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El Partido Comunista sigue atenazado por el miedo y dependiendo de Estados Unidos a la hora de definir su política de prensa, como revela el documento “Política de Comunicación Social del Estado y el Gobierno cubanos”, publicado recientemente en Cubadebate y que aporta las novedades de contratar algunos servicios con privados y regular derechos laborales, incluidos salarios, de los periodistas y sus derechos de autor.
Estados Unidos y su política anticastrista han sido un factor legitimador y comodín preferido por los jerarcas de La Habana para justificar el desastre socioeconómico que el comunismo ha infligido a la isla; excusa que ahora extiende a la prensa estatal, fijándole límites y contenidos.
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Nada que objetar a este esquema de quien paga, manda. Pero los cubanos, a los que el régimen no deja de ensalzar por su “madurez política” ya son grandecitos para entender que el sistema de comunicación cubano, pagado con recursos estatales, responda a los intereses del gobierno y nunca de los gobernados, como pretende hacer ver la dictadura apelando a la palabra pueblo, tan gastada ya como el castrismo.
Pero no todo es antiamericanismo habitual, el documento se ocupa del tema salarial y de Derechos de Autor, de la definición de las reglas de juego para creadores audiovisuales y abre la puerta a que en la gestión de la comunicación estatal puedan contratarse algunos servicios con empresarios y pequeñas empresas privadas. Que es la principal novedad que aporta el documento, pero ya casi al final, y no como objetivo ni prioridad.
Por tanto, habrá que estar atento a las futuras reglamentaciones que surjan al calor de la orientación bajada a los jefes de organismo, directores de medios de comunicación, periodistas y ciudadanos en general, pues prevén promulgar un Decreto-Ley y estudiar la creación de un “organismo rector”, función que seguirá asumiendo el Comité Central del PCC hasta entonces.
Seguimos sin saber si publicaciones independientes y no sujetas a la financiación estatal como “El Estornudo” y “14ymedio” o comunicadores como Iliana Hernández, encontrarán sitio en ese esquema que avanza el documento y dejarán de sufrir acoso, detenciones intermitentes y cortas y desprecio oficial. Es importante que cese toda hostilidad contra la prensa independiente.
El texto se empeña en disimular, colocándole el apellido de social a Política de Comunicación; un auténtico disparate, incluso gramatical, porque la política y la comunicación son siempre sociales por su natural influencia en las sociedades, especialmente, en las aplastadas por un monólogo totalitario sexagenario y decadente.
Siguiendo en esa línea de novedades, el documento empieza con una gran revelación: el Partido Comunista es el rector de la política de comunicación; cualquier lector no avisado podría inferir que antes no fue así y que cada medio de comunicación establecía su línea editorial y prioridades informativas acordes a su criterio profesional.
Y luego, ya metidos en harinas, enumera los objetivos de dicha política como son “garantizar el consenso y la unidad” en torno a la patria, el partido, y la revolución socialista. Más claro, agua y también apunte novedoso, tras aquel “Dentro de la revolución todo, fuera nada”, que muchos cubanos entendimos mal hasta el punto que Virgilio Piñera sintió miedo, mucho miedo.
En este ámbito el más sincero fue Raúl Castro, proclamando la Constitución de 1976, cuando afirmó, sin embarajes, que “en nuestro país no hay libertad de prensa, y no lo ocultamos”; no puede haberla para servir a los intereses de la burguesía y los enemigos de la revolución; luego su hermano Fidel, solía apuntar ante periodistas estadounidenses que no podría existir un periódico contrario a sus ideas porque no había quien lo pagase.
Pero no se detiene ahí y avisa que el siguiente objetivo de la prensa debe ser potenciar el protagonismo del pueblo en la política económica en busca del socialismo próspero y sostenible; siguiendo la vieja tradición castrista de escuchar al pueblo para luego decidir la expropiación forzosa de grandes empresas y cuanto timbiriche resistió hasta 1968.
Otra tarea asignada por el PCC a la prensa es la de reforzar la identidad y la cultura de la nación; raro encargo en un país con bajísima tasa de emigrantes, orgulloso de su pasaporte y que presume de regular la creación artística para evitar el mal gusto y otras manifestaciones ajenas al deseo martiano de ser cultos para ser libres. ¿Verdad?
Por si no bastara, hay más retos para la prensa, que también debe contribuir a “generar en el país un ambiente de legalidad”. ¿Es qué no lo hay? ¿En qué fallan tribunales, policías y escuelas?
Tras incluir en el documento un fragmento de Palabras a los Intelectuales de Fidel Castro, donde avisa que “(…) por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la Nación entera, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella” Muy novedoso. El documento se desliza por vericuetos que provocarían risa, sino tuviera objetivos tan claros de aplastar cualquier voz crítica o disidente.
Y no se anda por las ramas a la hora de marcar los límites, dejando claro que la comunicación es un derecho ciudadano y bien público, sometido a las limitaciones que establece la legislación vigente sobre seguridad y defensa de Cuba. Tan novedoso, como aquel parón que dio Fidel Castro a una reunión con innovadores cuando, al enterarse, que se estaba transmitiendo en directo por televisión y radio, ordenó parar el rosario de disparates porque “luego viene el enemigo y nos copia las tecnologías de avanzada…”
El factor militar represivo por encima de la comunicación, es decir, que el propio documento limita la condición de bien público y derecho ciudadano en un mismo párrafo. Magnífico poder de síntesis.
Y si alguien alberga dudas, un poco más abajo, lo deja claro: “la comunicación es un recurso estratégico” de dirección del estado, el gobierno, organizaciones sociales y de masas, etc. La “Guerra de todo el pueblo” en blanco y negro, pero reduciendo la comunicación a mero instrumento al servicio del poder, aunque su estrategia defensiva siga padeciendo el hándicap de tener la mayoría de medios concentrados en un Combinado Poligráfico, que facilitaría una acción enemiga para destruir con un solo cohete tan valioso recurso; aunque los mimeógrafos encuevados en La Habana gruyere, quedarían a salvo.
Lamentable es un país con buenos comunicadores, con larga tradición en el sector, como lo demuestran que en La Habana de 1958 circulaban 42 periódicos y revistas de toda las orientaciones ideológicas y diferentes propietarios, incluido el Partido Socialista Popular (Comunista).
La mayoría de los periodistas cubanos son capaces y saben por donde deben ponerle el agua al coco; lo que sigue sin resolverse es la descapitalización humana que sufre la prensa con éxodo de profesionales, especialmente los más jóvenes, frustrados por el verde oliva predominante y traumas como la destitución fulminante e injusta de Pelayo Terry, como director de Granma.
Para tan corto viaje, no hacen falta tantas alforjas; ya avisó un avispado político de la Cuba republicana: a la prensa se le paga o se le pega; recemos porque sea siempre lo primero y, sobre todo, porque el gobierno cubano acepte el goce de la diferencia respetuosa, como antídoto para el miedo que lo atenaza e incomunica con la mayoría de los cubanos.
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