Nunca se podrá decir que la trayectoria de la autoproclamada líder por los derechos LGBTI en Cuba, Mariela Castro, ha estado exenta de logros. Hoy ha conseguido, por ejemplo, que los pocos avances dentro de una lucha tan necesaria para Cuba se asimilen -nuevamente- como una dádiva de la familia Castro.
Mariela marcha por el día del Orgullo Gay y habla de modificar la Constitución para incluir el matrimonio igualitario. Pero Mariela pertenece a la misma élite de poder que por casi seis décadas perpetuó la discriminación hacia los homosexuales en todas las esferas de la sociedad.
Sin embargo, hoy acapara portadas como la descolonizadora del mismo legado opresor y heteropatriarcal que su tío y su padre mantuvieron hasta el último de sus días en el poder.
Pese a que el derecho a marchar está vetado en la Isla, bajo el ala mártir de Mariela los cubanos (algunos) pueden jugar a manifestarse, hacer el ‘paripé’ de exigir derechos… ¿Se puede ser más incoherente?
¿Por qué la voz mandante en esta lucha es la suya y no la de una persona que abierta y realmente pertenezca a la comunidad LGBTI? Esta semana, la directora del CENESEX ha respondido a esa pregunta: Porque los derechos de lesbianas, gays y trans en Cuba serán respetados en medida que este segmento de personas responda a los intereses de la ‘Revolución’.
Es ella la cabeza de la lucha por el respeto a la diversidad porque sin ella no podría ser utilizada como discurso propagandístico del Partido Comunista, como lo fue en su momento la alfabetización, y lo son ahora la educación universitaria y la atención médica gratuita.
“Nosotros no estamos promoviendo la homosexualidad, ni la heterosexualidad. Solo estamos promoviendo respeto, solidaridad, derechos y más justicia social…dentro de la Revolución”, dijo al ser entrevistada por la prensa nacional con motivo a la jornada por el Orgullo Gay en la Isla.
Sus declaraciones no hacen otra cosa que recordar a las emitidas por Fidel Castro en 1961 durante un discurso ante la entonces ‘conflictiva’ intelectualidad cubana: “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”.
Ese día, el ya fallecido mandatario cubano advirtió al mundo que se estaba convirtiendo en un dictador. Su postura de cero tolerancia hacia la oposición volvió a repetirse cinco años después, en la escalinata de la Universidad de La Habana: "Todo dentro de la Revolución, fuera de la Revolución, nada".
Después le siguieron las expulsiones de centros de trabajo y universidades, el hostigamiento policial, la vigilancia institucionalizada, los encarcelamientos, mítines de repudio, y otras tantas formas de represión que desgraciadamente se mantienen hasta el sol de hoy.
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