Críticas al plan de la economía y los presupuestos en Cuba

La economía cubana no está para andar perdiendo el tiempo, porque en contra de lo dicho por Díaz-Canel, poco o nada se ha avanzado en la línea necesaria para la modernización y eficiencia productiva. Y los resultados son bien visibles.

Calle Teniente Rey (Imagen de referencia) © CiberCuba
Calle Teniente Rey (Imagen de referencia) Foto © CiberCuba

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Este artículo es de hace 3 años

En su edición de esta martes Granma informa que en la reunión del consejo de ministros se aprobaron el plan de la economía y el presupuesto del estado para el 2022, que se presentarán en unos días a la Asamblea Nacional para que los diputados den su aprobación.

De modo que se vuelve a dar continuidad al mismo ciclo aburrido de todos los años. Por cierto, ¿sabe alguien dónde se pueden consultar estos documentos? También parece que se habló en el gobierno de una eventual actualización de la política para la inversión extranjera en el país. Bien está lo que bien acaba, lo llevamos diciendo algún tiempo, pero ya se verá en qué queda todo eso.


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De modo que, tras lanzar mensajes al pueblo glosando su “dignidad” y “capacidad tremenda de resistencia y de no dejarse derrotar”, Díaz-Canel entró en materia para dar curso a los documentos antes señalados. Por cierto, nada se informó respecto a la posible discusión interna de los ministros por el plan o el presupuesto. En la organización comunista cubana, ya se sabe, todo el mundo alineado en la fila de la conga, y sin salirse.

Del plan de la economía, Díaz-Canel no dijo nada que no se sepa. Por supuesto que se va a aplicar en “condiciones muy adversas”, pero ese disco rayado es el mismo desde hace más de seis décadas, cuando se elaboró el primero por la JUCEPLAN, así que nada nuevo bajo el sol. Después apuntó que se tiene que aplicar de una “manera inspiradora, porque lo que ha hecho este pueblo, en medio de la agresión a la que ha sido sometido, más los efectos de la pandemia, es una heroicidad”.

Por ello, sería bueno saber ¿qué pueblo ha participado en la elaboración del plan? O en su caso, ¿qué criterios del pueblo han sido tenidos en cuenta para el plan? En definitiva, concretar un poco más este proceso de elaboración de políticas públicas que, como mínimo, cabría calificar de sorprendente. Díaz-Canel reconoció errores, y cosas que no han salido bien, pero defendió “la tenacidad en la aplicación del plan a lo largo del tiempo”, como algo que, “nos está dando la razón”. De perdidos, al río.

Y ello, porque según dijo el dirigente comunista, “vamos a criticar todo lo que no ha salido bien, todo lo que no hemos logrado resolver; vamos a insistir en las insatisfacciones, en lo que nos queremos proponer”. Una autocrítica populista que se echa de menos, sobre todo, en los momentos difíciles, cuando los cubanos salen a la calle y aumenta la represión de una forma lacerante.

La autocrítica no se debe resolver en despachos, sino que tiene que ir dirigida a adoptar soluciones a los problemas y no echar la culpa a los demás. La economía cubana no está para andar perdiendo el tiempo, porque en contra de lo dicho por Díaz-Canel, poco o nada se ha avanzado en la línea necesaria para la modernización y eficiencia productiva. Y los resultados son bien visibles.

De hecho, se puede estar de acuerdo con él en que para reanimar la economía cubana y recuperar los niveles de actividad es necesario “mantener el control sobre la pandemia y no retroceder en la situación epidemiológica del país”. Esto es lo que están haciendo todos los países del mundo, y unos tienen más éxito que otros en la tarea. Pero Díaz-Canel no explicó por qué motivo este verano los turistas han llenado los hoteles de República Dominicana y, en cambio, ni los rusos han venido a los de Cuba. Que se lo haga mirar, y cuanto antes.

Nadie puede estar en contra de “estudiar las nuevas cepas del virus, de vacunar a toda la población cubana; de avanzar en la aplicación de la dosis de refuerzo, de continuar perfeccionando el protocolo de enfrentamiento a la COVID-19; y de dar seguimiento al análisis crítico de lo que no salió bien y hay que perfeccionar”, pero todo este esfuerzo económico presupuestario y de recursos humanos (que ha disparado el PIB en Salud pública en el tercer trimestre del 32,5%, según la ONEI) no se puede financiar solo con cargo al presupuesto estatal y va siendo momento de pensar en otros modelos que ayuden a mantener ese esfuerzo.

