Carta del periodista Maykel González Vivero a la Fiscalía de Guantánamo tras su detención en Baracoa

El periodista independiente cubano, Maykel González Vivero, ha publicado en Facebook una carta en la que da detalles sobre su detención en Baracoa.

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Este artículo es de hace 8 años

Los episodios que se acumulan en los últimos meses en materia de periodismo y de periodistas en Cuba ya va dando para un volumen sobre el tema.

Mientras todavía está abierto el capítulo del periodista José Ramírez Pantoja ―despedido de Radio Holguín en julio por publicar en su blog unas declaraciones de la subdirectora de Granma― ahora se suman nuevos incidentes, que traen en su esencia una verdad: el periodismo en Cuba está coartado por todas partes.


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El huracán Matthew despertó la sensibilidad y el ansia de colaboración de muchos sectores de la sociedad cubana, incluido el periodismo independiente, motivo por el cual diversos periodistas se desplazaron a la zona con el fin de ayudar y de hacer su labor.

Nos hacíamos eco ayer de que el periodista cubano Maykel González Vivero, conocido por su reciente despido de Radio Sagua por colaborar con medios independientes, había sido detenido en Baracoa.

La noticia fue dada a conocer a Diario de Cuba por la propia madre de Maykel. En el día de hoy, el periodista ha publicado en su perfil de Facebook una carta, dirigida a la Fiscalía de Guantánamo, en la que da detalles de lo que le ha sucedido en las últimas horas, además de otras reflexiones que expresan sorpresa ante lo ocurrido.

A continuación publicamos, íntegramente, el contenido de la carta.

Guantánamo, 13 de octubre de 2016

A: Fiscalía, Guantánamo.

Estimados fiscales,

Me dirijo a ustedes para denunciar la irregularidad de los procedimientos usados conmigo por la policía de Baracoa entre el 9 y el 12 de este mes, cuando me retuvieron en los calabozos de ese municipio guantanamero en circunstancias que se presentan como violaciones de derechos ciudadanos.

Llegué a Baracoa el viernes 7 de octubre con el propósito de ofrecer cobertura periodística desde una perspectiva comunitaria, a veces individual, tras el paso del huracán Matthew. Sentí que faltaba esa indagación. Creí, como muchos baracoenses, que valía la pena contarlo con el concurso de las voces de la gente.

Entrevistaba a la presidenta de un CDR en el barrio de La Playa (ya esbozaba todo un reportaje sobre ese consejo popular) cuando me interrumpieron tres sujetos que se identificaron como oficiales de la contrainteligencia cubana.

El teniente coronel Ricardo Leiva (así dijo llamarse el jefe) me pidió que les acompañara a la unidad policial. Aclaró que yo no estaba detenido. En cualquier caso, accedí a ir con ellos. Esta actitud mía de colaboración se mantuvo durante los próximos días, incluso cuando sentí que mis derechos eran vulnerados y se me lastimaba deliberadamente.

Después de un interrogatorio más o menos largo, decidieron detenerme en los calabozos de Baracoa sin ninguna acusación, por simple “interés de la Seguridad del Estado”. A partir de ahí se acentuó la violación de mis derechos, como se verá, hasta que fui liberado después del mediodía del miércoles 12 de octubre.

Fiscales, el ejercicio del periodismo no está regulado en Cuba. Por eso mismo, ninguna modalidad se halla prohibida, a ningún profesional cubano puede impedirse la producción y difusión de un material comunicativo. Este derecho está reconocido incluso por la constitución y ampara a todos los ciudadanos. Los ataques contra los periodistas, el impedimento del trabajo periodístico, deben asumirse como graves. A ustedes toca examinar, también, cómo estos hechos ponen en peligro la credibilidad del país ante las instancias de Naciones Unidas que se ocupan de la libertad de expresión.

En Baracoa se me “fabricó” un delito: Actividad económica ilícita. Lo mismo que si vendiera mangos o ron de contrabando. Acusa un policía que nunca vi, el Jefe de Sector de La Playa. Este delito ad hoc fue declarado muchas horas después de mi detención.
Además de ilegal, la reclusión también fue cruel. Los calabozos de Baracoa carecen de las condiciones mínimas de higiene: baños sucios, insectos, humedad. Se me prohibía usar el jabón antes de algunas de las comidas. Me mantuvieron casi dos días con la misma ropa que llevaba en el momento de la detención, sin artículos de aseo.

Pude ver a los médicos, dos veces, y eso en lugar de significar un alivio implicó el agravamiento del estrés. Un carcelero me impidió usar el cepillo de dientes y a estas alturas ya las encías sangraban por falta de cepillado. Dijo: “Solo se usa en la mañana y en la noche”. El último médico que acudió a examinarme me iluminó con una linterna del otro lado de la reja, no me hizo un examen físico, se limitó a recetarme unas tabletas antibióticas tras unas diarreas. Pedí ir al hospital y no accedieron a conducirme hasta allá.
Las circunstancias del calabozo de Baracoa remiten a las nociones internacionales de tortura. Anduve ciego en el calabozo, incluso tras el aislamiento: soy miope con bastantes dioptrías y no recuperé mis lentes hasta salir de la prisión. Se añade la tortura psicológica: nunca se me permitió la comunicación con mi familia durante las setenta y dos horas de detención, tampoco se consintió que viera al instructor, aunque un letrero establecía que podíamos entrevistarnos en cualquier momento.

Fiscales, el colofón de estas violaciones fue el decomiso de una computadora, una cámara fotográfica y una memoria usb. Adquirí estos artículos legalmente y puedo probarlo. Solicito su devolución. Demando, además, el respeto a la integridad de los contenidos almacenados, que representan el trabajo de muchos años.

Esta experiencia cuenta entre las peores que he tenido. Carezco de antecedentes penales. No conocí, hasta ahora, el rigor de un calabozo. Para colmo todo se produjo en un contexto jurídicamente insostenible.

Aguardo por la respuesta de ustedes y por su profesionalidad. Que se restablezca la legalidad.

Atentamente,

Maykel González Vivero

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Judith Moris

Redactora en CiberCuba. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de La Habana, y Máster por la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha sido profesora en la UH e investigadora en la UAB, y redactora/editora de la editorial Teide


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Judith Moris

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