De vez en cuando salta a la prensa cubana la noticia de algún fruto o tubérculo de grandes dimensiones en la Isla. Hace poco menos de un año, un mamey matancero de 9 libras despertó el asombro y abrió el apetito. Sin embargo, ahora ha sido una sugerente yuca ―cosechada en Granma y con 35 libras de peso― la que ha conquistado miradas, y hasta sonrisas y comentarios pícaros por su singular forma.
Según destaca el diario local La Demajagua, fue el joven cuentapropista Yordi Daniel Fonseca Tamayo quien el pasado miércoles se dio el lujo de desfilar junto a cientos de clientes potenciales con la yuca gigante, lo que desde luego llamó la atención y animó a los compradores en torno a su puesto de venta, ubicado en las inmediaciones del hospital de Manzanillo.
El citado medio destaca que una vez que el vendedor ambulante se estableció, el efecto llamado de la yuca no se hizo esperar, y es que con más de un metro de largo, no fueron pocos los clientes que se acercaban solo a preguntar por el origen del tubérculo o su precio.
El joven cuentapropista ha explicado que la compró en el municipio Pilón a un campesino de apellido “Santano”, quien le habría dicho que suelen cosechar yucas todavía más grandes que esa, y explicó que las tierras de ese municipio granmense son muy “fértiles”.
Le llaman “yuca bala”, y el vendedor ambulante ha confesado que en realidad no la venderá, sino que la cocinará y la comerá en familia, pero explica que no pudo resistirse a enseñarla, lo que desde luego le habrá beneficiado en la venta de otros producto de su carretilla.
Existe el antecedente, en enero de 2014, que reportaba la cosecha en Matanzas de una yuca de 1.30 metros de largo y más de 15 kilos de peso, cosechada por una campesina en el patio de su casa.
A comienzos del año 2010, en Cienfuegos se cosechó una yuca de casi dos metros de largo y más de 8 kilos de peso. En septiembre de 2013, en Camagüey, hubo noticias de otro ejemplar de más de 9 kilogramos y 131 centímetros de largo. En cada caso, a lo largo y ancho del país, pocos pudieron reprimirse una frase inevitable en estos casos: "¡Qué clase de yuca!".
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