A continuación, al ministro de economía le tocó presentar las líneas del plan, y por supuesto, en su intervención se mostró optimista y poco crítico con lo que ha sido la gestión de la economía en los dos últimos años. Un tema de su responsabilidad.

Para empezar el ministro cree que la economía cubana ha comenzado un “proceso gradual de recuperación de los niveles de actividad” que habría que interpretar con mucho cuidado, porque si bien es cierto que segundo y tercer trimestre pasan a tasas positivas del PIB, según la ONEI, lo hacen a un ritmo menor, y todavía con datos medios anuales, la economía se encuentra en recesión, -1,2% hasta el tercer trimestre.

Que ese clima de mejoría se mantenga en el cuarto trimestre e incluso en 2022 es solo un deseo del ministro que no encuentra referentes en la realidad, por ejemplo, el turismo no irá como se prevé, la agricultura sigue estancada, la construcción de viviendas y la industria manufacturera paralizadas por la falta de combustible.

Hay poco que celebrar y esperar, mientras que el régimen sigue incrementando el déficit para financiar sus actividades del sector presupuestado, aquellas que controla directamente.

En estas condiciones, el plan de 2022 va a ser papel mojado mucho antes de que se apruebe.

¿Qué pretende conseguir el ministro en 2022 con el plan comunista de la economía? Según sus palabras, lo primero es “avanzar hacia un proceso de estabilización macroeconómica y en la recuperación del papel del peso cubano como centro del sistema financiero, con el objetivo de detener el proceso inflacionario”.

Y desde aquí le decimos, muy bien, y enhorabuena. No podemos menos que estar de acuerdo con este enfoque estratégico que, por cierto, la Tarea Ordenamiento hundió en la más absoluta de las miserias. Pero antes de proseguir, nos gustaría saber cómo va el ministro a estabilizar la economía y desde qué enfoque de políticas.

La economía cubana está completamente desequilibrada, con un déficit público fuera de control y una quiebra del sector externo porque lleva dos años sin ingresos del exterior. Habría que ver cómo se pretende estabilizar el PIB real con la inflación en el 66,3% en octubre. Muy complicado escenario sin la existencia de un mercado que asigne recursos con eficiencia.

El ministro quiere también “estabilizar el sistema electroenergético nacional, un aspecto vital no solo para el crecimiento económico, sino también para el servicio a la población; atender de manera priorizada a personas, hogares y comunidades en situación de vulnerabilidad; transformar el sistema empresarial estatal, sujeto principal del modelo económico cubano, que demanda un salto desde el punto de vista de su participación y eficiencia; así como descentralizar las competencias en función de una mayor autonomía en los municipios para impulsar el desarrollo territorial”.

Y después de este enfoque, una vez más surgen las dudas sobre cómo se va a hacer todo eso, teniendo en cuenta que quien mucho abarca, poco aprieta. Y que, en realidad, si no se estabiliza la economía y se controlan los precios y el tipo de cambio del peso, todo lo demás es chico pleito, y por mucho que se hable de vulnerables, o de empresas estatales con pérdidas o de apagones, muy difícil será dar solución a todo ello si la economía no se equilibra. Y aquí es donde surgen de nuevo las dudas.

De hecho, el ministro dijo en un momento de su intervención y cito textualmente, que “en nuestro país, todo es importante, pero en medio de la actual situación tenemos que ser capaces de entender qué es lo que va primero porque hay cuestiones que son necesarias, pero van a un segundo plano”.

No puede ser más cierto. Pero la cuestión es quién, qué y cómo se prioriza lo que se tiene que hacer. Porque en democracia plural, el gobierno busca equilibrios parlamentarios para lograr definir sus prioridades de acción. Pero con la hegemonía comunista como en Cuba, está muy claro lo que se tiene que hacer, porque las órdenes salen del sanedrín del partido. Ya dirá el ministro, por ejemplo, qué hacer con las inversiones, cuando el 58% de ellas se concentra en sectores priorizados de la economía.

Son inversiones imprescindibles para el país. ¿Cuáles? ¿Las habitaciones de hoteles, los centros faraónicos del Mariel? ¿Por qué no se priorizan los alimentos, las manufacturas o la construcción y reparación de viviendas o la construcción de infraestructuras energéticas?

