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El Sistema Nacional de Salud cubano, se ha convertido en un mito internacional, muy difícil de desmontar si tratamos de hacerlo desde un análisis basado en los indicadores de salud que registra Cuba ante autoridades internacionales y la opinión pública mundial, pero desde la óptica de pacientes, la realidad es deplorable y sin ninguna perspectiva de evolucionar favorablemente, debido a que estamos ante un sistema que prioriza la propaganda política sobre la realidad.
Datos recogidos en el Anuario Estadístico (2018) de la sanidad cubana reflejan una tasa de mortalidad infantil de 4 fallecidos por cada 1000 nacidos vivos, cifra que el castrismo vende como un milagro de la medicina revolucionaria frente al embargo norteamericano y a favor del pueblo trabajador.
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Sin embargo, Cuba apenas menciona que tiene una tasa de mortalidad perinatal en 12,9, que es una cifra elevada preocupante, que sería objeto de estudio en cualquier sistema sanitario homologable, pero La Habana guarda silencio.
La mortalidad infantil, que es un índice importante en la medición del estado sanitario de los países, se ha convertido –lamentablemente- en una bandera política del castrismo, que hace trampas contabilizando muertes neonatales como fallecimientos fetales tardíos; truco al que están obligados los médicos, que son amenazados con sanciones administrativas y políticas.
Otro aspecto doloroso en el ámbito de la mortalidad infantil es el uso del aborto sugerido como técnica terapéutica, cuando los médicos detectan malformaciones fetales en las pruebas de exploración por imágenes. Con estas trampas, el castrismo exhibe índices de mortalidad infantil comparables a los de países desarrollados, circunstancia que ha revelado a expertos internacionales la manipulación de las cifras porque no consiguen explicarse como un país tan pobre sea aparentemente tan sano.
Si miramos las principales causas de muerte en Cuba encontramos –por este orden- las enfermedades cardíacas, cáncer, cerebrovasculares y, dato revelador, fallecimiento por lesiones autoinfligidas o suicidio: 13.3 por cada 100 000 habitantes: la décima causa de muerte en el país.
El suicidio ha sido, durante años, un problema de salud en la isla, que merece especial estudio por su incidencia. Las principales causas de muerte en el país, tienen en común los factores de riesgo, el modo y estilo de vida, una alimentación deficitaria, una vida desordenada, limitaciones en el abasto de agua potable, ausencia de transporte público, viviendas paupérrimas, mala calidad de la atención medica recibida por la población y precarias condiciones sociosanitarias.
La realidad dentro de la isla es de degradación sanitaria: calles llenas de basuras, salideros de aguas albañales y aguas estancadas, lo que propicia enfermedades infectocontagiosas como el dengue y el zika. El dengue ya es considerado un padecimiento endémico cubano. Después de 13 años sufriendo esta enfermedad, miles de cubanos han fallecido por dengue pero las autoridades cubanas ocultan los datos para que estas muertes no salgan a la luz pública, llegando en ocasiones a culpar a las víctimas.
El Gobierno es responsable de proveer condiciones sanitarias dignas, estos problemas pueden resolverse teniendo voluntad de oír a los especialistas, sin discriminación por causas políticas y el empleo de recursos financieros.
Otro tema que influye en la salud cubana son las condiciones laborables de médicos, enfermeras y demás personal sanitario, que no cuentan con las condiciones higiénicas necesarias para protegerse y proteger al paciente. En muchas ocasiones los profesionales de la salud no tienen agua en sus consultas para lavar sus manos después de examinar al enfermo y carecen de guantes para evitar contacto directo con los enfermos.
Esto es solo un ejemplo, que transita desde déficit de material médico consumible, desabastecimiento de medicamentos de uso intra y extrahospitalario, hasta las pésimas condiciones estructurales de los centros médicos; carencias a las que se suman los bajos salarios y la sobrecarga de trabajo debido al gran número de profesionales en misiones médicas en el extranjero, otro gran número que ha abandonado el sistema de salud, incluidos los que han emigrado al extranjero.
Para los profesionales de la salud, las misiones en el extranjero son una vía a su alcance para mejorar su situación económica y la de su familia, aunque sea trabajando lejos de sus casas y con la confiscación gubernamental del 75 por ciento de sus salarios. Esta relación laboral de semi esclavitud posibilita, tras un número de años trabajando, adquirir una vivienda, y satisfacer algunas necesidades materiales de sus familias, pero pagando un alto precio emocional con los años separados de sus parejas, estando ausentes de la vida de sus hijos y en la vejez de sus padres.
Cuando un profesional de la sanidad decide abandonar su trabajo y emigrar, Cuba lo castiga con ocho años sin poder viajar de visita a la isla.
El mensaje subliminal es que los médicos son propiedad del estado socialista, condicionado este valioso capital humano con una relación de esclavitud y represión. Por tanto, no es posible que un médico cubano sea un sujeto sano y, esa insalubridad, la padece la población por vía indirecta.
A todo lo anterior hay que añadir la indefensión jurídica de médicos, enfermeras y demás profesionales de la Salud pública cubana en casos de conflictos con pacientes o la propia administración de salud.
En Cuba, médicos y pacientes están supeditados a criterios políticos y no sanitarios, y la dictadura usa las cifras sanitarias como elemento de propaganda en un país con una infraestructura sanitaria deteriorada, con servicios médicos del Tercer Mundo, y con déficit de medicamentos, especialistas, médicos y personal de enfermería.
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