Los militares del pan con jamón, langosta Thermidor y New York Steak derrotaron a los militares del arroz con frijoles y los burócratas del Comité Central del partido comunista deberán conformarse con las migajas que caigan de la mesa de la familia Castro-Espín, servida por el chef López-Calleja, mariscal del dólar norteamericano en Cuba arruinada; hasta que sea necesario un reemplazo, otro Murillo muerto en vida, como justificante del fracaso endémico; más de lo mismo.
La pregunta: ¿Acatarán los militares la orden que les dará la casta gobernante de disparar contra el pueblo? Esta es una pregunta que se deben hacer los militares, los policías, los miembros de las Brigadas de Respuesta Rápida (BRR) y los militantes comunistas de Cuba, donde - tal y como van las cosas- el momento de tomar decisiones trágicas puede llegar en cualquier momento.
El terror de la instauración revolucionaria ha perdurado, los miles de fusilados, las largas condenas de cárcel, la vigilancia constante, el destierro prolongado y la oportuna reactivación de estos horrores han conseguido preservar el poder durante décadas, pero la cultura del miedo deja de funcionar cuando se exceden ciertos límites, cuando desde el poder se termina por negar cualquier esperanza a los cubanos empobrecidos y desiguales.
Algo hay en el hombre que lo invita a la libertad y el octavo congreso del único partido legal en Cuba es una ruta a ninguna parte, un callejón sin salida; y los cubanos lo saben.
Reitero la pregunta: ¿Militares y paramilitares dispararán contra el pueblo cubano en nombre de una utopía fallida hasta el hartazgo, dispararán en nombre de los yates, las mansiones, los viajes y las fiestas de las familias Castro-Espín, Rodríguez-Castro y Castro-Soto del Valle, y el muy selecto grupo de socios y allegados?
¿De verdad piensan que en un mundo globalizado, donde la justicia es cada vez más transnacional no habrá consecuencias? ¿Creen que disfrutarán de la misma impunidad que tuvieron los torturadores y asesinos de otras etapas de la revolución cubana?
Disparar contra cubanos por orden de un mariscal del dólar norteamericano es un crimen de lesa humanidad, que será castigado severamente en los tribunales democráticos de Cuba y el resto del mundo; no olviden, jefes y soldados, que el general Rodríguez-López Calleja está sancionado por Estados Unidos por supuestas prácticas mafiosas, lavado de dinero y financiación de la represión en la isla y Venezuela.
No se engañen puede que tengan listo un avión grande, el más grande es un Airbus A380 que no sé si puede aterrizar en Cuba, le caben apretados unos 550 pasajeros, ningún asiento está reservado para ustedes, todos esos pasajes de la huida ya tienen consignado nombre y apellidos. El oficial instructor y la avispa negra se quedarán, el compañero de vigilancia y el especialista en mítines de repudio se quedarán, para ellos y para sus familias no hay asiento de huida, no hay paraíso fiscal, ni mansión en Oviedo o Buenos Aires.
Ustedes, los abusadores de ahora, que ni siquiera se asoman a los privilegios de sus jefes, ustedes que le hacen la vida infame al opositor cubano por una jabita y una malvada comprensión del poder, deben saber que son carne de cañón y en los días de la ira no tendrán el beneficio de un jurado imparcial en La Haya.
Ojalá puedan leer las crónicas de los días finales de Nicolae Ceaucescu y evitarse el final de los seguidores del dictador rumano. Ojalá se resistan a apretar el gatillo, porque son muchas las probabilidades -desgraciadamente- de que esa orden será dada por los mancilladores de Cuba.
No se engañen soldados de revolución, policías de revolución, militantes de la revolución, ustedes sólo son el instrumental del terror, quienes detentan el poder en Cuba sienten, por todos ustedes, igual desprecio que por el resto de sus víctimas, que somos millones.
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