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La industria azucarera cubana ha pasado de pelear por producir 10 millones de toneladas de azúcar en el año 1970 (un reto que no se consiguió) a cerrar la campaña 2017-2018 con poco más de un millón producido.
El objetivo a alcanzar este año era 1,6 millones, pero en la medida en que iba avanzando la molienda se fueron rebajando las expectativas y llegó a hablarse de 1,3 millones de toneladas.
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La meta estaba muy por debajo de lo conseguido en la campaña anterior (2016-2017) cuando se produjeron 1,8 millones de toneladas de azúcar, un dato superior al de 2015-2016, cuando la producción se quedó en 1,5.
Ahora el nuevo presidente del Grupo Empresarial Azucarero (Azcuba), Julio García Pérez, confirma en el Consejo de Ministros que los resultados se han quedado a la altura de la peor zafra de los últimos años, la de la temporada 2009-2010, en la que se consiguieron producir 1,1 millones.
La culpa la tienen las lluvias, según el nuevo jefe de Azcuba, que este martes certificó lo que todo el mundo veía venir desde enero pasado: que la zafra de este año ha sido un desastre.
De ahí que el primer secretario del Partido Comunista, Raúl Castro, diera la voz de alarma el miércoles en el acto central por el 26 de julio en Santiago de Cuba cuando describió la situación de las finanzas externas de la Isla y dijo que es "tensa" por la caída de las exportaciones de azúcar y del turismo.
Los primeros síntomas se dejaron sentir en enero. Las autoridades cubanas cancelaron sus exportaciones de azúcar y dieron por hecho que tendrían dificultades para cumplir con la demanda local tras las lluvias que arrasaron con los cultivos en plena zafra.
Después de casi 18 meses de sequía (hasta el 27 de noviembre, cuando empezó la molienda), las precipitaciones llegaron con fuerza y al final han sido superiores a la media histórica.
A eso hay que sumar la baja productividad de los equipos de cosecha y transporte así como "las deficiencias organizativas y de dirección en general", apuntó el nuevo presidente de Azcuba y recogió Cubadebate.
Esas "deficiencias organizativas y de dirección" vienen a darle la razón a los expertos que opinan que la economía estatal es "un agujero negro que se lo come todo".
Para evitar que el mal tiempo vuelva a coger desprevenido al sector azucarero, el presidente Miguel Díaz-Canel instó al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente a estudiar el comportamiento del clima en los últimos años para tenerlo en cuenta a la hora de hacer la planificación de la zafra. "Las estaciones están cambiando y tenemos que ser capaces de adaptarnos", recalcó.
El tiempo, el culpable
Las lluvias caídas en noviembre y diciembre de 2017 y enero de este año paralizaron la zafra desde Cienfuegos hasta Guantánamo, donde se concentra el 70% de la producción del país.
El sector ya venía tocado tras el paso del huracán Irma en septiembre de 2017, coincidiendo con el período de mayor crecimiento de la caña sembrada, que debía madurar para Navidades. La humedad no combina con la sacarosa. Mientras menos llueve, la caña es más dulce.
Irma se llevó por delante 330.000 hectáreas de caña en 10 de las 13 provincias que participan en la zafra. Los estragos fueron mayores en Camagüey, Ciego de Ávila y Villa Clara, según informó Granma en su momento.
En enero sólo habían empezado la producción de azúcar 26 de los 53 centrales que debían participar en la zafra 2017-2018. Los que estaban moliendo no lo hacían al 100% sino a medio gas. Un 21% acusaba los estragos causados por las lluvias y un 27% iba con retraso. La baja calidad de la caña tampoco ayudó y terminó estropeando máquinas, según la justificación que dio el rotativo oficialista.
Hoy el Granma ha confirmado el desastre. La zafra 2017-2018 se quedó rozando el millón de toneladas. La próxima contienda dará inicio moliendo la caña que quedó sin moler tras el fracaso actual.
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