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La Habana acaba de acoger un exclusivo y fastuoso picnic internacional con cerca de 500 invitados como parte de los festejos por el quinto centenario de la capital cubana. Se trata de la reconocida cena Le Dîner en Blanc, el banquete itinerante que desde 1988 convoca el francés François Pasquier alrededor del mundo.
La cita del pasado sábado ocupó los jardines del Hotel Nacional y no pudo ser más espléndida. Comensales de diversos países, todos vestidos de blanco como es requisito, compartieron manjares, champán y amistad tras abonar unos $70 dólares. Había también algunos cubanos en el convite, lo que viene muy bien para reforzar la imagen de Cuba como escenario de normalidad.
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Oponerse a la realización de Le Dîner en Blanc en Cuba parecería a primera vista una insensatez provinciana. En realidad se trata de un evento que sitúa a La Habana en el mapa de más de 80 ciudades privilegiadas con la celebración y abre oportunidades para la promoción del turismo, una prioridad para la desmejorada economía de la isla.
Sin embargo, el significado de este jolgorio tiene otro trasfondo altamente sensible para los cubanos de a pie y los rumbos de una sociedad que aleja cada vez más sus aspiraciones igualitarias.
Por muy amistoso y humanista que sea el mensaje de los participantes en Le Dîner en Blanc, su celebración no deja de tener un carácter de élite. Es otro de los hitos en el calendario de una Cuba de glamour y exquisitez que emerge a espaldas de la realidad empobrecida del país. La Cuba para vender crea una ilusión de estabilidad y bonanza que nada tiene que ver con el otro rostro de la nación, marginado en la dura sobrevivencia cotidiana.
Por muy amistoso y humanista que sea el mensaje de los participantes en Le Dîner en Blanc, su celebración no deja de tener un carácter de élite. Es otro de los hitos en el calendario de una Cuba de glamour y exquisitez que emerge a espaldas de la realidad empobrecida del país
La lógica es la misma para Le Dîner en Blanc que para el Festival del Habano o el desfile de Chanel en el Prado habanero: soñar es el consuelo que queda para una mayoría de la población con salario promedio de $30 dólares mensuales. La sociedad cubana se estratifica a pasos agigantados y solo una casta de favorecidos puede acceder a los privativos sucesos de moda. Un sector social con mayor poder adquisitivo hace ostensible la diferencia y agranda la brecha de oportunidades entre unos ciudadanos y otros.
La sociedad cubana se estratifica a pasos agigantados y solo una casta de favorecidos puede acceder a los privativos sucesos de moda
Pero el festín de blanco en el Hotel Nacional ocurrió también en un momento inoportuno para exhibir opulencias y bondades gastronómicas.
Desde finales del pasado año el país está bajo los efectos de un creciente desabastecimiento de productos esenciales en la canasta básica. Las carencias se han multiplicado en cadena y afectan también a los mercados y tiendas en moneda convertible. Las colas para adquirir pan o huevos recuerdan las peores etapas de escasez, y la incertidumbre comienza a taladrar el sentimiento de la calle.
Aunque la promoción de Le Dîner en Blanc fue escasa por los medios estatales, la sola mención de un evento con profusión culinaria resulta ciertamente perturbadora en medio de la precariedad de alimentos esenciales que golpea a la población.
La sola mención de un evento con profusión culinaria resulta ciertamente perturbadora en medio de la precariedad de alimentos esenciales que golpea a la población
Por cierto, la celebración estuvo organizada por la franquicia francesa Le Dîner en Blanc, el Ministerio de Turismo y la Agencia de Turismo Cultural Paradiso, que dirige Lis Cuesta Peraza, la esposa del presidente Miguel Díaz-Canel.
La propia agencia Paradiso fue la encargada de organizar el Gastrocult Cuba 2019, que el pasado enero realizó el primer encuentro-taller académico para profesionales, estudiantes, artistas y amantes de la culinaria en el lujoso Hotel Iberostar Grand Packard de La Habana. Gastrocult incluyó degustaciones de café chocolates, rones y quesos cubanos y ya anunció una segunda ronda para el 2020.
Las autoridades cubanas deberían pensarlo mejor a la hora de auspiciar eventos con un impacto en la sensibilidad popular.
Tanto el menú de Le Dîner en Blanc como las demostraciones culinarias de Gastrocult son bocados demasiado lacerantes cuando soplan aires de restricciones económicas y el fantasma del "período especial" empieza a gravitar sobre la isla, con un incierto panorama sobre el futuro de los suministros petroleros de Venezuela.
Pero no ha habido solo deslices culinarios durante el mandato de Díaz-Canel. El pasado 28 de enero, a pocas horas del paso de un devastador tornado por La Habana, la élite gubernamental con Raúl Castro a la cabeza, emprendió la Marcha de las Antorchas en franco desafío del sentido común que indicaba suspender una movilización de fines propagandísticos, considerando la magnitud de la tragedia ocurrida la víspera.
Y el gobierno cubano sabe que se avecinan retos cruciales que no se resuelven con desfiles ni publicidad turística.
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