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Los vendedores de La Cuevita, en el municipio San Miguel del Padrón en La Habana, tienen casi cualquier medicina que se necesite en Cuba y, aunque sus precios son elevados para muchos bolsillos, empobrecidos por las decisiones erróneas del régimen, es de los pocos sitios donde se pueden adquirir los fármacos cuando no se tiene un familiar en el extranjero.
La Cuevita, uno de esos lugares donde el comercio sumergido se resiste a cumplir resoluciones, decretos y leyes, es por estos días un hervidero de gente en busca de remedios para sus dolencias.
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Un video de la agencia de noticias independiente CubaNet muestra ese mundo, que se enfrenta a las prohibiciones gubernamentales, esquiva inspectores y policías, se burla del control que ejercen las autoridades y comercializa con lo que hasta hace unos años era de las pocas cosas que mantenían en pie el discurso oficial de que el país era una potencia médica.
Mientras algunas farmacias reciben solo el 18 % de los medicamentos que necesitan los pacientes cubanos, incluidos los crónicos y dependientes, el gobierno mira para un lado y otorga una licencia de corso a los vendedores ambulantes, que terminaron apropiándose de otro frente abandonado por el Estado totalitario.
El necesitado de medicinas que viaja hasta el municipio de San Miguel del Padrón se mueve entre gritos y pregones con la esperanza de comprar, al mejor precio, aquello que necesita y, además, sin receta médica, que es un requisito obligatorio en la red de farmacias de el país.
Para muchos el gran peligro de este comercio informal, de lo poco que funciona en Cuba, es que la venta de fármacos en La Cuevita ocurre sin licencias profesionales, nadie controla la calidad de lo que allí se vende y se pone en riesgo la salud de las personas.
No es de extrañar que tras la divulgación de estas imágenes tercermundistas las autoridades aprueben otra redada, incluido el decomiso de los fármacos, con el nuevo Código Penal en la mano, alegando un apego a la ley y el respeto a la vida humana.
Sin embargo, las medidas de enfrentamiento solo terminan por agravar más la situación crítica con los medicamentos, al menos en la capital cubana, y desplazar de lugar a los vendedores, que seguirán aprovechándose de la crisis generada por más de seis décadas de malas gestiones y descontrol.
Al prorrogar por seis meses más la libre importación desde el extranjero de medicinas, aseo y comida, el gobierno solo reconoce su incapacidad para reanimar la industria farmacéutica, de la cual es el único dueño y que no puede poner en funcionamiento por falta de recursos financieros, no porque el embargo estadounidense se lo impida; una de las tantas mentiras que el régimen repite y ya nadie se cree.
De ser cierto, las exportaciones de medicamentos de producción nacional a países aliados habrían cesado, pero el paraíso comunista caribeño es candil de la calle y oscuridad de su casa, incapaz de satisfacer demandas básicas y restringiendo a sus ciudadanos el acceso al bienestar humano.
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