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En Cuba hacer regalos se han convertido en una forma moderna de “resolver”, una especie de soborno disfrazado de buenas intenciones pero que abre cualquier puerta.
No es algo nuevo, de hecho, por años se ha practicado, pero en la actualidad se ha entronizado, se traspasa como un hábito, se educa a las personas en él y se ha salido del tradicional “obsequio” que se le hacía a los médicos.
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Agradecer al galeno con un obsequio por la buena atención brindada, es una práctica que por décadas se practicó en Cuba. Cuentan las abuelas que las personas humildes tenían la costumbre de dar las gracias acompañadas de algunos productos que obtenían de la tierra.
Sin embargo, lo que ha pasado con los años es que ha dejado de ser un “agradecimiento” para convertirse en una forma de “conseguir”, y más aún difícil de creer, es una manera de garantizarse, además, un buen servicio.
“Antes solo llevaba café, ahora es café, pan, refresco… y hasta tupper con comida. Mi reumatólogo tiene un espacio en su consulta, una pequeña mesita donde acumula los regalos del día. Si eres la última persona te das cuenta de que la gente le regala de todo. Al final se va con una bolsa plástica bien cargadita” cuenta Elena.
“Para el día de los padres, de las madres y fechas así, como los cumpleaños, si es tu médico de cabecera, como se dice, tienes que hacer un buen regalo, perfumes, una pierna de cerdo, cosas así”, añade Elena.
El problema no es el regalo de agradecimiento, sino el que se necesita para garantizarse la atención. Ese es el que constituye una flagrante falta de ética.
“A mi abuela le hicieron una operación en el seno. El médico que la operó vive al doblar de la casa. La primera vez que necesité hacerle una consulta postoperatoria a duras penas me miró a la cara. La segunda, llegué con una jaba cargada de viandas y vegetales. Más de 200 pesos. Se la di primero, antes de decirle a ver si podía verle el seno. Fue todo un amor, y eso que estaba mirando un partido de fútbol”, explica Saimara.
“Y te cuento más. Estuve en consulta de infertilidad, necesitaba un examen para constatar que no había problema con parásitos. La primera vez me atendió una técnica que ni era la que hacía esos análisis y me dijo que no había reactivos. Le dije una pequeña mentira, que si me resolvía le traía una comida especial de la paladar de mi novio. La comida era cierta, la paladar era mentira. Cuando volví, hasta me confesó que ella tenía un pomo de reactivos guardados para sus amistades. Cuando haces un regalo, la gente no corre, vuela”, finaliza Saimara.
Cuando haces un regalo, la gente no corre, vuela
La salud en Cuba es gratis, pero cuesta. Y eso está claro. Le cuesta al Estado los recursos, pero también al bolsillo de los pacientes cuando necesitan garantizarse una buena atención, si no…
“Tengo un amigo que ese sí no transa. En su casa alquilan varias habitaciones y no tiene necesidad. Por eso es que no acepta sobornos, regalos sí, pero sobornos no. Tengo otro que es especialista por pasatiempo, pues realmente vende piezas de computadoras. Ese también ejerce por vocación y no necesita que le regalen nada. Y para ser justos, conozco a una doctora que es un amor, le lleves o no algo. Pero la verdad es que hoy todos los médicos te dicen “para qué te molestaste, no tenías que hacerlo”, y antes de terminar la frase, ya están cogiendo el regalo, esa es la verdad”, puntualiza Elena.
Hoy todos los médicos te dicen “para qué te molestaste, no tenías que hacerlo”, y antes de terminar la frase, ya están cogiendo el regalo, esa es la verdad
Muchos ubican la génesis de este mal en la carencia, en la necesidad y los bajos salarios. Habría que indagar si cuando 'está afuera' un médico cubano obraría igual, si fuera así, no sería algo temporal, y más bien sería de formación.
Pero lo cierto es que bajos salarios, carencia y necesidad tienen todos, por tanto, no es justificación. Una cosa es regalo para dar gracias y otro para resolver. Y en todo caso, una buena atención no debería, en modo alguno, depender de los obsequios.
Una cosa es regalo para dar gracias y otro para resolver. Y en todo caso, una buena atención no debería, en modo alguno, depender de los obsequios
Pero el mal no es solo en la salud. Basta con ver cómo regresa un profesor el día del educador.
“Te lo piden a la cara, eso lo tengo comprobado con mis dos hijos. Con el chiquito, cuando un profesor te pedía algo, más si sabe que en tu casa alquilas o viajas por ser músico, te lo piden, y uno dice, 'mejor garantizar que te atienda al muchacho pues detrás viene el hermano y ese puede ser el mismo profesor'. A veces te dicen, en tono de lamento, que la situación está dura, que tienen un niño, y que tú sabes cómo es eso, y me dan ganas de hacerle como a los que piden dinero en la calle 'dime qué quieres y déjame la muela', y al final es tu hijo y uno por ellos hace de todo, hasta caer en eso”, comenta Claudia.
Su esposo añade “y lo peor es que uno tiene su moral y sus principios, pero cuando de la nota de tu hijo depende la carrera que pueda coger, y ves que tienes en el aula un alumno bruto cuyo padre es administrador de un restaurante y ese saca mejor nota que el tuyo, te hace preguntarte cómo, bueno en realidad sabes cuál es la vía, y caes en lo mismo. Al final los obligo a estudiar y ni les comento nada… si hasta el cartero te recuerda cuando es su día para que le hagas un regalo, sino ya tu sabes, te quedaste sin la suscripción jejejeje”.
Regalos como sobornos son habituales en salud y educación. ¿Y en la vivienda, en la ONAT, al policía que te retira las multas, a los inspectores? La respuesta es obvia.
Regalos como sobornos son habituales en salud y educación. ¿Y en la vivienda, en la ONAT, al policía que te retira las multas, los inspectores? La respuesta es obvia
Lo más preocupante del mal, es lo habitual que puede convertirse en nuestras vidas, cuando le abrimos las puertas de las casas y hasta educamos a los pequeños en la cultura del soborno disfrazado y justificado, algo así como una mentira piadosa.
Y lo peor, es que todos lo hacemos o todos participamos, o al menos nos hacemos de la vista gorda. Nadie escapa pues la moral se vuelve tan flexible como aquellos caramelos que de antaño llamábamos “tira y jala”.
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