Perdido en este debate, el ministro lo que no dijo es que desde 2018 la participación de las inversiones, la formación bruta de capital en el PIB de la economía cubana ha caído del 12% al 9,9% de 2020. El problema no lo ve el ministro, o no lo quiere ver. La cuestión no es tanto en qué se tiene que invertir, sino que es necesario invertir más y hacerlo con eficiencia, porque la economía lo necesita. No puede seguir Cuba con un porcentaje de inversión sobre el PIB situado en la mitad de la media de países de América Latina. Eso frena el crecimiento.

El ministro también habló de las estrategias de desarrollo municipal, un instrumento que más que servir como conductor del desarrollo económico y social en los territorios, actúa como correa de transmisión del poder político comunista a las entidades productivas y limita sus posibilidades de alcanzar niveles de eficiencia técnica en la producción. Una apuesta política peligrosa. Esto es lo mismo que hablar del respaldo a las actividades de la ciencia, la tecnología y la innovación. Si no hay comida o viviendas, qué sentido tiene volcar recursos en algo que, a la larga, nunca se ha rentabilizado. Cuba, por mucho que se empeñe el ministro o Díaz-Canel en su tesis doctoral, nunca podrá ser una potencia mundial de I+D.

En suma, un año más de un plan que, según el ministro, “prioriza la producción nacional de alimentos, el seguimiento al perfeccionamiento del comercio interior, el cumplimiento del plan de circulación mercantil minorista estatal en pesos cubanos, garantizar el control del gasto a todos los niveles presupuestarios, asegurar la eficiencia del proceso inversionista, y redoblar los esfuerzos para la captación de inversión extranjera directa”.

Muy bien, y si después, al final de año, nada de eso se cumple. ¿Quién debe asumir la responsabilidad? ¿el embargo? ¿el ministro?

Tras el responsable de economía, la ministra de finanzas y precios Meisi Bolaños, tomó la palabra para hablar del presupuesto del estado para 2022. ¿Se lo pueden creer? La edición de Granma no da ni una sola cifra, de modo que cualquier cosa que se pueda decir tiene poco que ver con un análisis meramente sensato de las cuentas públicas. Nos referimos a la literatura.

Para empezar, la ministra ha sido muy contradictoria en su presentación del presupuesto ya que fijó como objetivo principal “una importante reducción de los financiamientos corrientes al sistema empresarial y a las unidades presupuestadas con tratamiento especial, a partir de potenciar el crecimiento productivo de bienes y servicios desde el sector empresarial”.

Una vez más, ¿quién puede estar en contra de esta estrategia? Ya va siendo hora de asumir el reto de poner a funcionar el sistema productivo nacional con sus propios recursos y eliminar el efecto de los subsidios y financiamientos. Pero esto, como se ha visto en 2021, no es suficiente. Para que esta estrategia funcione, no basta con reducir la financiación al sistema empresarial. Hay que rebajar también la presión fiscal para que las empresas paguen menos y dispongan de sus recursos, sin la injerencia extractiva del estado comunista. El fracaso de la Tarea Ordenamiento ha sido ese, reducir solo subsidios manteniendo la presión extractiva sobre los ingresos de las empresas. Muchas de ellas han entrado en una peligrosa insolvencia. A ver cuándo se dan cuenta de que no hay dos sin tres.

Por eso, una de cal y otra de arena. La ministra quiere lograr con el presupuesto “un crecimiento en términos de la producción de alimentos y otros bienes, no solo por la satisfacción de las necesidades que hoy tenemos y de la demanda desde la población, sino también por los ingresos que se generan a favor del presupuesto”. Me gustaría saber cómo lo piensa conseguir.

Y aquí viene realmente lo que no va a ser fácil en su gestión. Por un lado, dijo reducir los gastos corrientes, pero por otro anuncia con grandes titulares “dar cobertura financiera, entre otros temas, al sostenimiento de servicios y programas sociales, la atención a situaciones de vulnerabilidad, la transformación social en barrios y comunidades, el cumplimiento de los planes de construcción de viviendas, la atención a las madres con tres o más hijos menores de edad, las medidas aprobadas para potenciar el sector empresarial, la creación de nuevos actores económicos, y la implementación de la Tarea Ordenamiento”. Más gasto corriente. Más déficit. Ya se sabe por qué el estado comunista cubano no bajará la presión fiscal ni en 2022 ni nunca. Demasiado gasto corriente a cargo del presupuesto basta con contemplar las prioridades, que podría ser objeto de una financiación pública y privada más eficiente.

