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No sé cómo, haciendo webing he caído en un chat de comentarios de Cubaencuentro. Como quería liberar toxinas, me animé a comentar la razón, no tan extraña, de que el Apóstol, fuera despojado de su ejemplaridad para los niños, en beneficio de Ernesto Guevara.
Lamento mucho haber perdido una crónica que escribí hace años sobre el día a día de Pepe en New York. En ella contaba cómo sus amigas cercanas aparecían sin avisar en su casa, cuando regresaban de compras, porque a Martí le encantaba oler la ropa nueva.
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A su amiga Carmen Freixas le pidió ver el vestido de novia antes de que lo usara en la boda, y les puso sobrenombres a todas sus prendas de ropa de futura casada. Martí era un ídolo para sus admiradoras, y no estrictamente en el sentido sexual, aunque exista la erótica del intelecto.
Pepe tenía una sensibilidad tan poética y sofisticada como su prosa.
No hubo otro mártir de nuestra patria chica, tan cercano a los niños. No solo escribió para ellos, sino que los trataba de forma casi maternal. Su extraordinario encanto para los infantes no pasó inadvertido para sus madres, sus amigas y compañeras de exilio en La Gran Manzana. En muchas ocasiones les sirvió de niñera, se quedaba con sus hijos, les contaba cuentos, les hacía dibujos y les recitaba poemas de su inspiración. Martí era como el amigo gay inteligente y servicial que hoy tiene cualquier chica, pero en heterosexual.
Sin embargo, siendo nuestro más grande prócer y supuesto ejemplo para todos los cubanos, Fidel estableció como patrón moral y cívico para los niños, a un argentino asesino, que estuvo poco y mal al lado de sus propios hijos, y cuya trayectoria es justamente el ejemplo a no seguir.
Pero los niños cubanos dicen, "Seremos como el Ché".
Y entonces, en el chat de Cubaencuentro, una cubana de allende los mares, desde la Isla, me explica el motivo de tamaña afrenta al Apóstol. Una respuesta incontestable:
"Seremos como Martí, no tiene ritmo y queda más cheo".
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