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El gobierno cubano silenció la muerte del teniente coronel (r) Luis Francisco Pérez Pérez que, en 1996, disparó contra dos avionetas de "Hermanos al Rescate" en aguas internacionales, cumpliendo una orden del entonces ministro de las FAR, Raúl Castro Ruz, y frustrando el deshielo bilateral que intentaba el presidente Bill Clinton.
Paco, como era conocido por sus compañeros y amigos, fue un buen piloto y compañero, sorprendiendo a propios y extraños con su gritería, al ver caer al mar las avionetas tocadas por los cohetes que acababa de disparar y mataron a cuatro cubanos emigrados en la flor de sus vidas: Armando Alejandre Jr, Mario de la Peña, Pablo Morales y Carlos Costa.
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Tras su jubilación de la DAAFAR, donde no consiguió ascender a coronel, Paco trabajó como chofer en el Palacio de Convenciones y militó en el partido comunista hasta su muerte, desapercibida para la prensa estatal, que no ofreció detalles de su óbito y posterior cremación.
"Estas cosas son así, Paco cumplió una orden, pero solo sus compañeros sentimos y evocamos su muerte", comentó un piloto jubilado, que rehusó ser identificado.
El azar quiso que fuera Pérez Pérez quien disparara contra las avionetas, pese a que la Guardia Combativa llevaba días cazando a "Hermanos al Rescate"; incluso, unos días antes, la jefatura de la DAAFAR frustró el ataque porque en uno de los aparatos volaba el espía Juan Pablo Roque.
Pérez Pérez, cuya experiencia total de vuelo superaba las 1,800 horas, en el momento del derribo de las avionetas acumulaba 26 años como aviador, había guerreado en varios países. Se graduó como piloto de MiG-21MF en la Unión Soviética (1975) y pasó la mayor parte de su carrera en la Base Aérea de San Antonio de los Baños, donde llegó a ser jefe de Información (Inteligencia) y escuadrón de Mig 23BN.
Desde el asesinato de los cuatro jóvenes cubanos, que sigue impune, asumió un perfil muy bajo, hasta que los periodistas cubanos Rafael Solano y Jesús Díaz Loyola revelaron su identidad y el audio secreto de Raúl Castro comentando los hechos, respectivamente.
Con su muerte, ocurrida la semana pasada en La Habana, se extingue su responsabilidad penal en el juicio abierto en Estados Unidos.
A raíz del derribo de las avionetas, considerado como una ejecución extrajudicial por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Clinton accedió a firmar la Ley Helms-Burton, que reforzó el embargo a Cuba.
Raúl Castro, que ordenó el derribo, intentó justificar el crimen alegando continuas "provocaciones" de "Hermanos al Recate" con incursiones aéreas sobre La Habana, pero sus explicaciones no convencieron a la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) ni a la opinión pública porque Cuba tenía medios aéreos suficientes para obligar a aterrizar a los intrusos aéreos y juzgarlos.
Un exmiembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, que estuvo cerca de Fidel Castro en aquella época, sostiene que el derribo de las avionetas "incomodó al comandante en jefe, que estaba esperanzado con un arreglo con Clinton y vio cómo Raúl (Castro) halaba el mantel y arruinaba el diálogo".
Durante una reunión previa al derribo de las avionetas, "confesó sentirse contento porque pronto habría buenas noticias sobre las relaciones con Estados Unidos", concluyó.
Otros testimonios aseguran que Fidel Castro habría preguntado a visitantes estadounidenses cuál sería la reacción de Clinton ante el posible derribo de aviones de "Hermanos al Rescate" y que sus interlocutores lo habrían tranquilizado asegurando que descartaría una acción militar, incluido un Golpe Aéreo Masivo (GAM) contra La Habana.
La acción de Pérez Pérez provocó una reacción en el FBI que -hasta entonces- no había prestado la debida atención a la Red Avispa, desmantelada finalmente en 1998, pero que mantenía perforada desde sus inicios, gracias a las informaciones de Edgerton Ivor Levy, que llegó a las costas de Florida como el agente Ariel, de la Dirección de Inteligencia de Cuba.
Solo Pérez Pérez y su hermano Lorenzo Alberto, que lo acompañaba ese día y sigue sujeto a juicio en Estados Unidos, saben cómo vivieron estos 27 años, soportando el peso de la muerte de otros cubanos desarmados e indefensos, al cumplir una orden de Raúl Castro, que frustró otro intento de deshielo con Estados Unidos, pero puso al FBI sobre la pista de la traidora Ana Belén Montes.
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