La Empresa de Transporte de La Habana, con el apoyo del Ministerio de Transporte (MITRANS) y el Gobierno de la ciudad, ha implementado un programa de mantenimiento a la flota de 218 ómnibus articulados Yutong, para el momento en que la capital cubana entre en la primera fase de la recuperación de la epidemia de coronavirus, anunció el noticiero oficial de la TV.
Las autoridades precisaron que durante la obligada pausa de actividades se ha emprendido un plan de reparación de los vehículos y se han previsto medidas de higienización con hipoclorito tanto en el exterior como en los interiores de las guaguas: pasamanos, techo, asientos y otras superficies.
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Una vez que se apruebe la Fase 1 de la desescalada en la capital, se permitirá la ocupación del 100% de los pasajeros que viajen sentados en los ómnibus con sus nasobucos, mientras que los pasajeros de pie serán limitados al 50%. En la segunda fase, los pasajeros de pie podrán llegar al 70% y el 100% de la ocupación total de las guaguas tendrá que esperar a la tercera fase.
Se prevé que los niveles de servicio sean los mismos que antes de la COVID-19, aseguraron los choferes, que también reconocieron que estos no bastan para cubrir la demanda de la población.
El transporte público en Cuba atraviesa una profunda crisis desde hace décadas, pero en el 2019 las limitaciones de combustible pusieron en evidencia las serias limitaciones del sistema.
A ello ha contribuido el fracaso del experimento que el Gobierno cubano puso en práctica a finales de 2018 con el transporte en La Habana, consistente en una nueva clasificación del servicio de taxi en las modalidades de ruta, libre y de alto confort o clásico, así como la adquisición del combustible a través de una tarjeta magnética.
La renovada escasez de gasolina, el disgusto generado entre los transportistas privados por el tope de precios y el encarecimiento de los viajes son algunas de las piezas de un problema de fondo que no ha visto solución real nunca, pese a medidas, apaños y resoluciones gubernamentales.
Guaguas que no paran, choferes que no cumplen horarios, falta de solidaridad y al final cubanos que no podían cumplir con sus horarios porque no tenían forma de prever cómo les irá cada día, eran el escenario habitual antes de que la epidemia de coronavirus vaciara las calles de la capital.
Ahora, a todas esas incertidumbres se agrega la duda de cómo mantener el llamado "distanciamiento físico" dentro de un servicio habitualmente colapsado.
Habitualmente, los peores meses del transporte en la isla son julio y agosto, cuando aumenta el trasiego de viajeros en vacaciones. Resulta difícil disfrutar a plenitud del verano cubano cuando el simple hecho de desplazarse se convierte en un calvario cotidiano, al que ahora habrá que sumar la preocupación por el contagio.
Sin embargo, la propaganda oficialista asegura que se han conseguido reparar algunos vehículos que estaban fuera de servicio y que cuando se decrete la reapertura los habaneros verán una mejora de la situación.
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