Las astronómicas cifras de defunciones registradas en 2021 en Cuba por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) sugieren que las muertes por COVID fueron superiores en más de seis veces a las reportadas oficialmente por el gobierno.
Las muertes totales reportadas en Cuba en 2021 ascendieron a 167,645, lo que en comparación con el año anterior -cuando murieron 112,439 personas- representó un aumento de 55,206 fallecidos.
El dramático salto representa un exceso de mortalidad en comparación con años anteriores a la llegada del SARS-CoV-2 a Cuba y sugiere que las defunciones por coronavirus pudieran ser seis veces más que las cifras oficiales.
El científico cubano Amílcar Pérez Riverol había advertido sobre el tema: “¿Cuántos cubanos fallecieron realmente por COVID-19 en 2021 sobre todo por la ola de Delta?”, se preguntaba en Twitter, y adelantó la preparación de un análisis al respecto.
“Pero datos oficiales (ONEI) sugieren claramente que fueron varios miles más (3-5X) que los 8,177 reportados ese año. O incluso que el total actual de 8,529”, agregó citando la cifra de fallecidos en 2021 más el total hasta la fecha.
El exceso de mortalidad es un indicador que incluye el total de muertes durante un periodo de crisis que exceden la cifra considerada como “normal”. Para determinar el exceso de mortalidad, se compara el número total de fallecimientos durante, por ejemplo, el pico epidémico con la tendencia histórica de un periodo precedente, libre de pandemia.
El indicador ha sido útil para determinar el impacto real de la COVID en todo el mundo, más allá de las estadísticas dadas en su momento y que dependen de pruebas de diagnóstico que no siempre pueden realizarse.
Partiendo del exceso de mortalidad, expertos de la Organización Mundial de la Salud estiman que 14,9 millones de muertes pueden asociarse a la pandemia. La cifra incluye los 6,2 millones de decesos oficiales por COVID notificados a la OMS por sus 194 países miembros.
Para comprender el salto abrupto en los fallecimientos en Cuba, CiberCuba tomó de muestra cómo se comportaron las defunciones en los cinco años previos a la pandemia, una vez más, partiendo de las estadísticas de la ONEI. En específico, se tomó como referente la diferencia entre un año y el anterior, desde 2014 hasta 2019 y luego se comparó con la diferencia de los fallecimientos entre 2020 y 2021.
En 2015, por ejemplo, murieron en Cuba 3,361 personas más que en 2014; mientras que de 2015 al 17 (ante la falta de cifras correspondientes a 2016) murieron 7,258 más, mostrando una tendencia ascendente, con tasas de 9,15 muertes por cada mil habitantes en 2019 hasta incrementarse a 15,0 en 2021. Es decir, que cada año mueren más personas en Cuba que el anterior.
La sumatoria de las diferencias entre un año y otro desde 2014 hasta 2019 resulta en 12,750 fallecidos, esto es la cuarta parte de lo que aumentaron de 2020 a 2021. El promedio de esa suma se ubica en unas 2,550 defunciones.
Sin embargo, en 2021 se registraron 55,206 fallecimientos más que en 2020, de los cuales, y siguiendo la cifra promedio anual, 2,550 pudieron estar asociados a enfermedades, accidentes o causas naturales que nada tienen que ver con la pandemia, como sucedía hasta 2019. Lo anterior deja un total de 52,656 muertes, cifra 6.4 veces superior a las 8,177 reportadas en 2021 como defunciones por coronavirus ese año.
Esto no quiere decir que las 52,656 personas murieron porque se contagiaron de COVID, sino que se relacionan además con la saturación hospitalaria asociada al coronavirus.
A partir de marzo de 2021 la situación sanitaria se tornó compleja. Denuncias de pobladores y médicos en la provincia de Matanzas apuntaban a un aumento de contagios, de desarrollo hacia formas graves del virus y de fallecimientos por COVID. A principios de abril, las autoridades del MINSAP confirmaron la presencia en la isla de dos nuevas y más letales cepas de coronavirus, californiana (cuyo nombre científico es B.1.427/B.1.429), la sudafricana (Beta) y, más tarde, la de India (Delta).
Antes de finalizar el mes, el ministro de Salud José Ángel Portal Miranda aseguraba que la provincia de Matanzas tenía “una tasa de letalidad por encima de la del mundo y por encima de la de las Américas", recalcó sin aportar datos.
