Varios documentales y reportajes se han hecho preguntándose las razones del cierre del Teatro Musical de La Habana, a inicios de los ochenta, o principios de los noventa, (hay contradicciones sobre la fecha exacta) y ninguno ha llegado a una conclusión o explicación terminante.
El caso es que así, bruscamente, se clausuró la sala de Consulado y Virtudes y se cortó una tradición de teatro vernáculo y musical que se remontaba, en La Habana, a los inicios del siglo XX, porque el teatro se inauguró en 1900, con la compañía del Teatro Alhambra, que estuvo actuando durante 35 años hasta el derrumbe, y luego funcionó como teatro y cine bajo el nombre de Teatro Alkázar.
Después de 1959 fue nuevamente remozado y en 1962 abrió sus puertas como Teatro Musical de La Habana, que durante algo más de una década sirvió de sede al colectivo escénico homónimo. Entonces se mostraron obras internacionales, principalmente norteamericanas, como Irma la Dulce y Tía Meim, junto con creaciones nacionales que le daban continuidad al teatro vernáculo como Mi solar, Pato Macho o Los siete pecados capitales.
En esa etapa trabajaron en la compañía figuras del prestigio de Humberto Arenal, Tony Taño, Jesús Gregorio, Héctor Quintero, Alberto Alonso, Tomás Morales, y el mexicano Alfonso Arau, de posterior fama cinematográfica. Pero el llamado Quinquenio gris, en 1971, acabó con esta primera etapa debido a la parametración de los homosexuales, el antimperialismo que llegó a negar las virtudes del arte norteamericano, y el rechazo a lo vernacular como decadente y burgués.
A mediados de 1978, el Teatro Musical fue reconstituido con dos salas, la grande (850 espectadores) y el salón Alhambra (con capacidad para 80 o 100 espectadores) y pasó a tener su sede fija en Consulado y Virtudes. La dirección general fue encomendada a Héctor Quintero, quien incursionó con la compañía, según declaró posteriormente, “en los diferentes estilos del teatro musical, tal y como podemos considerar comedias, dramas y revistas musicales, piezas del teatro vernáculo cubano, variedades, zarzuelas, óperas rock, recitales, conciertos y muestras unipersonales”.
Entre los espectáculos que mayor éxito tuvieron se contaron La Fornés en el Musical, Decamerón, Esto no tiene nombre, Mi bella dama y La verdadera historia de Pedro Navaja, entre otros. En esta segunda etapa trabajaron Alicia Bustamante, Zenia Marabal, Nelson Dorr, Mario Aguirre, Tomás Morales, Gladys González, Zoa Fernández y José Milián, quien abandonó la compañía y fundó luego Pequeño Teatro de La Habana, que continuó, por un tiempo, la tradición de lo musical.
En 1988, Quintero dejó la dirección general del grupo. Un año después, el teatro fue cerrado temporalmente por los bomberos, debido a un problema en la instalación eléctrica, y nunca más abrió sus puertas. Ahora es un basurero denigrante, un oprobio a la historia cultural de la ciudad que muy pronto celebrará 500 años de fundada.
¿Qué opinas?
COMENTARArchivado en: