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Yakelín Estornell Elizastegui hará historia este 11 de abril. La bicampeona cubana y múltiple medallista internacional debutará como boxeadora profesional en su propia tierra, convirtiéndose en la primera mujer en hacerlo bajo bandera cubana, según han destacado los organizadores del evento.
Su combate frente a la dominicana Lina Tejada, pactado a cuatro asaltos, tendrá lugar en el lujoso Hotel Meliá Internacional de Varadero, como parte de la cartelera Cuban Boxing Night, organizada por la promotora alemana AGON Sports & Events, en colaboración con la Federación Cubana de Boxeo.
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“No estoy peleando solo por mí. Estoy peleando por la próxima generación de boxeadoras cubanas”, afirmó Estornell, quien participó el pasado año en el torneo clasificatorio olímpico para los juegos de París 2024.
AGON Sports ha subrayado el valor simbólico del momento:
“El evento no solo será recordado por los altamente condecorados boxeadores cubanos y las peleas por el título de la AMB: con Yakelín Estornell Elizastegui, una mujer entrará al ring como boxeadora profesional bajo la bandera cubana por primera vez. ¡Un hito para el boxeo cubano, y AGON Sports también está involucrado!”.
Aunque Cuba ha tenido figuras femeninas destacadas en el boxeo amateur en años recientes, ninguna había dado aún este paso dentro del país y bajo una estructura oficialmente reconocida.
Este debut llega en un contexto donde el boxeo profesional ha ido abriéndose paso en la Isla, tras más de seis décadas de prohibición.
Además del combate entre Estornell y Tejada, la velada incluirá enfrentamientos de alto calibre:
Julio César La Cruz vs. Dilan Prasovic, Arlen López vs. Martín Bulacio, Lázaro Álvarez vs. Miguel Queliz Santos, Erislandy Álvarez vs. Brainer Vásquez, Moussa Gholam vs. Misael Vásquez. Pero el duelo entre Estornell y Tejada, más allá de los títulos y del espectáculo, es el que quedará en los libros.
Durante más de seis décadas, el boxeo profesional fue palabra prohibida en Cuba. Tras la Revolución, el gobierno de Fidel Castro eliminó de raíz el pugilismo rentado en 1962, alegando su carácter mercantilista y explotador.
A cambio, se apostó por el modelo amateur, bajo el manto del Estado, lo que dio frutos innegables en el medallero olímpico donde Cuba se convirtió en una potencia boxística mundial.
Pero el tiempo, y la economía, han hecho su trabajo. Desde 2022, los boxeadores cubanos tienen permiso para incursionar en el profesionalismo, siempre bajo estricta supervisión estatal, en un esquema que ha sido cuestionado por su falta de transparencia y por mantener férreos controles sobre los contratos y ganancias de los atletas.
¿Primera vez? No exactamente: la habana ya tuvo su noche de campeones
Aunque esta cartelera ha sido vendida como “la gran noche del regreso del boxeo profesional a Cuba”, no es la primera vez que los guantes rentados se cruzan en suelo cubano desde 1962.
En agosto de 2024, el Coliseo de la Ciudad Deportiva en La Habana acogió la llamada “Noche de Campeones”, donde los púgiles cubanos barrieron a sus rivales internacionales en seis combates.
Fue un evento impulsado por la Asociación Internacional de Boxeo (AIBA), y aunque menos lujoso que el de Varadero, sirvió como el verdadero regreso del boxeo profesional a la isla después de más de medio siglo.
La diferencia ahora es clara: Varadero busca espectáculo, dólares y visibilidad internacional. La Habana ofreció disciplina, resultado y propaganda interna.
¿Apertura real o ring controlado?
Aunque el regreso del profesionalismo puede parecer una señal de apertura, muchos analistas, periodistas deportivos y activistas advierten que el modelo cubano sigue manteniendo un férreo control sobre las carreras de los atletas. Los boxeadores no negocian sus contratos libremente. El Estado, a través de la Federación y los promotores autorizados, gestiona sus apariciones, ingresos y derechos de imagen.
Y mientras en el exterior muchos de estos atletas triunfan y se enriquecen por cuenta propia, los que se quedan en el sistema estatal siguen atados a acuerdos poco claros, con una parte significativa de sus ganancias en manos del aparato deportivo oficialista.
Por lo tanto, la velada de Varadero es mucho más que una serie de combates de boxeo. Es un intento de relanzar la marca “Cuba” al mundo a través del músculo y el espectáculo. Pero también una muestra de las contradicciones internas de un país que reprime la iniciativa individual mientras promociona aperturas maquilladas.
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