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El hotel Torre K-23 de La Habana, cuya construcción debe concluir en poco tiempo, continúa originando críticas de expertos en arquitectura e ingeniería.
En opinión del arquitecto cubano Maurys Alfonso Risco, el edificio, situado en la esquina de las calles 23 y K, frente a la heladería Copelia, es solo un gran bloque cuyo diseño incumple las regulaciones urbanas de El Vedado y causa problemas a sus vecinos.
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"Un puñal en el paisaje de La Habana; un edificio de diseño trasnochado, con fachadas muy tecnológicas pero deficientes, sin gracia", definió.
Alfonso Risco recordó la molestia que causa el intenso reflejo que provocan los vidrios de la torre al recibir los rayos del sol directamente, y cómo algunos choferes alegan que a determinadas horas no se pueden ver las luces de los semáforos.
Todos estos problemas, aseguró, eran muy sencillos de evitar con medidas de protección solar que llevan décadas usándose en la arquitectura cubana, como las terrazas cubiertas, los aleros, las galerías cubiertas o las persianas.
En un artículo publicado en CubaxCuba, el experto se pregunta si se está haciendo arquitectura nacional o importando arquitectura para "satisfacer clientes e intereses de otro tipo".
"Suficientes argumentos existen para demostrar la falta de compromiso y la ausencia de profesionales implicados con la arquitectura cubana en la concepción de un edificio que 'se cocinó' en el extranjero, con una de las fachadas más deficientes en cuanto a diseño...", recalcó.
Otro de los problemas de la edificación es que resulta muy agresiva en el skyline de la ciudad.
"Es más alta que el obelisco a José Martí, algo que nunca debió permitirse, como no se permite en Washington DC hace más de cien años sobrepasar el Capitolio", comentó el especialista.
Para él, si la torre se hubiera construido en la zona baja de La Rampa, sería menos traumática para la imagen urbana.
Sin embargo, en plena avenida 23, con una pared cortina similar a cualquier motel de carretera secundaria de Estados Unidos, no es más que la imagen de una ciudad detenida en el tiempo, con un aire midcentury, destinado al turismo de nostalgia.
"Vendrán más torres, eso es innegable, a Dios rogamos que sean mejores y se aprenda de esta. (...) Parece, sin embargo, que no aprenderemos, o no nos interesa. O les gustan las excepciones, violaciones e imposiciones 'de arriba' a las diferentes instituciones responsables del ordenamiento", lamentó.
La gestión del hotel Torre K estará a cargo de la compañía española Iberostar. Posee 154 metros de altura y 42 pisos, con 565 habitaciones que ostentarán la categoría de cinco estrellas.
Construido desde cero con capital totalmente cubano, ha sobrevivido a las sucesivas crisis y vaivenes económicos que ha atravesado el país desde 2018, año en que inició su ejecución. Su terminación está prevista originalmente para 2022.
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