La Inteligencia de Estados Unidos reveló que el gobierno de Cuba intentó perjudicar al expresidente Donald Trump en las elecciones del pasado noviembre, según un informe hecho público este martes por Washington.
El informe elaborado por el Consejo Nacional de Inteligencia, que agrupa a varias Agencias y Departamentos del gobierno estadounidense, se titula “Foreign Threats to the 2020 US Federal Elections” (“Amenazas extranjeras a las elecciones federales de EE.UU. de 2020”) y fue desclasificado recientemente.
El documento sostiene que “Cuba trató de socavar las perspectivas electorales del expresidente Trump impulsando narrativas anti-republicanas y pro-demócratas en la comunidad latinoamericana” y apunta que “la inteligencia cubana probablemente realizó algunas acciones de bajo perfil en apoyo de este esfuerzo”.
Cierto es que al gobierno de Cuba le resultaba más beneficiosa la derrota de Trump en la contienda electoral de 2020, teniendo en cuenta la escalada de sanciones y restricciones a los negocios en la isla con que el expresidente republicano endureció el embargo durante su mandato.
Según el informe de 15 páginas publicado este martes por la Oficina del Director de Inteligencia Nacional, varios gobiernos extranjeros trataron de influir en las elecciones presidenciales del país norteño, y cita los casos de Rusia, Irán, China, Cuba y Venezuela.
La inteligencia estadounidense considera que una serie de actores extranjeros –que incluyen al Hezbollah libanés, Cuba y Venezuela– “tomaron algunas medidas para intentar influir en las elecciones”, aunque “fueron de menor escala que los esfuerzos de influencia realizados por otros actores en este ciclo electoral”, como es el caso de Rusia e Irán.
El informe de inteligencia asegura que "el presidente ruso (Vladimir) Putin autorizó, y una serie de organizaciones gubernamentales rusas ejecutaron, operaciones de influencia dirigidas a denigrar la candidatura del presidente (Joe) Biden y el Partido Demócrata, apoyar al expresidente Trump, socavar la confianza pública en el proceso electoral y exacerbar las divisiones sociopolíticas en Estados Unidos".
En la estrategia de Moscú fue clave el impulso de narrativas de influencia –incluyendo "acusaciones engañosas o infundadas" contra el entonces candidato Joe Biden– en organizaciones de medios de comunicación, funcionarios y personas prominentes de Estados Unidos, entre ellos, algunos cercanos a Trump y su administración.
Sin embargo, las agencias estadounidenses que acopiaron la información hicieron constar que, a diferencia de 2016, no identificaron en esta contienda "esfuerzos cibernéticos rusos persistentes para acceder a la infraestructura electoral".
Los gobiernos ruso e iraní, revela el documento, difundieron afirmaciones falsas o exageradas sobre el supuesto compromiso de los sistemas de votación, con el objetivo de debilitar la confianza pública en los procesos y resultados electorales.
El dictamen asevera que "Irán llevó a cabo una campaña de influencia encubierta en varios frentes, destinada a socavar la reelección de Trump, aunque sin promover directamente a sus rivales"; en tanto señala que el líder supremo de la revolución islámica, el ayatolá Alí Jamenei, autorizó la campaña de injerencia y "los servicios militares y de inteligencia iraníes la llevaron a cabo mediante mensajes abiertos y encubiertos y operaciones cibernéticas".
Por su parte, China "no desplegó esfuerzos de interferencia" en las elecciones presidenciales estadounidenses, de acuerdo con el propio informe, el cual concluyó que Beijing "buscó estabilidad en su relación con Estados Unidos y no consideró que alguno de los posibles resultados de las elecciones fuera lo suficientemente beneficioso como para arriesgarse a ser descubierta inmiscuyéndose".
Sin embargo, el Oficial de Inteligencia Nacional de la división cibernética advirtió que China "sí tomó algunas medidas para tratar de socavar la reelección de Trump", principalmente a través de las redes sociales, declaraciones públicas oficiales y medios de comunicación.
En cuanto a la posible injerencia del régimen de Nicolás Maduro, el informe de inteligencia niega que este "intentara comprometer la infraestructura electoral de EE.UU.", contrario a las denuncias públicas que hicieron los abogados del entonces mandatario en noviembre pasado, acerca de un fraude con tecnología de una empresa chavista.
Venezuela, sostiene la Inteligencia estadounidense, "mantuvo una relación adversa con la administración Trump y Maduro tenía la intención, aunque probablemente no la capacidad, de tratar de influir en la opinión pública de Estados Unidos contra el expresidente. No tenemos información que indique que el régimen venezolano, hoy o en el pasado, estuviera implicado en intentos de comprometer la infraestructura electoral estadounidense".
Desde 2016, cuando se destapó la trama de la injerencia de Rusia en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, la Inteligencia de EE.UU. ha reforzado su labor para detectar "esfuerzos abiertos y encubiertos de gobiernos extranjeros, o actores que actúan como agentes o en nombre de gobiernos extranjeros, con la intención de afectar directa o indirectamente a las elecciones de EE.UU., incluidos los candidatos, los partidos políticos, los votantes o sus preferencias, o los procesos políticos".
En el informe recién desclasificado, el primero que se publica tras las históricas elecciones de noviembre, la Inteligencia estadounidense fue concluyente al dictaminar que "no existen indicios de que ningún actor extranjero haya intentado alterar algún aspecto técnico del proceso de votación en las elecciones estadounidenses de 2020, incluyendo el registro de votantes, la emisión de votos, la tabulación de los votos o la notificación de los resultados".
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