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No por esperado deja de sorprender lo rápido que se han movilizado periodistas como M. H. Lagarde e influencers como Mariela Castro para atacar al Cuba Free Fest celebrado en Miami este sábado.
Llama la atención que Lagarde, el autor del texto publicado en CubaSí, descubra a estas alturas que en Miami no tragan al castrismo desde hace sesenta años.
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En este medio corretean ahora escandalizados por “la abundante mediocridad que mal florece en el pantano de la incultura que es Miami”.
Con la política de la administración Obama se suavizaron las restricciones de viajes, se reinstauraron las relaciones diplomáticas y se permitió el intercambio cultural entre artistas de uno y otro lado. De pronto, Miami era un crisol de culturas.
El cambio en la composición demográfica del exilio, las nuevas generaciones de emigrantes cubanos, la ilusión de aperturas en Cuba: todo conspiraba a favor del acercamiento entre Miami y La Habana con la construcción de un puente cultural.
Comenzaba el idilio del régimen con los culturizados dólares miamenses. De repente todo era amor, superación de viejos odios, fraternidad entre cubanos y empeño por tender puentes al diálogo, al conocimiento, al arte y a todo aquello que no fuese, o sonase a política.
Van Van volvía a Miami en 2010, una década después de haber sido repudiados por parte del exilio, que llegó a lanzar piedras a los músicos en el teatro Arena de la ciudad. Formell prefería no hurgar en el pasad. "Ya no es el Miami de aquella historia", llegó a decir.
He ahí la cuestión. Músicos cubanos llenaban estadios y salas de concierto, cobraban en dólares y volvían a Cuba a gastarlos sin ningún problema. En el Consejo de Estado, o donde sea que irradia el poder en Cuba, alguien vio que aquello era un negocio redondo. El dinero entrando, los músicos saliendo, la gente bailando y los que no, tristes y pobres amargados. Se instituyó la “gozadera”.
La Charanga Habanera, Buena Fe, Omara Portuondo, Silvio y Pablo, entre muchos otros, fueron y volvieron a Miami y otras ciudades norteamericanas sin problemas. El régimen los consideraba casi como embajadores de ese “clima de confianza”. Claro, una vez llamados a consulta, tenían que subir al escenario del momento, fueran tribunas abiertas, Punto Cero o el Protestódromo.
Hasta que, ya en tiempos de Donald Trump, surgió el youtuber Otaola, un fenómeno viral que penetró en las peores pesadillas del régimen. Este muchacho tuvo la mala educación de señalar, qué cosa fea. Y señaló la incongruencia de aprovechar el capitalismo para lanzar carreras artísticas y ganar dinero, para luego cerrar los ojos, bocas y oídos, o directamente aplaudir al régimen comunista por sus presuntas virtudes.
En cuestión de meses colapsó la institución de la “gozadera”. Se formó tremendo chanchullo y el aparato entendió que tenía que defender lo suyo, a Cuba sobre todo. Si Otaola señalaba a ciertos artistas que vivían o actuaban en Miami, y luego compartían escenarios oficiales en Cuba, el régimen se rasgaba las vestiduras por ese atropello a la cultura y contra la concordia de los cubanos.
El viceministro de cultura, Fernando León Jacomino, aseguraba que Gente de Zona estaba siendo sometida a una “tortura mediática” que “los obligaba a declarar en contra de Cuba para mantener su carrera internacional”. Pero en declaraciones a la agencia Sputnik, aseguraba que no habría represalias contra los cantantes.
“¿Nos vamos a distanciar de esos muchachos que se formaron en Cuba y que además fueron a La Habana y no cobraron un peso por hacer ese concierto? Nosotros no nos podemos dar ese lujo”, decía el viceministro golpeándose en el pecho.
Y muy a pecho se lo tiene que haber tomado Jacomino, a juzgar por las 3500 palabras del artículo suyo “Ese pedazo de tierra te pertenece” publicado en La Jiribilla, en el cual defendía el derecho de los artistas a vivir fuera de Cuba, volver, entrar, salir, nadar y guardar la ropa. Vamos, desarrollar su arte y ganar dinero sin dilema alguno, menos políticos.
Hubo otros que también corrieron a sostener el pilar social de la “gozadera”. El embajador en Washington, José Ramón Cabañas, defendía así a Gente de Zona: “Políticos de Miami piden excluir a artistas cubanos de un concierto local… ¿Terrorismo cultural?”.
Ahora, según CubaSí, ya se ha consumado la infamia. El artículo de Lagarde exhibe nuevamente el arsenal de insultos y manipulaciones clásicas del régimen hacia la “gusanera” de Miami, en versión 5G-2.0. Sumisos y mediocres sin patria, así ven ahora a Gente de Zona, sin percatarse que sumisos son los que aun hacen loas al régimen.
Lejos quedaron ya aquellos post de la influencer Mariela: “Multitudinaria gozadera con Gente de Zona en el malecón de La Habana”. En aquella ocasión, la sobrina del dictador recogía una frase de Alexander Delgado: “Quien se olvida de dónde viene no sabe hacia dónde va y nosotros somos de Cuba”.
Ahora, en su Facebook se apresura a pegar el último párrafo del infame artículo de CubaSí. ¿Habrán sentido vergüenza de tanta indignidad?, se pregunta a coro con Lagarde. "He visto a mucha gente de su gentuza bailando con esta gentuza”, respondía Alexander Delgado días atrás al espía jefe de los CDR.
La respuesta que da el Cuba Free Fest a la sobrina influencer y su séquito de palmeros por boca de los ahora denostados Gente de Zona es: “La cosa está bien dura, la cosa está divina… Y se formó la gozadera, Miami me lo confirmó”.
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