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El Gobierno de Miguel Díaz Canel acaba de anunciar la primera fase para el retorno a la normalidad en Cuba, en la que se pretende volver a poner en funcionamiento la economía. La gravedad de la situación estructural y coyuntural en que está inmersa Cuba, así como el conjunto de la economía mundial por la crisis de la COVID19, abrigó ciertas expectativas de cambios en la política económica, cambios de alcance que pusieran fin al modelo social comunista que rige la isla desde hace 61 años.
Las primeras declaraciones de Díaz Canel y su ministro de economía, han ido justo en la dirección contraria. Se refuerza el control por medio del plan, se estatiza más aun la economía, y se renuncia, al menos de momento, a destrabar los obstáculos que impiden un funcionamiento más eficaz de la misma.
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Nadie pone en duda, en este momento, que uno de los sectores que se han visto más afectados por el parón de la economía para afrontar la crisis sanitaria, ha sido el de los cuentapropistas, los pequeños emprendedores privados que, con grandes dificultades, habían ido abriendo espacios a la actividad económica privada. Los bajos niveles de solvencia de estas pequeñas empresas, la ausencia de crédito, la desaparición a corto plazo de las fuentes de mercado interno y externo, así como el mantenimiento de la presión tributaria (eso sí, aplazada) han provocado una notable mortalidad de estos proyectos, que han sido los más castigados por la crisis.
Y en vez de salir en su apoyo, el Gobierno comunista les ha dado la espalda. En el paquete de medidas anunciado para la desescalada en la primera fase, apenas se encuentran iniciativas para recuperar la actividad económica del trabajo por cuenta propia y los pequeños negocios privados. Ni siquiera el gobierno ha formulado alguna previsión sobre la eventual recuperación de estos negocios, que constituyen una referencia cotidiana para muchos cubanos, y una necesidad en las condiciones actuales.
De modo que, ante la falta de atención del estado a los pequeños emprendedores cubanos, surge una honda preocupación por el día después y lo que puede ocurrir con los mismos, como consecuencia del intenso deterioro de la actividad. Los informes de entidades de la sociedad civil independiente, procedentes de la Isla, insisten en la inquietud y la fuerte incertidumbre que provoca el hecho de que, a estas alturas, el gobierno comunista no haya propuesto ni una sola medida para facilitar la recuperación de los pequeños negocios privados, y desde luego, se echan en falta instrumentos eficaces de política económica para dar apoyo al sector.
A diferencia de lo que ocurre en otros países, donde el sector empresarial privado posee organizaciones potentes y representativas, independientes del gobierno, con capacidad reivindicativa de sus derechos, en Cuba, los pequeños propietarios y trabajadores por cuenta propia, han sido abandonados a su suerte, no están conectados entre sí, e incluso, si inician algún movimiento de aproximación en defensa de sus intereses, lo más probable es que el régimen comunista los reprima de forma inmediata.
Esto hace que la voz de estos emprendedores privados no pueda ser escuchada en Cuba, lo mismo que la voz de los opositores y disidentes del régimen comunista, que quieren para Cuba un modelo político y social democrático y alternativo. El régimen castrista, representado por Díaz Canel hace mal en no tener en cuenta la opinión de los emprendedores privados.
Ellos con su voz pueden contribuir a propuestas relevantes de reactivación económica que sirvan para salir del agujero de forma eficiente, por medio de un esfuerzo conjunto privado y público, que permita vislumbrar un nuevo modelo de colaboración en el panorama gris y obsoleto del régimen social comunista cubano.
Si el sector privado empresarial cubano observara que el gobierno está atento a sus demandas y las lleva a la práctica, no sólo habría conseguido sus objetivos sino que habrá ayudado a este gobierno a recuperar la confianza del colectivo emprendedor privado y sentar las bases de un nuevo futuro basado en la cooperación.
Díaz Canel, atado a la servidumbre ideológica comunista, es incapaz de entender el papel espectacular que le atribuye esta actitud de escucha, y la oportunidad excepcional que le ofrece la historia, no solo para conocer de primera mano las demandas de los trabajadores por cuenta propia y los pequeños emprendedores cubanos, sino también para obtener de ellos una información del terreno y un expertise en la gestión de negocios, que le puede resultar muy útil para remover las trabas de la economía. En definitiva, una aportación inestimable a la hoja de ruta de la recuperación.
Por el contrario, lo que vamos a observar en Cuba es justo lo contrario. Un gobierno absolutamente convencido de que su propuesta es la única y la que se debe imponer al conjunto de la sociedad. Un enfoque para la recuperación muy titubeante que se concentra principalmente en el tema sanitario, porque este sector ha sido identificado por el gobierno como un instrumento fundamental para captar divisas mediante la venta de servicios médicos a otros países. Por desgracia, el gobierno no escuchará a las empresas privadas cubanas, y por ello, perderá esa oportunidad de hacer las cosas de forma diferente y desde luego mucho mejor.
El motivo es que en Cuba existe una clara ausencia de diálogo y consulta del gobierno con los distintos sectores sociales. El gobierno dice que dialoga, pero solo lo hace con las organizaciones de masas que soportan el sistema político e institucional, pero se muestra incapaz de escuchar la opinión de los sectores alternativos.
Ni siquiera escucha las recomendaciones técnicas y solventes de los think tanks y organismos de investigación independientes que empiezan a surgir en Cuba, dedicando a sus miembros todo tipo de ataques e improperios inmerecidos. Esta oportunidad de la COVID19 abre espacio para muchas cosas nuevas en Cuba, y una de ellas es el diálogo. No quepa la menor duda al régimen castrista que el sector privado empresarial en la Isla tiene mucho que decir sobre las reformas necesarias para estimular la actividad e iniciar cuanto antes el difícil camino de la recuperación económica.
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