Cuando el reloj marca las cinco en punto de la mañana, Enrique se dirige casi automáticamente a la panadería, ubicada en el reparto Antonio Maceo, Veguita de Galo, donde ya esperan unas cuantas personas que al igual que él compran pan para luego revenderlo en varios puntos de la ciudad de Santiago de Cuba.
Tras varias horas esperando a las afueras del establecimiento, un empleado quien salía quitándose restos de harina de la cara, comienza a llamar uno a uno a las personas que aguardaban pacientemente su turno, como si se tratara de una agenda cronometrada y precisa.
Cada cual entra con uno o varios sacos de nylon, y luego de unos minutos salen surtidos de pan por el fondo de la panadería, con pasos rápidos y sin mirar atrás, caminan desapareciendo entre los edificios y las casas circundantes.
Después de haber pasado cinco personas, por fin le toca el turno Enrique, quien apresurado se levanta y entra al establecimiento, mientras saca algunas bolsas de nylon, minutos más tarde al igual que el resto de sus colegas, también sale, pero notándosela un cierto enrojecimiento en su cara y refunfuñando exclamó: ¡Ustedes no son fácil, cada vez dan menos, esto es tremenda basura y no da para nada!
La razón del enojo repentino, se da lugar en la cantidad de pan que esta vez los trabajadores le vendieron, ya que la escasez de harina e incluso de aceite en las panaderías estatales, han mermado de manera considerable la producción diaria de dichos centros, que ha escasas, logran producir para los revendedores y para un mínimo número de la población.
Inconvenientes que han surgido de manera continua y sin dar tregua para que Enrique, ya jubilado, se busque “unos pesos de más”, como el mismo describe.
“Desde que empezó a escasear la harina y el aceite al finalizar el año pasado, todo se ha puesto malo con lo del pan, antes resolvía 200 o 300 panes cada mañana, pero desde que empezó el año solo consigo 150 cuando más, y valga que tengo algunos amigos en la panadería, que me lo resuelven a duras penas”, reseña el vendedor.
El costo del pan en las panaderías estatales oscila en los 0.50 CUP y los revendedores posteriormente lo venden a la población en 1.00 CUP, la unidad, teniendo en cuenta esto, Enrique solo obtiene 75.00 CUP (equivalente a 3.00 USD) de ganancia en los 150 panes que logra vender diariamente.
Una ganancia a la cual se le resta, los impuestos a pagar a la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT), por las diferentes patentes que amparan a los vendedores, en muchos casos Panadero-Dulcero, aunque no existe ninguna, consolidada sobre la actividad de revendedor de pan y las altas multas impuestas por supuestas infracciones.
“Cuando te paran los inspectores en la calle, te preguntan de donde proviene el pan y si no es producido por uno mismo, te piden factura y claro como en ninguna panadería te dan esos papeles, ellos te multan con 1500 pesos o te quitan el pan, aunque casi siempre prefieren poner la multa, para dejarte en cero y quitarte lo que uno gana en el mes”, criticó por otra parte Guillermo, vendedor de pan en el reparto Luis Dagnées.
Los comerciantes de pan ahora parecieran desterrados de sus funciones. Muchos han abandonado el negocio porque, a pesar de ser el sustento propio y familiar, el temor a salir de sus casas con una jaba de pan se hace presente ante la fuerte persecución policial que enfrentan. Conjuntamente con las pocas producciones de las panaderías en la urbe santiaguera, propiciadas por la escasez, una epidemia que ha dejado sin fuerza hasta los más saludables negocios en la oriental provincia.
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