El gobierno cubano parece bravito con el flamante presidente de Brasil, Luis Ignacio da Silva y mandó a la toma de posesión a una delegación de bajo nivel para las dimensiones geopolíticas del gigante sudamericano y descortés con los riesgos asumidos por Lula con La Habana, durante sus anteriores mandatos presidenciales.
El presidente Miguel Díaz-Canel malgastó horas de vuelo baldías por geografías remotas y el Caribe y no acudió a la primera cumbre latinoamericana del año; ámbito natural de Cuba, desde la caída del comunismo.
Quedarse en La Habana; haciendo el ridículo con el vídeo de Cheo Militante en la Plaza de la Revolución, costará carísimo; por el infantil ombliguismo de creer que el mundo gira alrededor de Cuba; estando más descuajeringada que cuando fue designado presidente.
Cuba ni siquiera mandó al canciller Bruno Rodríguez, sustituto habitual de Fidel, Raúl Castro y Díaz-Canel en eventos internacionales y delegó la representación en el vicepresidente Salvador Valdés Mesa; de escaso perfil político exterior, y en Josefina Vidal, vicecanciller y embajadora vitalicia de la patria, según la nomenclatura norcoreana del tardocastrismo.
El resto de la delegación lo forman el jefe de América del Sur en el Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) y el encargado de negocios en Brasil; circunstancia lógica y habitual en estos casos.
Granma, órgano oficial del gobernante partido comunista, abordó el inicio del tercer mandato democrático del viejo aliado en páginas interiores de sus ediciones impresa y menciones, abajo y a la izquierda en la digital.
El enfado puede venir porque, unos días después de hablar por teléfono con Díaz-Canel; que se mostró contento y esperanzado, un senador cercano a Lula, aclaró que retomarían el programa Mais médicos con predominio de médicos nacionales y cubanos que se quedaron a residir en Brasil.
Lula aprendió en la cárcel que los entusiasmos revolucionarios suelen ser como las noches de ronda, que se acaba por llorar, y tendrá muy complicado gobernar porque la mitad del congreso es de derecha y la otra mitad de izquierda, pero formada por diferentes partidos; amén del pacto que suscribió para conseguir la anulación de sus condenas, salir de la cárcel y volver a ser presidente; con nueva esposa y perro sato, a bordo de Roll Royce.
La irrentable Zona Especial de Desarrollo de Mariel (ZEDM) fue un regalo de Lula a Raúl Castro, con crédito estatal brasileño, que Cuba no ha pagado y, en 2008, llegó a La Habana con mil millones de dólares para promover el desarrollo agropecuario, tecnológico y modernización de infraestructuras.
En aquella visita, Petrobras, ofreció explorar, o al menos asesorar a Cuba, en la prospecciones petroleras de aguas profundas del Golfo de México y estudió la posibilidad de construir una fábrica de lubricantes.
El vicepresidente cubano ha tenido encuentros de contenido económico en busca de acuerdos de "cooperación" en las áreas energéticas y producción de alimentos; aún no ha sido recibido por el flamante presidente y los encuentros políticos se han limitado a personalidades de izquierda y grupos solidarios con el tardocastrismo.
El otro gran ausente de la cumbre regional y mundial que provocó la asunción de Lula, fue el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro; pese a que el mandatario saliente Jair Bolsonaro levantó el veto; horas antes de irse a Miami para no entregar la Banda presidencial al ganador de las reñidas elecciones; en un gesto que lo deshonra por su mal perder; pese a su dilatada experiencia política.
El maná petrolero con que la naturaleza bendijo a Venezuela, la crisis energética provocada por la invasión rusa a Ucrania y errores de la desmontada oposición, facilitan la reinserción del tardochavismo en el mundo; al amparo de Washington, que mandó a Brasilia a su Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan.
Hasta el momento, no hay constancia de un encuentro o saludo de Valdés o Vidal con el alto funcionario estadounidense.
El tardocastrismo debía saber que -64 años después de la alborada que iluminó América Latina- La Habana resulta incómoda para buena parte de la izquierda en la región; que mantiene prudencial distancia de la dictadura más vieja del continente porque la mayoría de sus votantes no comulgan con el anacronismo verde oliva y enguayaberado; como ocurre en Chile y Colombia.
Fidel Castro usó la asunción de Fernando Collor de Mello (1990) para aliviar el cerco a Cuba, tras la caída de la Unión Soviética y; aunque en un hotel de Brasilia se fajó con Felipe González, al son de Sagunto y Numancia, buscó reinsertarse en América Latina, ayudado por Carlos Andrés Pérez, César Gaviria y el propio González; entre otros.
Díaz-Canel, con sus acciones y omisiones, ha generado una corriente de opinión desfavorable y comparaciones constantes con Fidel Castro, que no siendo del todo justas con el actual mandatario, revelan su incapacidad para generar consenso y construir liderazgo; excepto entre estómagos agradecidos de probada mediocridad.
Más de un veterano diplomático y/o funcionarios de la estructura de Relaciones Internacionales del partido y el gobierno; incluida la vieja DGI; la que más sabía de Estados Unidos, se llevarán las manos a la cabeza y musitarán: con el Ñato estamos perdidos.
Obviamente, parte de sus críticas obedecen a que fueron desplazados por el tiempo y la guillotina raulista que dibujó otro escenario fallido, Díaz-Canel en el pan con na y López-Calleja como gentleman de la banca verde oliva; pero el hombre propone, Dios dispone y las amargas verdades son invencibles.
La plaza de embajador en Brasil está vacante y sería una buena opción para Josefina Vidal, una vez que ha sido desplazada de América del Norte y ni siquiera estuvo en la entrevista con congresistas norteamericanos procastristas; aunque sería mucho mejor canciller que Bruno Rodríguez, cobarde hasta la pared de enfrente, incapaz de defender a los suyos, como hacía Felipe Pérez Roque ante Fidel Castro.
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