Merienda escolar, la lucha diaria de las familias cubanas

¿Tiempo libre? Buscar comida. ¿Un dinerito extra? Buscar comida. ¿Un viaje a algún municipio? Buscar comida. Y en . la merienda escolar: que sea barata.

Una lunchera de un niño cubano. (imagen de referencia) © José Roberto Loo Vázquez
Una lunchera de un niño cubano. (imagen de referencia) Foto © José Roberto Loo Vázquez

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Este artículo es de hace 5 años

Los padres actuales heredaron la misma pesada carga de sus progenitores del diario bregar de buscar los alimentos que sus párvulos consumirán en la escuela, con la ingenua esperanza de que estos últimos, el día de mañana, no tengan que lidiar con la misma herida social.

Es que una de las peores maneras de empezar un día de semana para un padre cubano es descubrir que se acabó el refresco de sirope concentrado o el instantáneo, que ya no hay galleticas «baratas» o no queda queso «proceso» para el pan, o que este último no está fresco, así a cualquiera se le trastoca –aún más– la frágil tranquilidad.


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¿Es la merienda escolar un tema nuevo en la problemática social de los cubanos y cubanas que viven en la nación caribeña?

Para nada, y es justamente ese detalle lo que hace interesantes estas historias: que a pesar del paso de los años los viejos problemas de décadas atrás continúan hoy lacerando la cotidianidad de quienes permanecen en la isla, haciendo que el día a día a veces sea un difícil desafío de supervivencia.

Galletas para la merienda escolar. Foto: José Roberto Loo Vázquez.

“A esa hora sales y compras cualquier cosa en una cafetería, pero todos los días uno no puede gastar 10 pesos sólo en merienda para el receso”, asegura una madre y añade “tampoco puedo confiar en que mi hija compre comida a uno de los tantos vendedores que entran a la escuela, ellos no son capaces de ver si hay higiene, por ejemplo, son cosas que a algunos padres no les preocupan y les dan dinero y listo, asunto resuelto, pero a mí sí me aterra eso”.

Entonces la cotidianidad de la semana se convierte en una búsqueda incansable de las mejores ofertas, las más baratas, las que más resistan horas sin refrigeración, y a veces pensar en que el alimento sea más saludable o nutritivo pasa a un segundo plano, o ni se piensa en ello: resolver es el eje meridiano.

De tienda en tienda buscando, siempre buscando comida

¿Tiempo libre? Buscar comida. ¿Un dinerito extra? Buscar comida. ¿Un viaje a algún municipio? Buscar comida… una y otra vez de eso se trata vivir en la isla, en buscar comida, y en eso se invierte una buena parte de su existencia en Cuba.

Hallarla, cuando se trata de la merienda escolar, añade un componente: que sea barata.

“Tengo una amiguita en una tienda que siempre me avisa cuando sacan las galleticas baratas o que rebajen algunas. Me gusta comprar las que cuestan 25 o 20 centavos, o los sorbetos que se venden al mismo precio. Mi niña no come mucho y eso, con un refresco, resuelvo la merienda de la escuela”, asegura Yolanda, madre de Claudia, una pequeña de seis años.

Sirope de mandarina en una merienda escolar. Foto: José Roberto Loo Vázquez.

Añade que prefiere esa opción porque puede pagarla, al fin y al cabo, son cuatro o cinco pesos al día, más el refresco que le cuesta uno o dos pesos más o menos, “pero cuando no hay, pues me las arreglo con el pan nuestro de cada día y le agrego algo, puede ser perro caliente en lascas, uso uno en cada merienda, si la cosa está apretada tengo que estirar un poco más”.

Yolanda puede pagar. Más que pagar, puede elegir. ¿Y quién no puede hacerlo?

Ese es el caso de Reina, vecina del reparto Sueño, quien «agachada» y rezando por no ser descubierta aún recibe los «mandados» de su hermana fallecida “y son un alivio, entre ellos el pan que va directo a la merienda de mi nieta. Se lo damos con «brillo», no hay otra que dárselo con aceite. Con suerte le ponemos mortadella, pero siempre tenemos el miedo que se eche a perder por el calor, y un pomo con agua, a ella no le gusta el agua con azúcar, y los refrescos instantáneos están cada día más escasos y desaparecidos, si te empatas con un sobre de «Piñata» agradece y eleva los brazos, porque ya casi no los venden. Pero hasta ahí”.

Dime qué merienda llevas y te diré dónde trabajan tus padres

El llevado y traído tema de la merienda escolar ha tenido aparejado un componente: dime qué le pones al pan y te diré el poder adquisitivo de tu familia.

Cuando a Fidel Castro se le ocurrió la idea de dar meriendas escolares, en el lejano año 2000, con el objetivo de alargar la permanencia de los educandos en las escuelas, muchos criticaron la medida, pero a la larga no fueron pocas las familias que vieron solventadas sus preocupaciones de qué darles a sus hijos para comer en el horario del receso.

Todo el mundo sintió un alivio: quien no tenía dinero respiró, también quien carecía de tiempo para buscar, muchos se concentraron en reforzar la alimentación cuando los hijos estuvieran en casa…, y a decir verdad hasta los que tenían alto poder adquisitivo se sintieron beneficiados porque si hemos aprendido en años es que en Cuba ni los buenos momentos ni los malos duran para siempre, y ahorrar unos billetes siempre se agradece.

“Pero la quitaron, y por más que se pidió que volviera, pues nada. Y supongo que el país, que está pasando hoy por tantas situaciones «coyunturales» no la pondrá otra vez. Lo cierto es que cuando la quitaron volvió la preocupación de la merienda. En mi caso soy abogada de bufete y trabajo con varias empresas, una de ellas me da varias balitas de refresco al mes y pan con jamón y queso, y uso todo eso en las meriendas de mis dos hijas. Si te soy sincera es una de las razones por las cuales no he buscado un mejor empleo”, asegura una madre.

