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Hace unos días varios puntos de venta, casillas y bodegas de Santa Clara, tenían una buena oferta: ¡Queso camagüeyano a 20 pesos la libra!
Enunciar la procedencia en improvisados carteles era una estrategia de marketing, instintiva pero eficaz, basada en ese sentimiento de incapacidad nacional que ha ganado fuerza entre los cubanos, quienes aceptan ya que “todo lo bueno viene de afuera”, un juicio que aplica también entre provincias. Decir queso camagüeyano tiene el mismo efecto que decir queso cienfueguero o pinareño, porque el villaclareño resentido con las insuficiencias y chapucerías que lo agobian, quiere creer que si algo proviene de otra provincia tiene que ser indudablemente mejor.
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Sin embargo, en este caso no fue así. Tras el furor de los consumidores rasos y de los cuentapropistas, por estos días sitiados, vino la decepción: aquel queso no despertaría el orgullo de ningún camagüeyano y mucho menos de los compradores villaclareños.
“Yo compré cuatro libras porque a mi hijo le encanta y me resuelve para la merienda, además estaba barato y fácil de coger, aquí que nunca hay queso. El sabor no era el mejor, pero podía comerse”, explica una compradora que al día siguiente se sintió, más que estafada, “ofendida”, según sus propias palabras.
“Pico un pedacito y veo algo abultado y más oscuro, entonces con la propia punta del cuchillo trato de averiguar qué era y encontré una garrapata pequeña. Me dio tanto asco como rabia. Entonces empecé a picotear aquello en lascas finas y me quedé pasmada al encontrar otras más grandes, entonces le tomé la foto”, explicó.
“Sí, es verdad que escasea la comida, pero no por eso nos vamos a comer cualquier cosa o vamos a desatender la higiene, ¿verdad? Está muy mal que no haya un mínimo de respeto hacia el consumidor. Somos personas, no somos animales”, argumentó ella y preguntó: “¿Si eso estaba en el pedacito que te llevaste para la casa qué habrá en una pizza elaborada por una entidad estatal o particular?”
No es primera vez, sin embargo, que se genera malestar a partir de la venta de productos lácteos con algún grado de descomposición o contaminación en Villa Clara.
La industria láctea y también algunas entidades del comercio y la gastronomía han sido cuestionadas por vender bolsas de leche selladas con moscas o partículas sólidas dentro, tal y como denunciaron en su momento la radio local. Hace unos meses también CiberCuba dio cuentas del queso con gusanos que se vendió en la pizzería el Pulman, una de las más céntricas de la ciudad.
Si bien no ha faltado quien busque justificar esas “fallas” con los problemas técnicos derivados de la obsolescencia de la industria láctea de la provincia, esta vez sería muy difícil aceptar una justificación así, tomando en cuenta que el alimento fue producido en Camagüey, tal y como indicaban desde los puntos de venta donde se expendió.
A los villaclareños se les ha presentado a la provincia agramontina como un modelo a imitar en materia de producción láctea, y no en vano el gobierno provincial trajo a directivos camagüeyanos para que llevaran a buen puerto la misma industria que los jefes villaclareños precedentes no lograron enrumbar.
Sin embargo, el nuevo equipo de dirección tampoco ha podido encarrilar el desempeño de la cuestionada y tambaleante empresa, envuelta en escándalos, robos, procesos judiciales y hasta “atentados productivos”, según la denuncia de sus propios directivos.
Más allá de la presencia de insectos del caso que nos ocupa, el pasado lunes se produjo un “corte masivo” que conllevó la reposición de 7 624 bolsas de leche doble (o concentrada), la quinta parte del número asignado ese día a los niños menores de 7 años en la ciudad. En este caso, según explicó a la radio santaclareña CMHW, el director de la empresa láctea en la provincia, Roberto López Hernández, la descomposición del alimento se debió a irregularidades con el proceso de refrigeración industrial.
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