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El tardocastrismo, cuesta abajo en la rodada, no ha tenido más remedio que pedir a Biden ayuda de emergencia, intentando contener la justa ira popular; que puede derribar los restos de la dictadura más antigua de Occidente y sabiendo que la Casa Blanca podría acceder para evitar una implosión a 90 millas náuticas de su costa sureste, que soporta la mayor avalancha migratoria cubana de la historia.
El conflicto real de Cuba es la pasión liberticida y totalitaria de la casta verde oliva y enguayaberada; testaruda, ciega y sorda, despreciando a los cubanos, que conceden a gestos de Biden y otros gobiernos, la condición de alivio temporal de la metástasis comunista que los convirtió en enfermos crónicos, sin solución para el cáncer sexagenario de base.
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Los cubanos no se merecen un gobierno tan desvergonzado que agrede cada dos por tres al imperio y, por debajo de la manga, saca la manita pedigüeña, suplicando limosnas, cual monjas recaudadoras.
La súplica de Díaz-Canel refleja que se ha impuesto el sector reformista al duro, pero mientras Cuba no avance hacia un escenario pretransicional a la democracia con reformas políticas y económicas de envergadura, ambos clanes convivirán, vigilándose mutuamente, y unidos en el miedo al cambio y sus consecuencias para sus vidas y haciendas.
El pánico es el verdadero árbitro de la crisis cubana, pues el general estribado y dueño de la vaquita seca, agotó sus últimos cartuchos con la imposición de Díaz-Canel como hombre pródigo, que ha degenerado en gallo huidizo y con herida noble en el buche. Toda un promoción de burócratas made in Machado Ventura para tener que mandar al octogenario general Espinosa Martín a rescatar lo que queda de Pinar del Río.
El juego de La Habana pretende comprar tiempo político, obteniendo recursos frescos del mercado más dinámico del mundo, distribuirla en función de sus maquiavélicos intereses, y poner a Bruno Rodríguez y gusañeros a decir que el salve emergente es una muestra de lo que ambas naciones podrían alcanzar en un clima de normalidad.
Rara apuesta por la normalidad de uno de los regímenes más anormales del mundo; pero como esa perversa pirueta, casi siempre ha funcionado; los zares de Siboney no cejarán en su empeño de engañar a la Casa Blanca; como vienen haciendo históricamente, excepto con Trump, que les apretó los huevos hasta dejarlos casi sin resuello.
La maquinaria gobbeliana del Palacio de la Revolución no tardará ni un segundo en activar sus guayaberos centinelas para rebajar el posible gesto de Biden y atribuirlo al prestigio de Cuba y la solidaridad de sus amigos en Estados Unidos; fiel a su estilo de esparcir mentiras tralalá.
El continuismo militante y vacío insiste en evitar las reformas estructurales que Cuba demanda a gritos y promover un diálogo nacional, poniendo las mejores ideas al servicio de la nación, sin exclusiones ni condicionamientos. ¿Si el régimen es capaz de dialogar con Estados Unidos porque no escucha a los cubanos?
Pero en toda maniobra hay tropiezos y el enésimo intento de estafa tardocastrista ocurre en medio de su peor crisis sistémica y con una situación internacional adversa para La Habana; debido a la política doméstica en Estados Unidos y a los problemas internos e intereses de sus escasos y prudentes aliados, que no se van a enfrentar a Washington por una causa perdida y sin valor de recambio geoestratégico alguno.
Biden está a las puertas de las elecciones de medio término, que renovarán parcialmente la Cámara de Representantes y el Senado; cita a la que el Partido Demócrata acude con un balance desigual y riesgos para mantener escaños, como las recientes rebeliones de gobernadores ante la ola de emigrantes, que generan dificultades a gobiernos e incomodidad a votantes; incluidos los que antes fueron emigrados; circunstancias que obligan a gestos medidos y defendibles ante la influyente opinión pública estadounidense.
En dos años, el presidente estadounidense deberá decidir si opta a la reelección o cede el testigo y, si fuera reelegido, podría plantearse tener algún gesto adicional hacia Cuba, pero a estas horas nadie, ni siquiera los propios tardocastristas y sus fanáticos, puede garantizar que llegarán vivos políticamente a noviembre de 2024.
Biden y Hillary Clinton, son líderes más ideologizados que Barcak Obama; detalle que La Habana suele pasar por alto en sus erróneos análisis de Inteligencia política, que sigue sin dar pie con bola, creyendo que la excepción puede ser regla, en su afán ojalatero; ojalá que...
Venezuela está pendiente del anuncio de Washington del levantamiento total o parcial de las sanciones OFAC contra personeros tardochavistas y sus testaferros; sabiendo que los juicios abiertos en Estados Unidos seguirán su curso, una espada de Damocles para Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y sus secuaces.
México ya casi ha agotado las opciones de solidaridad con Cuba que los escasos márgenes del Tratado de Libre Comercio y el pacto migratorio con Estados Unidos conceden a López-Obrador, que fue a la isla a pedir reformas y aun espera a que llueva café en el cordón de La Habana.
Nicaragua sufre una ola represiva orteguista-murillana ante la crisis política y económica, derivada del fin de las subvenciones chavistas y el fantasioso proyecto chino de un nuevo canal interoceánico y su compromiso lleha hasta facilitar la ruta de los volcanes, para quitar presión a la olla castrista.
Colombia, Chile, Argentina, Bolivia y Perú saben que no hay segundo round del ALBA, que pagaba Hugo Chávez delirantemente, y que el camino más acertado para sus intereses políticos y de sus naciones consiste en una medida equidistancia entre La Habana y Washington; como hará Lula da Silva si gana las elecciones en Brasil; sobre todo, si ocurre en segunda vuelta.
Las izquierdas democráticas latinoamericana, estadounidense y mundial mantendrán su demanda de levantamiento del embargo económico y poco más, porque están hartas del comunismo de compadres cubano, que se aferra a esquemas de Guerra Fría superados por la tozuda realidad.
Rusia está empantanada en Ucrania, que ha desgastado al putinismo y ha agravado la crisis económica; Irán está sacudido por las valientes mujeres antivelos chiitas y pendiente de retomar el acuerdo nuclear con Occidente, vital para los ayatolás, aunque alternen la guapería con la negociación; sabiendo que Israel los mantiene kolimados.
China está a las puertas del XX Congreso del hegemónico partido comunista, donde Xi Jinping tendrá que conseguir su deseada reelección lidiando con cuatro desastres: la economía; amenazada por una crisis financiera sistémica, la pandemia de COVID-19, el explote de la burbuja inmobiliaria y la retirada en masa de inversores extranjeros.
Lógicamente, la estrategia mentirosa del tardocastrismo no tiene espacio para tantas y amargas verdades y, si internamente corta Internet para tratar de esconder la evidencia de su continuo fracaso; de afuera solo cuenta lo bueno que son sus aliados circunstanciales y lo malo que es el imperialismo yanqui, aunque no pueda vivir sin tan maligno vecino.
Las relaciones internacionales se articulan por intereses, no por sentimientos; pero vayan marcando en la cola para ver en directo el rigodón final del tardocastrismo ese embullo que empezó apostando al socialismo próspero y sostenible y anda como el sevillano gallo de Morón; sin plumas y cacareando.
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