente la catedral.
Por dos años y cuatro meses, la singular edificación vivió el ajetreo de quienes se empeñaban en dejar atrás la imagen opacada y deslucida que provocó el tiempo y quizás la desidia. Hoy, encima del amarillo, uno de los símbolos citadinos luce su color gris que otorga, para muchos, elegancia, sobriedad y un lugar protagónico en el corazón de Santiago de Cuba. Estamos hablando del que algunos consideran la edificación más fotografiada de la llamada «Capital del Caribe».
No son pocos los que afirman que el arcángel Gabriel que corona la catedral, una especie de protección, es el equivalente de la Giraldilla para el habanero. Sobreviviente del terremoto de 1932, cuando perdió una de sus alas, las cicatrices son casi imperceptibles al transeúnte. Al pasar muchos lo miran, pero se descubren diferentes emociones según sea el lugar desde donde se observe. Ladeada su cabeza, mirando al mar, ofrece su mejor rostro a quien deja atrás la bahía, por la calle Heredia, para acceder al corazón de Santiago de Cuba.
Si por fuera esta edificación sorprende, dentro enternece. El falso techo adornado invita a la fe católica. Las creaciones de Luis Desangles recrean pasajes bíblicos. El artista también decoró el techo. Además, 15 cuadros de obras pictóricas de la "Crucifixión de Cristo" describen detalladamente los sucesos.
Símbolos bíblicos por doquier, ángeles, imágenes de los apóstoles, se descubren a San Gregorio Magno, San Agustín, San Ambrosio y San Jerónimo… en el techo la imagen de la inmaculada, creaciones que muestran la llegada de Santiago Apóstol, el Martirio de Santiago y la aparición de Santiago en Zaragoza, también la despedida a los Apóstoles y la Vocación de Santiago.
Desde el atrio de la catedral, el Papa Francisco bendijo la ciudad y sus habitantes, el 22 de septiembre de 2015, pocos días después de celebrar la antigua villa su medio milenio de fundada. Hecho que para algunos tuvo una connotación especial para los siglos venideros.
La catedral de Santiago de Cuba quemada, destruida, saqueada, amada, fotografiada, admirada… es, quizás, el símbolo indiscutible de la ciudad. Para algunos lo es, aun cuando se vincula a la religión católica en un país tradicionalmente laico y en una urbe que es considerada la «Cuna de la Revolución».
Pensar en otra cosa que evoque más ese sentimiento de ser santiaguero, creo que resulta imposible de hacer. Al menos yo no encuentro ninguna otra edificación que evoque más ese palpitar.
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