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El dramaturgo cubano Yunior García publicó este martes en redes sociales sus ideas sobre la aplicación de la soberanía en la isla, refiriéndose a las condiciones sin las cuales, a su juicio, no podría haber tal libertad.
En su muro de Facebook, el joven, participante en varias protestas en La Habana, incluyendo la del 27N y la del 11J, compartió su parecer que, a continuación, CiberCuba reproduce íntegramente.
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Según la Constitución de la República, la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo. Hermoso... pero ficticio.
Mientras el pueblo esté obligado a comprar productos básicos en moneda extranjera, no hay soberanía.
Mientras existan la pena de muerte y los juicios políticos sumarios, sumarísimos, no hay soberanía.
Mientras se imponga el pensamiento único, no hay soberanía.
Mientras no se garanticen la libertad de conciencia, de expresión, de asociación, de reunión, de manifestación pacífica y el derecho a la huelga, no hay soberanía.
Mientras se practique la exclusión, no hay soberanía.
Mientras los cubanos emigrados o exiliados no sean reconocidos como parte indisoluble de este pueblo, no hay soberanía.
Mientras el futuro y el bienestar de nuestro país dependan tanto de las decisiones de un presidente o un Congreso extranjero, no hay soberanía.
Mientras haya un segmento de pueblo sin representación parlamentaria, no hay soberanía.
Mientras nuestros alumnos y profesores sean expulsados de las universidades por sus opiniones políticas, no hay soberanía.
Mientras se censure o se ponga en una lista negra a un escritor, a un poeta, a un artista, no hay soberanía.
Mientras la prensa oficial difame a decenas de ciudadanos, sin derecho a réplica, no hay soberanía.
Mientras se practiquen actos de repudio, alentados desde el poder, contra cualquier ciudadano, no hay soberanía.
Mientras nos oculten cifras y estadísticas de la realidad nacional, no hay soberanía.
Mientras los diputados vean un solo candidato en la boleta para elegir al presidente, no hay soberanía.
Mientras existan regulados y expatriados, no hay soberanía.
Mientras un gobernante pueda ordenar impunemente el combate entre civiles, entre hermanos, no hay soberanía.
Mientras las madres tengan miedo de que sus hijos digan lo que piensan en voz alta, lo siento, pero no habrá soberanía.
Para que la soberanía resida en el pueblo, hay primero que reconocer su diversidad y respetar su libertad. Ningún grupo o élite puede secuestrar la voluntad común. Y esa voluntad solo se logra mediante un consenso que no desconozca nuestra legítima pluralidad.
Si fuéramos un pueblo verdaderamente soberano, ya estaríamos discutiendo, sin amenazas ni injerencias y en total libertad, cómo y cuándo resolver esta crisis mediante un plebiscito en las urnas.
Y que sea Cuba quien decida democráticamente, con justicia, en igualdad de condiciones y en paz, cuál es nuestra voluntad soberana.
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