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En medio de la peor crisis sanitaria que ha vivido Cuba en las últimas décadas, el mandatario Miguel Díaz-Canel criticó a inicios de agosto la "pasividad" de su gobierno ante el fenómeno de la venta ilegal de medicamentos en el mercado negro y ordenó a los gobernadores de todas las provincias tomar cartas en el asunto y coordinar con el Ministerio del Interior el decomiso de todas las medicinas.
“Se acabó la contemplación en los territorios con la venta ilegal de medicamentos, eso no se puede permitir y tenemos todas las maneras operativas para hacerlo”, dijo durante una reunión del Grupo Temporal de Trabajo creado para el enfrentamiento al COVID-19.
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Criminalizar el fenómeno a escala social fue la respuesta del gobernante ante las continuas denuncias de la población por la escasez de fármacos en el país, sin embargo, las autoridades continúan sin darle solución a la raíz del problema.
El alza de precios de cualquier bien o servicio se debe a la escasez del mismo. Si los precios son altos, la culpa es de lo que provoca la escasez.
¿Qué provoca la escasez de medicamentos en Cuba?
El monopolio de la fabricación de medicamentos en el país lo posee el Estado y es evidente su incapacidad para gestionar efectivamente cualquier producción. No son aptos, siquiera, para garantizar lo que por años ha sido su caballito de batalla: la medicina.
Si la producción nacional se hace imposible, queda la alternativa de importar los fármacos. En este orden, sabemos que el poco dinero que se recauda en el país se gasta ineficientemente y que la salud no es tan priorizada como los gastos en represión. Esto ha sido más evidente aun con el amplio despliegue de efectivos y equipamiento militar luego de los sucesos del 11 de julio del presente año. Con lo cual inferimos que no hay presupuesto para comprar medicinas, aun cuando sí lo ha habido para el sector militar.
El mercado negro que genera la economía centralizada, una vez más, intenta suplir las deficiencias de estas, surgiendo así agentes económicos, las conocidas «mulas», que viajan e importan los medicamentos. De aquí surge una pregunta: ¿Son suficientes estas importaciones?
Evidentemente no, es impensable que unas pocas personas con capacidad de importación limitadísima (limitada al equipaje personal de cada viajero) puedan suplir las necesidades de una población entera. Más aun cuando los viajes se han reducido o prohibido a muchos países típicamente frecuentados por los viajeros cubanos.
Estas limitaciones de vuelos ocasionan que viajen muy pocos, se incremente el costo de los pasajes y, por ende, el costo de importar los medicamentos y su precio final.
La disponibilidad (oferta) de medicinas en el mercado es extraordinariamente baja en comparación con la demanda. En consecuencia, lo normal es que sus precios suban extraordinariamente. Este alto precio actúa como un incentivo para que más personas quieran importar medicinas y ganar más dinero, lo que haría incrementar la oferta en el mercado y disminuir los precios.
¿Por qué no han bajado los precios entonces, si esto es un incentivo a que aumente la oferta y disminuyan los precios?
¡Oh, sorpresa! El Estado no produce, no importa, impide que más personas viajen y traigan medicamentos con las limitaciones de vuelos y no contempla la comercialización privada de medicamentos, por lo que tampoco existen empresas privadas importadoras y distribuidoras de fármacos. Es decir, la oferta está estancada, no aumenta y, por tanto, no disminuyen los precios.
A ello, añadirle el agravante de que ahora hay una cacería a la «venta ilegal de medicamentos». ¿Qué constituye venta ilegal de medicamentos? Cualquiera que no sea la estatal.
Por donde sea que lo mires, la culpa es del Estado cubano. Criminalizar a los que venden medicamentos, cuando están supliendo una necesidad que el Estado genera, es como tener hambre, no saber cocinar y pelearte con el único cocinero de tu pueblo.
En resumen, lo que pasará es que no habrá importación ni venta de medicinas. Es decir, no habrá medicinas, ni caras, ni baratas, ni regaladas. Simplemente, no habrá. Hay muchas personas que no pueden pagar un alto precio, pero hay otros que sí y esos están beneficiándose.
Criminalizar un negocio legítimo porque la oferta es baja y, por tanto, sus precios altos, es cosa de resentidos sociales y socialistas. Más aún cuando la escasez es generada por el mismo Estado socialista que, encima, impide el crecimiento de la oferta y disminución del precio.
"Están traficando con el sufrimiento ajeno”
Asumamos ahora el buenismo de "están traficando con el sufrimiento ajeno, no tienen conciencia humana, deberían regalarlas", etcétera.
La importación no es un acto de caridad, sino un negocio. Uno hace acto de caridad cuando tiene mucho, ergo, los cubanos no están aptos para hacer caridad, por regla general. Como decimos popularmente, «todos estamos en la luchita».
Como todo negocio, tiene costes que cubrir y se hace vendiendo a un precio que lo permita. Además, nadie trabaja gratis, tienen que sacar un margen de ganancia.
Pero imaginemos el caso en que todos tuviesen esa supuesta "conciencia humana" y no vendieran las medicinas, ¿crees que todos los que están vendiendo ahora regalarían sus medicinas? Por supuesto que no, preferirían guardarlas en caso de que la necesitaran más adelante.
Es decir, el buenismo de no vender medicinas, porque supuestamente es inmoral, no conlleva a que automáticamente las regalen, sino a una importación reducida para consumo personal y no para hacer caridad. Es, precisamente, el egoísmo racional el que hace el bien común.
Es ese egoísmo racional de obtener una recompensa a cambio de un medicamento el que satisface la necesidad de medicinas de la sociedad. Criminalizar eso es absurdo y contraproducente. Los buenismos tienen un impacto casi nulo en la resolución de problemas sociales.
Si la venta de medicamentos a un alto precio le resolvía el problema a 100 personas que podían pagar, la supresión de esta venta ocasionará que ni esas 100, ni los que no podían antes, puedan acceder a los medicamentos. Celebrar eso es cosa de resentidos sociales.
Si fuese privada la producción de medicinas, se permitiera libre importación y distribución comercial y no se persiguiera esta actividad, el aumento de precios hubiese sido considerablemente menor y fugaz. Sin embargo, el Estado lo hace todo al revés. Vean los resultados.
¿Qué hacer frente al robo de medicamentos en los hospitales y farmacias?
Ante un acto delictivo, lo racional sería combatirlo, claramente. Sin embargo, no podemos olvidar que el incentivo de ese robo, ya sea para vender o guardar para consumo personal, es la escasez. Querer mitigar eso es solo intentar eliminar una consecuencia que resurgirá, una y otra vez, hasta tanto se solucione el problema: la escasez creada y agravada por la ineptitud del Estado cubano y la economía centralizada.
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