Criar macaos: el recurso de los pescadores cubanos 'desesperados'

“No creo que maltrate a los animales. Fui profesor de física y me gusta cuidar la flora y la fauna, pero lamentablemente desde que daba clases, antes de jubilarme, tenía que hacer esto por mi familia. Solo uso los macaos por necesidad y porque son abundantes en Cuba"

Pescador cubano enseña un macao © CiberCuba / José Roberto Loo Vázquez
Pescador cubano enseña un macao Foto © CiberCuba / José Roberto Loo Vázquez

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Este artículo es de hace 5 años

En Cuba existen varios tipos de pescadores: están los que se insolan los fines de semana divirtiéndose en la múcara con amigos y botella de ron en mano, quienes están contratados por empresas estatales, aquellos que tienen recursos para hacer inmersiones profundas y cuentan con patentes o no, pero también hay un grupo muy interesante que son los que desde el “diente de perro”, acompañados solo de su vara, carnadas, anzuelos, comida y bebidas, tratan de sacar aquellos peces que son el sostén de su hogar. Estos últimos son los desesperados.

El pescador desesperado, por ponerle un nombre, disfruta lo que hace, pero a diferencia de otros, tiene en su espalda la responsabilidad de llevar algo de proteína a la mesa de su familia. Mientras los demás se entusiasman y se conforman con la actividad de la pesca en sí, este no puede darse el lujo de desperdiciar una captura, por muy pequeña que sea, pues lo que no sirve de filete, adereza una sopa.


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Pero esta es una actividad desgastante: levantarse temprano, batallar con el transporte, con inspectores, y también otros pescadores, noches en vela, el desprecio de la naturaleza que a veces se ensaña con ellos, la mala noche, los mosquitos, una posible neumonía por el sereno… para al final, una recompensa que no suele ser agradecida.

“Por eso hay que buscar la forma de no desgastarse tanto”, comenta Ramón, un pescador de la zona de Flores, cerca del Centro de la Ciudad, un vecino que las personas saben que cuando no está en casa, está luchando la comida en las orillas de las costas de Baconao.

“La carnada es importante para la pesca, por Cayo Granma venden las latas de anchoas, pero no me puedo dar el lujo de ir hasta allá y menos pagar, tampoco puedo comprar pescado para hacerlo carnada y no saber si pescaré algo o no. Sería irónico comprar pescado para pescar. Son lujos que no me puedo dar, para mí, como para mucha gente, esto no es entretenimiento, gran parte de lo que coma mi gente depende de lo que yo pesque”, asegura.

Fue entonces que escuchó que por la zona de la playa Aguadores existía un matrimonio que vendía el galón de macaos vivos a 30 o 40 pesos, excelente carnada para coger peces como el loro, de muy sabrosa carne y también abundante en las costas.

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“Pero tenía el mismo problema: no puedo pagar dinero cuando no lo tengo para comprar comida. Alguien me comentó que un macao o makey podía estar hasta un mes vivo, guardado en una bolsa de tela, y que había gente que los mantenía con comida y agua en sus casas. Me dije para mí, que no puedo pagar por la carnada, que esa era la solución ideal”, añade.

Fue así que encontró respuesta a su plegaria de tener carnada, en el macao, una especie de crustáceo en extremo abundante en las costas, buena para los anzuelos de diferentes tamaños y peces que habitualmente están cerca de las orillas. El único inconveniente era mantenerlos con vida.

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“Empecé a probar. El arroz no es bueno, tiene mucha grasa. El pan tampoco es lo mejor. Me fijé que era común verlos entre los deshechos de las casas, se meten ahí en la noche y cuando los sorprende la luz del día uno los ve en las cáscaras, por ejemplo. Fue así que me di cuenta que ellos comen bien las cáscaras de plátano, las hiervas, hojas de plátano y uva, y sobre todo la borra de café, les encanta. Solo es suficiente una limpieza diaria y echarle esas cosas, más nada”, sentencia.

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Los macaos, a medida que crecen, migran de casa o caracola. Es habitual encontrarlos en las conchas de cobos y siguas. Son tan abundantes en las costas que desde siempre los niños han jugado con ellos. Incluso a decena de kilómetros de las orillas del mar puede uno encontrarlos, raro, pero ha pasado.

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“No creo que maltrate a los animales. Fui profesor de física y me gusta cuidar la flora y la fauna, pero lamentablemente desde que daba clases, antes de jubilarme, tenía que hacer esto por mi familia. Solo uso los macaos por necesidad y porque son abundantes en Cuba. Desde el inicio de la historia de la humanidad la pesca siempre ha sido una actividad que el hombre hizo para subsistir. Siempre que lo haga así no irrespeto a la naturaleza ni los seres vivos.

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"No irrespeto a los macaos, no los uso como diversión ni por la banalidad de tenerlos, están en mi azotea, en una caja plástica, porque los necesito para comer. Así de simple. Es caro el hilo de pescar, los anzuelos, ni hablar de las varas y de los inspectores, muchos contras, pues al menos la carnada la garantizo… te repito, todo es por mi familia, ella vale cualquier sacrificio”, puntualiza Ramón.

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Un día sí y otro no, o a veces cada dos, se le ve a Ramón, desde tarde noche, ir a sus sitios habituales de pesca. Ropas raídas, vara de pescar guardada en secciones, una mochila desteñida con comida y agua y un jolongo lleno de macaos delatan su actividad.

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Posiblemente es uno de los pocos cubanos que ha logrado tener en su casa un macao con vida por más de tres meses. Como buen cubano, es un inventor y un luchador, lo que se dice un hijo genuino de la inventiva cuando los tiempos se ponen difíciles.

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José Roberto Loo Vázquez

Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.


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