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Al revés. Martí es la antítesis del horror en el que han sumido ustedes al país de sus desvelos. Martí es patrimonio de todos menos de ustedes. De todos, escúchenlo bien, con excepción de ustedes.
La aberración disfrazada de periodismo emitida este martes por el Noticiero de la Televisión Cubana para asesinar moralmente a cuatro sujetos en La Habana, y una activista de Miami, en relación con las acciones del grupo Clandestinos, intenta colarnos el gol, deslizarnos la hostia envenenada que hace falta escupirles a la cara.
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En el minuto 2.47 de su material incriminatorio, el locutor de turno que presta su voz para esta indecencia represiva se dirige al espectador: “Observe cómo dañan un símbolo de la Revolución Cubana, cómo hieren la sensibilidad de quien se sienta patriota y cubano”, mientras muestran a los dos detenidos vertiendo sangre sobre un busto de yeso que esa misma Revolución nos ha hecho creer que es Martí.
Y aquí planto yo mi bandera: si te refieres al adefesio fabricado en serie, la cabeza amputada que intenta asemejarse al Héroe Nacional cubano, ahí te firmo con mi puño y letra. No podía ser de otro modo. Los cubanos que aprendimos a pensar como hombres libres, a no ser bribones según el propio concepto martiano, estamos de acuerdo en que esos bustos infames son símbolos como pocos de la Revolución Cubana.
Pero Martí no. Calma pueblo, calma cuadro entusiasta, calma, abusador. Martí es símbolo de todos los cubanos de este mundo que amamos la cultura, la libertad, la bondad y el decoro, palabras tan martianas que es imposible teclearlas sin sentir que algo de ese prócer asoma incluso sin buscarlo.
Martí no es, no podría ser símbolo del proceso más divisivo y excluyente que ha parido el pueblo cubano en toda su accidentada historia. Martí hablaba de Patria como Humanidad y buscó dar con una fórmula del amor triunfante que nos incluyera a todos, y que sirviera para el bien de todos.
La apropiación de José Martí y el sacrilegio al que han sometido su nombre, su legado, su obra, es otro de los interminables crímenes morales que en nombre de una revolución farsante terminó por cometer un puñado de vándalos con barba.
Y han vapuleado a Martí como les ha dado la gana: colgándole la autoría intelectual de un asalto a dos cuarteles, por ejemplo, paradigma de operación fallida que para colmo de locura nacional se ha terminado celebrando cada 26 de julio. Un aquelarre que tiene de todo lo perverso imaginable, y nada de José Martí.
Los cubanos que no aceptamos vivir sin libertad porque nos marchitábamos, como cuenta el mismo Apóstol en los Dos Ruiseñores de su obra maestra para los niños, conservamos en mil y un exilios los símbolos martianos por los que ese gran hombre puede sentir verdadero orgullo.
Tampa guarda con un celo precioso los sitios donde el prócer arengara a tabacaleros para sumar sus monedas a la causa cubana. Bajo el podrido dogma del castrismo, Martí debería llamarse mercenario por recaudar sus fondos de este lado del mar. En Tampa se le adora, como en San Agustín conservamos como reliquia la última morada de nuestro Félix Varela, que tampoco es símbolo de ustedes ni de nada que no sea luz y esperanza.
En Nueva York, la capital de este mundo, hay una estatua ecuestre hermosísima en su honor que ha terminado por darle al Central Park todavía mas poder inclusivo, más amor.
En Miami hay sitiales martianos, monumentos hermosos, calles con su nombre, escuelitas con su nombre, pero sobre todo, por encima de todo: en Miami se conserva la rebeldía que emana de su nombre. La conciencia martiana de que no es vida la que se vive de rodillas bajo un tirano opresor. En Miami sabemos de dolor, de destierro, de cárcel, símbolos cien veces más martianos que los bustos miserables con los que ustedes han querido disimularle al Maestro la traición.
Quédense con sus lemas podridos y sus miserias. Quédense con el Ché Guevara y con Fidel Castro. Quédense con los 26 de Julio, los CDR y las libretas de (des)abastecimiento. Quédense con los insultos, los abusos de poder, los edificios con grietas que gritan la muerte de tantos muertos. Quédense con los tiburones de buen apetito, con los paredones, los actos de repudio, con las UMAP. Quédense con los bustos, con todos y cada uno de esos bustos que producen en masa con la misma desidia que fabrican yates Granma de barro, o diplomas para un acto provincial. Quédense con tanto: no los queremos, no los necesitamos. ¡Tienen de sobra! ¡Tienen todo eso y más!
Pero no nos toquen a Martí. Él no los representa a ustedes. Él no los quiere a ustedes. Acéptenlo de una jodida vez.
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