Pan con queso. Foto: José Roberto Loo Vázquez.

Sus hijas son de las que llevan «pan con jamón y refresco gaseado», un viejo mito en las escuelas porque al interior de un aula siempre, pero siempre, las meriendas escolares han sido reflejo de quien puede y quien no, con repercusiones, no pocas veces, en el bienestar de los niños.

“Y antes uno no era objeto de burlas como lo eres hoy. En mi época todos teníamos los mismos bolsitos tejidos con cintas plásticas de colores para sujetar cajas de pollo, por ejemplo. Pero la actualidad es diferente. De mi hija se burlan porque no siempre lleva pan con salchicha, porque su bolso no tiene a Minnie Mouse ni a Dora la Exploradora, o porque su pomo no es de los grandes, de esos que se abren y tienen un absorbente. No es solo lo que le echas al pan, es hasta la lonchera lo que miran, y los niños pueden ser crueles. Hay días que me gustaría que el uniforme no fuera solo la falda y la blusa, sino hasta que el blúmer fuera igual”, asegura Anabel.

Añade esta joven que “cuando iba a la escuela mis padres compraban muchos refrescos «Toki», los «Caricia» eran de mayor estatus, y los gaseados eran los de lujo. Sentía vergüenza cuando llevaba pan con aceite y olvidaba que algunos ni eso llevaban. Hoy entiendo el sacrificio que hacían porque yo lo estoy haciendo. Cuando hace un tiempo hubo crisis con la harina de trigo el pan se puso bien malo, y mi hija me comentó que se sentía mal por no tener pan y sus amiguitas sí. Recordé mis tiempos cuando me sentía menos que mis amiguitas”.

Precios de los perros calientes en Cuba. Foto: José Roberto Loo Vázquez.

Los problemas de Raquel se multiplican por dos: “tengo dos hijas, me gasto sin mentirte, dos paquetes de salchichas por semana, por lo bajito. Cada uno cuesta 15 pesos. Compro una bala de sirope al mes, si me topo con los porrones de 100 pesos mejor. Súmale que le tengo que dar dinero diario porque a veces quieren comprar chucherías como el maní. Y agrega que muchas veces ellas se cansan de lo mismo y entonces tengo que comprar mantequilla, mayonesa, mortadela… para no hacerte larga la historia, entre desayuno, merienda y reforzarle el almuerzo, porque almuerzan en la escuela y es malísimo, me gasto muerta de risa 700 pesos al mes”.

Y detrás de cada merienda…

Sacrificio de una familia, sudor en su más estado puro, y hasta un poco de dolor e impotencia por no poder darle algo mejor, al fin y al cabo, ¿qué es ser padre sino un diario bregar por el mejor futuro de su hijo?

Nidia compra las frutas más baratas que puede. Pero siempre enfrenta el dilema de la conservación de los alimentos: “Lo ideal es un refresco de diez pesos o de ocho, de los que son gaseados y sellados, o instantáneo o de sirope, esos no se echan a perder, pero mi hija es diabética, entonces se me complica la cosa”.

“Antes no me preocupaba por eso, solo de ahorrar dinero y no digo que sea la culpable de la diabetes de mi hija, pero hoy lloro cuando pienso que priorizaba ahorrar dinero por encima de la salud de mi hija. Hoy hago malabares con mi bolsillo y su merienda escolar para que ella coma saludable”, acota.

Dice preferir los cítricos pues cree que hechos jugo duran más en el pomo de su hija que otros como el de zapote o mango, por ejemplo.

“Y entonces viene el otro problema: aunque Santiago de Cuba se supone sea una de las tierras bendecidas por las frutas, no siempre las hay, por no decir, además, que es menos rentable apostar por ellas que por lo artificial… y todo por tener este maldito salario”, añade.

Merienda escolar… caminos actuales

Siguen siendo reflejo del estatus o poder adquisitivo de las familias de los niños, con la salvedad que a diferencia de años atrás, en el horario del recreo desfilan por los pasillos, patios y parques cuanta princesa, personaje épico y hasta etc., estén de moda en el mundo del animado infantil, convertidos en pomos, vasijas, luncheras, cubiertos y cuanto artilugio exista.

El menú sigue estando condicionado por una suerte de lucha entre lo que hay en la billetera o monedero y lo que aparece en la calle y en las tiendas, pues casi como recolectores, pescadores y cazadores, a la usanza de siglos atrás, se agarra lo que aparece, a veces sin mirar lo que es más saludable pues prima el criterio de lo bueno, barato y que aguante el calor.

Incluso con el incremento salarial, los precios actuales de las frutas, por ejemplo, no hacen sostenible que llevar de merienda escolar alimentos saludables sea una opción rentable, por esa razón muchos padres se vuelcan en caminos más factibles como las alternativas de los refrescos instantáneos o los llamados siropes.

Galletas para la merienda escolar. Foto: José Roberto Loo Vázquez.

La merienda escolar, el hecho de adquirir, conseguir, comprar… y una larga lista de infinitivos, alimentos destinados a los niños y adolescentes en la escuela, sigue estando plagado de inventos, una lucha perenne donde a veces se afecta la inocuidad de los productos, calidad, etc.

En la actualidad si se compara con décadas atrás, sí hay más oferta y variedad. Sin embargo, el poder adquisitivo del cubano ha decrecido mucho –aún con el nuevo salario del sector presupuestado–, debido a los altos precios de todo, incluyendo los alimentos.

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José Roberto Loo Vázquez

Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.


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