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Discurso del canciller cubano Felipe Pérez Roque en Ginebra

Intervención de Felipe Pérez Roque, Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, pronunciada en el Segmento de Alto Nivel de la Séptima Sesión del Consejo de Derechos Humanos.

Felipe Pérez Roque © Wikipedia
Felipe Pérez Roque Foto © Wikipedia

Este artículo es de hace 16 años

Excelencias: Hablo a nombre de Cuba, el país que sufre el bloqueo más largo y cruel de la historia; el pequeño país insurrecto, al que amenazan con “un cambio de régimen”, al que no perdonan su hidalguía y entereza. Que Cuba sea miembro fundador de este Consejo, es prueba de que, al final, la razón vence a la fuerza, la defensa de los principios derrota al poder y al dinero. Prueba que no se puede engañar a todo el mundo, todo el tiempo. Durante el año 2007 concluimos, en lo esencial, la construcción institucional del Consejo de Derechos Humanos. Fue la victoria de nuestra mayoría –el Movimiento de Países No Alineados en particular- sobre el muy exiguo grupo de países– algún que otro poderoso- que conspiró hasta el último minuto para frustrar el proceso. Fue el resultado de un delicado equilibrio, todos lo sabemos. Cuando en diciembre de 2007, la Asamblea General de Naciones Unidas adoptaba, a partir de la acción del Movimiento de Países No Alineados, la Resolución 62/219, que aprobó la construcción institucional del Consejo de Derechos Humanos, los que batallamos durante años, seguros de que era posible e imprescindible crear un nuevo órgano que sustituyera a la desprestigiada Comisión de Derechos Humanos, vimos por fin recompensados nuestra paciencia y nuestros serios y honestos esfuerzos. Así llegamos hasta el día de hoy. Y ahora cabría preguntarnos, ¿está ya asegurado que el nuevo Consejo será distinto de la vieja Comisión? ¿Será realmente un órgano que contribuya a la promoción y protección de todos los derechos humanos para todos los habitantes del planeta? No, realmente no puede asegurarse todavía. Es ahora cuando el Consejo enfrentará la verdadera prueba de fuego. La legitimidad del Consejo dependerá, en medida importante, de cómo termine funcionando el Mecanismo de Examen Periódico Universal. No bastará con que todos los países queden sujetos al novedoso mecanismo. El Consejo deberá funcionar en el más estricto respeto a los principios de objetividad, imparcialidad y no selectividad. De lo contrario, será un rotundo fracaso. Si las conclusiones y recomendaciones terminan dependiendo del poderío e influencia de cada país, el Consejo repetirá los mismos errores que hicieron estallar por los aires a la vieja Comisión. Si se erige, otra vez, en tribunal para juzgar a los países del Sur, en instrumento para agredir a los que se rebelan, mientras mira hacia otro lado cuando se trata de violaciones de derechos humanos cometidas por un país poderoso, el Consejo fracasará estruendosamente. Y habrá sido peor, pues será otra vez la antigua Comisión de Derechos Humanos ahora con un falso ropaje de supuesta universalidad. ¿Aquellos países poderosos, que impusieron a la Comisión de Derechos Humanos sus intereses mezquinos y su visión, están dispuestos ahora a rectificar? Esa es la pregunta que ellos tendrán que responder con hechos, no con palabras. El Consejo de Derechos Humanos debe demostrar ahora que es realmente un órgano diferente, basado en la cooperación y el diálogo respetuoso, sin selectividades ni imposiciones. Un órgano que contribuya verdaderamente, desde el respeto pleno a la independencia de cada país, a la promoción y protección de los derechos humanos en todo el mundo. A los hipercríticos, a los que han estado atacando despiadadamente al Consejo porque perdieron sus antiguos fueros y privilegios, a los que no han comprendido que el mundo está cambiando y que los pueblos han dicho basta y han echado a andar, a Estados Unidos y a algún que otro “escéptico”, les aconsejo humildad y reflexión. Hacer fracasar el trabajo del Consejo será una enorme responsabilidad que tendrían que asumir ante la historia. Señores delegados: El Movimiento de Países No Alineados, que se constituyó en un actor clave en el proceso de construcción institucional, defiende la necesidad del Consejo de Derechos Humanos. El Consejo debe existir y debe, además, actuar. Mientras se amenace con bombardear a 60 o más países, a los que se les llama con desprecio “oscuros rincones del planeta”, este Consejo de Derechos Humanos debe existir y actuar. Mientras cinco luchadores antiterroristas cubanos estén sometidos a 10 años ya de injusta y cruel prisión en cárceles norteamericanas, este Consejo de Derechos Humanos debe existir y actuar. Mientras alguien defienda la asfixia como un método legítimo para arrancar confesiones, este Consejo de Derechos Humanos debe existir y actuar. Mientras se continúe secuestrando a personas en cualquier parte, se organicen vuelos clandestinos para trasladarlos y se les confine en campos de concentración, en pleno siglo XXI, este Consejo de Derechos Humanos debe existir y actuar. Mientras el heroico pueblo palestino no tenga su propio Estado y no ejerza sus derechos, este Consejo de Derechos Humanos debe existir y actuar. Mientras en el mundo persista la injusticia y la desigualdad, mientras suframos cada día con la existencia de casi 900 millones de hambrientos, 800 millones de analfabetos, 11 millones de niños muertos antes de cumplir 5 años y 600 mil mujeres pobres muertas en el parto, este Consejo de Derechos Humanos debe existir y actuar. Mientras el derecho al desarrollo sea una quimera para más de 100 países, mientras 1600 millones de personas no conozcan todavía la electricidad, mientras persista este orden económico y político internacional injusto y excluyente, este Consejo de Derechos Humanos debe existir y actuar. Señores delegados: Pero el año 2007 fue también el de la histórica victoria de Cuba, disfrutada y celebrada también por todos los que admiran la firmeza y la honestidad con la que nuestro país ha enfrentado y enfrenta todavía la mentira y la manipulación mediática. Tras veinte largos años de “pelea cubana contra los demonios”, el Consejo de Derechos Humanos puso fin al injusto y selectivo ejercicio que Estados Unidos concibió e impuso como pretexto para legitimar su agresión contra nuestra Patria. Y he aquí el balance de esta desigual contienda: Cuba, la acusada, convertida en miembro fundador del Consejo, presidiendo el Movimiento de Países No Alineados y trabajando constructivamente por consolidar el Consejo. Estados Unidos, nuestro acusador, convertido en un “Estado fallido” en la materia; responsable de los más graves crímenes y violaciones de los derechos humanos; enemigo del nuevo Consejo, porque no ha podido manipularlo ni controlarlo. Aquí lo vemos, sin rumbo ni autoridad, dando tumbos, garante siempre de las peores causas, defendiendo la tortura, administrando cárceles secretas, organizando vuelos clandestinos. Así ha terminado, por ahora, esta batalla: con la victoria rotunda del pequeño David -grande en su dignidad- contra el gigante Goliat, poderoso con sus armas nucleares y sus amenazantes guerras preventivas, pero pequeño en la autoridad moral y el respeto internacional, que es el tesoro mayor a que pueda aspirar un país. Así también derrotaremos un día el bloqueo criminal que se nos impone para intentar rendirnos por hambre y enfermedades. Y ahora, y sólo ahora, vencedores del chantaje y la mentira, los cubanos hacemos por voluntad propia, de manera independiente y soberana, lo que no se nos pudo, ni se podrá nunca, arrancar como concesiones. Por eso ahora y no antes, hemos invitado otra vez a un Relator del Consejo y, si persiste el clima constructivo que hoy prevalece y no se reanuda la campaña contra Cuba, en el futuro invitaremos a otros. Por eso ahora y