Vídeos relacionados:
No es nuevo para ningún cubano, que durante 60 años, el castrismo ha manipulado a su sibilina conveniencia la memoria de los héroes patrios, mutilando sus biografías, tergiversando sus palabras y esmerilando sus defectos humanos, cuando no le acomodaban al discurso oficial.
Martí quizás ha sido el más damnificado, pero no ha sido el único; de hecho, ha salido bastante mejor parado que otros próceres, ignorados después por el discurso oficialista, que ha silenciando sus obras y destruido los lugares que los recordaban.
Lo más leído hoy:
Navegando en las aguas borrascosas de Twitter, encuentro una publicación del presidente títere de la Isla, que me ha tocado la moral.
Díaz-Canel, en su línea servil al viejo rey vivo, y parafraseando al muerto, se ha arrancado a celebrar a bombo y platillo el 114 Aniversario del fallecimiento de Máximo Gómez, con la consabida ceremonia militar, y una de esas frases pancarteras que podrían servir lo mismo para Máximo, que para cuando muera Alicia Alonso:
“Nuestro homenaje al hijo insigne y entrañable del pueblo cubano en el 114 aniversario de su fallecimiento. Máximo Gómez es uno de los héroes más queridos de las luchas cubanas por la independencia. Fidel lo consideró un cubano por derecho”. Y a otra cosa mariposa.
Ha sido un mal día para leer su tweet, porque aún andaba yo calentito después de ver el estado deplorable en que se encuentra la vivienda que ocupó Gómez hasta su muerte, en la esquina vedadeña de 5ta y D, en la Habana. Fue su último domicilio tras la guerra, y donde finalmente murió de septicemia a los 69 años, pobre y defenestrado, el 17 de junio de 1905.
Su casa es hoy un edificio en ruinas, lleno de desconchados, grietas y humedades, olvidado por las instituciones y maltratado por el intemperismo y la desidia de esa revolución que se ha cargado buena parte del patrimonio arquitectónico de la Isla.
El abandono alcanzó, incluso, a su busto macrocefálico, roto y ennegrecido en medio de las ruinas del jardín abandonado de lo que fue su domicilio. Según me cuentan, la imagen de piedra del dominicano sobrevivió algún tiempo al desastre, hasta que un día desapareció. Hoy solo queda el tosco basamento de hormigón que sostenía la testa de cemento del extinto líder.
Pero Miguelito se limpia el pecho con unas cuantas palabras simples y vacías, dichas por cumplir, porque mañana olvidará rápidamente a Máximo, como ha hecho la revolución con su casa y su imagen de piedra durante medio siglo.
Ha sido más de lo que mi conciencia de patriota y cubano ha podido aguantar. Por eso me he dado el gusto de escribirle, entre todos los tweets de sus aplaudidores serviles, uno que le recuerde que no somos tontos, y que no nos tragamos su homenaje de palo a un hombre que lo superaba en todo, y de cuya memoria no se ha ocupado jamás él, ni su tutor político agonizante, ni el perverso dinosaurio occiso.
Gómez fue castigado por el castrismo, minimizando su imagen en las aulas. No debió ser plato de buen gusto para la dictadura, que alertara al pueblo cubano sobre la conveniencia de no elegir “ministros ni administradores que alfombren sus casas y usen carrozas mientras las espigas no maduren en los campos de la Patria”. Sus palabras parecen haberlo condenado al ostracismo en los libros de Historia de la revolución.
Probablemente mi tweet no sobreviva en la publicación del presidente ni 24 horas. Por eso he tenido la precaución de dejar constancia, pantallazo mediante, para que quede impreso para siempre en la memoria del mandatario marioneta, y en las de sus vasallos.
No se honra a los grandes hombres de la Patria sólo en los aniversarios de sus muertes o de sus nacimientos. Es menester hacerlo siempre, y sobre todo, si el homenaje pasa por algo tan sencillo como conservar las casas que habitaron. Es lo menos que podemos hacer, para compensar en alguna medida lo que les adeudamos.
¿Cómo se entiende que pudiera levantarse -a costa de Liborio- un protestódromo antimperialista al costo de dos millones de dólares, para demolerlo unos años después, mientras se cae a trozos La Habana, y con ella la casa de Máximo Gómez, sin que haya una miserable lata de pintura que contribuya a su conservación? Incongruencia máxima.
Probablemente Gómez, conocedor profundo de la naturaleza humana y víctima de sus miserias, preveía el futuro que le depararía la Historia en esa Cuba que hizo suya, pero que finalmente lo enterraría en el olvido. Se lo dijo a su amigo Martí cuando el Poeta lo conminó a arrimar el hombro para empezar la Guerra Necesaria: “No tengo más remuneración que ofrecerle, que el placer del sacrificio y la ingratitud probable de los hombres”.
El Apóstol, sabedor de su valor y consciente de su brillante trayectoria, dejó para la posteridad la frase que mejor lo define: "Ha sabido ser grande en la guerra y digno en la paz".
Y es dignidad lo que le falta presidente títere, que hoy interpreta en Twitter la última de sus hipócritas pantomimas, para conmemorar el aniversario de su muerte a la manera de Birán.
A otro perro con ese hueso.
Archivado en:
Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.