También los granmenses se quejaban en redes sociales, incluido el personal sanitario, ya fuera abiertamente o protegidos por un seudónimo antes las amenazas de las autoridades que, en casos como el del doctor Alexander Jesús Figueredo Izaguirre, terminaron con la pérdida de un ser querido, la expulsión laboral y la inhabilitación para el ejercicio de la Medicina.
Lo anterior sería el vaticinio de la debacle que estaba por acontecer en el sistema de salud pública y que se extiende por siete meses.
Comenzaron a multiplicarse reportes de fallecimientos en centros de aislamiento y en los hogares, de falta de ambulancias, medicamentos, PCR, medios de protección y oxígeno que desembocaron en las multitudinarias protestas del 11 de julio y en las denuncias de cerca de medio centenar de galenos en Holguín los días 15 y 18 de agosto.
Una semana antes, el ministro Portal Miranda anunciaba que la letalidad del coronavirus en la provincia de Holguín era de 0.87 y estaba por encima de la media del país. Por tanto, "el riesgo de morir aquí en Holguín es más alto", dijo.
Ciego de Ávila también experimentó un colapso en los servicios sanitario y funerario, mientras que Guantánamo registró un incremento de la mortalidad por COVID-19, durante julio y la primera quincena de agosto, reportándose 901 muertes al cierre del séptimo mes del año y entre 60 y 80 fallecimientos diarios a principios del octavo.
La norma antes del COVID oscilaba entre seis y 12 defunciones, indicó en televisión local el director de Servicios Comunales, Ihosvanys Fernández, quien agregó que los primeros cinco días de agosto habían muerto 200 personas, sin poder explicar el exceso de defunciones.
Cubanos en varias provincias denunciaban la realización de enterramientos masivos, mientras la prensa estatal negaba la existencia de fosas colectivas que se construyeron para poder dar sepultura a los miles que morían a diario.
El 19 de julio Cuba alcanzó la tasa de infección per cápita más alta de COVID en las Américas (55 personas contagiadas por cada 100 mil) y el 20 de julio, el Ministerio de Salud Pública dejó de ofrecer detalles sobre los fallecidos, ante el aumento de decesos. Nunca informaron cuántos médicos cubanos murieron por coronavirus.
A mediados de agosto, el sitio oficial del MINSAP advertía, a partir de estudios del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), que en Cuba la variante delta había “sustituido a la Beta, con un incremento sostenido a partir del mes de junio”, convirtiéndose en “la cepa predominante, detectándose su presencia en todas las provincias cubanas. Hasta el 15 de agosto, Delta ocupaba el 92% de las muestras procesadas en el mes”, agregaba el texto.
El número más elevado de contagios en un día fue publicado el 24 de agosto y ascendió a 9,907. Hasta ese momento, habían muerto 4,710 personas a consecuencia del coronavirus en el país. La cifra ronda la diferencia de los fallecidos entre 2009 y 2010, tras el paso por la isla del virus H1N1, y entre 2013 y 2014, luego de la aparición en América Latina de la chikungunya y el zika y de un aumento de los casos de dengue.
En ambos casos, las muertes registradas excedieron las cuatro mil en comparación con el año precedente, que representa casi la mitad del total de 8,529 muertes confirmadas por COVID hasta la fecha.
Pero volviendo a 2021, hay otra agravante en el descenso de población según la ONEI. La disminución de la natalidad, cifrada en 5,942 menos que en 2020, entre otras causas por el aumento de la tasa de mortalidad infantil a 7,6 por mil nacidos vivos y por la inestabilidad económica, política y social en la isla.
De ahí que, con 55 mil y tantas muertes de más y casi seis mil nacimientos menos, la población total de Cuba, que en 2020 era de 11,193,470 habitantes, se redujera a 11,113,215 de cubanos en 2021, es decir, 68,380 menos en ese año.
Y este indicador es precisamente otro motivo de preocupación. La tasa de mortalidad del mundo muestra un decrecimiento sostenido, amen del incremento esperado a consecuencia de las muertes asociadas a la pandemia. Sin embargo, el patrón de las defunciones en Cuba ano tras año, va in crescendo. ¿Por qué la tasa de mortalidad de Cuba (al margen de 2021) no para de subir? Este sería otro análisis que, en algún momento, habría que abordar.
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