Además, la ministra no engaña. En un momento de su intervención señaló que “para un mejor resultado presupuestario, es imprescindible captar mayores ingresos, en lo cual es esencial identificar y lograr la recaudación de todas las reservas que en ese sentido existen, a partir de la recuperación gradual de la economía y el crecimiento de los niveles de actividad”. 2022 será un año duro para las empresas y, sobre todo, para los actores económicos privados.

Por enésimo año, la ministra anunció medidas para mejorar el desempeño presupuestario, como “la prioridad en los presupuestos locales a los recursos para la transformación de barrios y comunidades, con la participación de la población en la definición de las acciones a acometer; mantener la financiación a los subsidios masivos de productos y servicios de alto impacto; y ampliar los servicios y facilidades a los contribuyentes, con el empleo de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones”. Gastos que, hasta ahora, eran controlados y supervisados por las organizaciones comunistas locales, y que ahora el ministerio pretende conducir, con el objetivo, tal vez, de reducir el malestar social que provocó el estallido social del 11J.

En esa línea de mejoras, como si el Estado cubano no llevase más de 60 años elaborando y gestionando presupuestos, la ministra “insistió en la responsabilidad de los cuadros para buscar soluciones alternativas, analizar las experiencias de todo lo que hemos vivido para no cometer los mismos errores, y encontrar las potencialidades reales que tenemos, muchas sin explotar todavía”, un mensaje que compartió con Marrero quien, a su vez dijo algo así como que “no tenemos derecho a equivocarnos en cosas que impactan en el pueblo”.

Y aquí concluyó el presupuesto. Ni un solo número. Habrá que esperar a ver qué sale de la Asamblea nacional. Del plan tampoco hay mucho más, salvo las conjeturas del ministro. Los dirigentes de la economía cubana no aprovechan las oportunidades que tienen para aumentar la transparencia y con ello, la credibilidad de la economía. Esta habría sido una buena ocasión, pero se ha perdido, dedicando más tiempo a tratar el tema municipal, que los asuntos que realmente permitirían saber de qué están hablando.

El traslado a las organizaciones locales de decisiones económicas de alcance nacional que permitirían la construcción de un mercado potente con capacidad para que las empresas pudieran operar a costes unitarios mínimos, es una nueva aventura del régimen comunista cubano que les va a salir mal, porque de ese minifundismo no se puede esperar nada bueno.

Los grandes problemas de la economía cubana en 2021, entre los que se encuentran, el reordenamiento empresarial, el enfrentamiento a la inflación, la reducción de los costos de producción, la relación entre todos los actores de la economía, no se arreglan a escala municipal, sino que requieren una unidad de mercado nacional que atraiga al capital extranjero y permita el aumento sostenido de la oferta. La construcción del socialismo va a dejar muchas insolvencias por el camino. Ya lo está haciendo.

Y, por último, llegó el turno a Malmierca, que presentó una propuesta para actualizar la política de la inversión extranjera, que, desde su aprobación en 2013, ha dejado mucho que desear en cuanto a sus resultados, reconociendo que están “muy por debajo de las necesidades del país”.

Con independencia de que la información es sucinta, el régimen quiere llenar las arcas del estado con divisas, practicando ajustes de cierta importancia en la inversión extranjera. Ha acabado reconociendo que la oferta estatal no colma los intereses inversores de los extranjeros, y que no cabe otra alternativa que permitir una mayor elección de oportunidades.

Al parecer se quiere modificar el vínculo del capital extranjero con las formas de gestión no estatal, de manera que la inversión extranjera se pueda dirigir también al desarrollo de las formas de propiedad no estatal que sean personas jurídicas, mipymes y CNAs básicamente. De momento, los trabajadores por cuenta propia siguen al margen. Un nuevo incentivo para que pasen a ser mipymes o CNAs, que es un objetivo del régimen.

También se pretende la participación de las cooperativas agropecuarias en asociaciones económicas internacionales, en correspondencia con las medidas aprobadas en 2021 para potenciar la producción de alimentos. Hasta este momento, se establecía la obligatoriedad de que en este tipo de negocios participara una entidad estatal. Si esto se aprobase, no cabe duda de que sería un paso importante para la recaudación de divisas por el régimen, pero como en otras tantas cuestiones, habrá que ver la letra pequeña.

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Elías Amor

Economista, Miembro del Consejo del Centro España-Cuba Félix


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