En la que ha sido una de sus primeras intervenciones públicas desde la elección de Donald Trump como presidente, el exmandatario norteamericano George W. Bush, ―en el cargo entre el 2000 y el 2008― ha mostrado, aunque de manera más o menos velada, su disconformidad con el rumbo de la nueva Administración.
Bush ha declarado que defiende una política migratoria de acogida y ha enfatizado que los medios de comunicación, en democracia, desempeñan un papel "indispensable".
El exmandatario ha indicado que la prensa "no debería dejar de pedir explicaciones a quienes abusan de su poder", y ha señalado que el poder es “adictivo” y “corrosivo”.
No obstante, Bush ha sido discreto, y ha matizado:
“Todavía es pronto para valorar, pero debemos confiar en la palabra de Trump”.
En lo relativo a prohibirle la entrada a EE.UU. a personas procedentes de siete países de mayoría musulmana, Bush ha insistido en estar a favor de “una política más acogedora para con los inmigrantes y que defienda la ley”.
George Bush, cuya presidencia estuvo muy marcada por el atentado contra las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001, ha destacado que: "Una de nuestras fortalezas es la capacidad de nuestros ciudadanos de creer o no y de hacerlo como quieran".
En lo relativo a la supuesta interferencia de Rusia en las elecciones presidenciales, ha considerado que los estadounidenses "merecen respuestas al respecto".
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