no antes, hemos firmado los Pactos Internacionales de Derechos Humanos. Por eso ahora y no antes, nos disponemos a trabajar seriamente para presentarnos en el 2009 al Mecanismo de Examen Periódico Universal. Cuba reitera hoy su voluntad de cooperar con los trabajos del Consejo, de cooperar con los mecanismos de derechos humanos de carácter universal, no discriminatorios y con base en el más estricto respeto a nuestra soberanía. Reitera también su inclaudicable decisión de enfrentar cualquier nuevo intento de instalar en el Consejo la selectividad, la politización, los dobles raseros y la hipocresía. Señores delegados: Sobre Cuba, mi Patria, unas palabras. Acaba de concluir en nuestro país el proceso electoral que, acorde con nuestra Constitución y nuestras leyes, comenzó el pasado mes de septiembre. Ha sido un genuino referéndum, en el que pueblo ha apoyado masivamente a la Revolución y al socialismo en nuestro país. Fueron elegidas, por voto secreto y directo, las autoridades locales y la Asamblea Nacional. El Presidente Bush llamó al pueblo cubano a no asistir a las urnas y, sin embargo, casi el 97 por ciento de los más de 8 millones de electores inscritos votó. Veremos si en las próximas elecciones de Estados Unidos se igualan esos resultados. El Presidente Bush llamó a los cubanos a votar en blanco. Lo hizo menos del 4 por ciento de los votantes. Instó a los cubanos a no votar por todos los candidatos propuestos, tal y como lo solicitaba la Revolución, y el 91 por ciento de los votantes apoyó, libre y conscientemente, al total de los candidatos propuestos por la Revolución. Ha sido una extraordinaria victoria política, que no ha podido ser ocultada ni tergiversada. El mundo ha sido testigo del civismo y el nivel de cultura política del pueblo cubano. Allá, en Cuba, tras su histórica decisión, Fidel todavía se divierte con la reacción mezquina y mediocre de los que creían que su autoridad emana de los cargos, de los que creían que apartar a Fidel de sus cargos o asesinarle, era la solución mágica para derrotar a la Revolución Cubana. Y resulta que no. Que Fidel es su pueblo; que sus ideas son las de su pueblo; que Raúl, con toda la autoridad que le otorga su propia historia, es también Fidel en la lealtad con la Patria, con la Revolución y con el socialismo; que, a fin de cuentas Fidel es todo hombre o mujer que en el mundo luche por la justicia y la libertad de los pueblos. Y así está el Imperio impotente, sin saber qué hacer ni qué decir. Consciente de que no puede impedir a los cubanos tomar sus propias decisiones y seguir el camino libremente escogido. Es el resultado de haber hecho en nuestra Patria una profunda Revolución social. Es el resultado de que, de verdad, el pueblo esté en el poder. Es el resultado de que, por fin y en un caso poco común en la historia, los de abajo, los preteridos de siempre, sean ahora los diputados, los ministros, los jefes militares, es el pueblo en el poder, dueño de su destino y dueño de su país. Esa y no otra, señores delegados, es la encrucijada de Cuba. O salvar su Revolución y continuar siendo un pueblo libre o retornar a la condición de un pueblo esclavo, una virtual colonia, como ya fuimos una vez, de nuestro poderoso y voraz vecino. A los que apoyan nuestra lucha, que son muchos, son la mayoría, gracias. Nuestra batalla es también por la independencia y el respeto a los pueblos que ustedes representan. A los que apoyan a nuestro adversario, ya sea por convicción, por hipocresía o por miedo, no importa. Nosotros sabremos llevar en la frente el decoro que a ellos les falta. En el año en que se cumplirá el 60 aniversario de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Cuba renueva su compromiso en la lucha por un mundo de justicia, libertad e igualdad para todos. El reto es enorme, nuestro optimismo es mayor. Muchas gracias. Fuente: Sitio Minrex.

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