Yuveicys Macia Ferrera ―residente en el municipio del Mariel (Artemisa)― cumplió una condena de cuatro años de cárcel y hace nueve que salió en libertad.
Aunque asegura que desde que salió de prisión su conducta social ha sido impecable, no obstante, no ha podido tener un trabajo que se ajuste al perfil de lo que estudió.
A pesar de tener estudios de arte culinario, gastronomía, turismo e higiene de los alimentos, que le permitirían trabajar para darle a sus hijos "una mejor vida", precisa que no encuentra un trabajo acorde a sus deseos y a sus estudios.
“Aquí, en Mariel, en la Zona de Desarrollo, hay buenas ofertas de trabajo, pero no entiendo por qué razón o motivo no puedo laborar en ese lugar. Ya una vez más volví a entregar las planillas hace dos meses y no me han notificado. Parece que no soy idónea para ese lugar, tal vez por ser exreclusa o lesbiana”, ha escrito Yuveicys Macia en carta para la sección Acuse de recibo, publicada por el diario Juventud Rebelde.
La mujer añade que intentó trabajar como cocinera en la escuela “René Arcay”, donde estudian sus hijos, pero precisa que en ese caso la directora no la aceptó por su inclinación sexual.
Víctima de lo que considera una doble discriminación, Yuveicys pide que, aunque no obtenga un trabajo, por lo menos alguien le dé una “respuesta" sobre las causas de que la discriminen.
Aunque la población penal en Cuba sostiene el negocio de algunas empresas militares como PROVARI (Empresa de Producciones Varias), una vez que han cumplido su sanción, muchos presos comunes en Cuba tienen limitaciones para acceder a buenos trabajos.
Un funcionario de prisiones jubilado, entrevistado por Diario Las Américas, indicaba hace algunos meses que “la reincidencia en las cárceles cubanas es altísima", y añadía que "más del 30% de los reclusos regresan a la prisión".
"Si el trabajo de reeducación es malo, la posterior reinserción en la sociedad es peor. Haber estado preso en Cuba te marca de por vida”, sentenció.
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