El régimen cubano ha planteado su disposición para recibir a migrantes deportados desde Estados Unidos, siempre que se respeten los acuerdos bilaterales establecidos entre ambos países.
Carlos Fernández de Cossío, viceministro de Relaciones Exteriores de Cuba, destacó en una reciente entrevista al programa oficialista Mesa Redonda, la importancia de garantizar una migración regular, segura y ordenada, subrayando que las devoluciones deben realizarse conforme a los términos pactados.
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A pesar de la crisis económica sin precedentes que enfrenta la isla, el gobierno de Miguel Díaz-Canel mantiene su compromiso de recibir a los migrantes que intentan buscar mejores oportunidades en EE.UU., pero que han sido detenidos y expulsados del país.
Desde la reactivación de los vuelos de retorno a Cuba, en abril de 2023, cientos de cubanos han sido deportados, muchos de ellos sin garantías de reinserción en una sociedad empobrecida y bajo la vigilancia de la Seguridad del Estado. Los retornados enfrentan interrogatorios, limitaciones para encontrar empleo, y en algunos casos, persecución política por haber abandonado el país.
El pasado mes de febrero, un vuelo procedente de Estados Unidos trajo de regreso a 104 migrantes cubanos, compuesto por 84 hombres, 19 mujeres y un menor. Este evento marcó el inicio de las deportaciones masivas prometidas por la administración de Donald Trump.
El discurso oficialista sostiene que Cuba aboga por una migración “regular, segura y ordenada”. Sin embargo, Fernández de Cossío también acusó a EE.UU. de utilizar históricamente la política migratoria como “herramienta de desestabilización” contra la isla, negando visas y promoviendo la emigración irregular.
Pero este argumento ignora una realidad innegable: los cubanos huyen del país no solo por las restricciones migratorias impuestas por Washington, sino por la falta de libertades, la represión política y la miseria que el propio régimen ha profundizado.
En otro momento, el viceministro cubano denunció que las redes de tráfico de personas operan desde territorio estadounidense y que el costo de la travesía ilegal hacia EE.UU. puede oscilar entre 7,000 y 18,000 dólares por persona. Sin embargo, evitó mencionar el papel de las autoridades cubanas en este fenómeno.
La dolarización de la economía, el aumento de impuestos abusivos y la falta de opciones legales para emigrar han convertido la salida irregular en la única alternativa viable para miles de cubanos.
Tampoco es un secreto que funcionarios del régimen se benefician de este éxodo, facilitando rutas clandestinas, como es el caso del libre visado a Nicaragua, o cerrando los ojos ante redes de tráfico humano con tal de que los ciudadanos desesperados salgan del país.
Por último, Fernández de Cossío resaltó que la comunidad cubana en el exterior es parte integral de la nación, incluyendo a hijos y nietos de cubanos nacidos en otros países.
Afirmó que el gobierno cubano desarrolla esfuerzos para estrechar vínculos con su emigración, a pesar de las políticas de Estados Unidos que buscan restringir estos lazos.
El temor a deportaciones masivas ha crecido entre los cubanos en EE.UU., especialmente tras las políticas migratorias del presidente de Estados Unidos Donald Trump.
Además, el endurecimiento de las deportaciones ha generado pánico en las comunidades del sur de la Florida, amparados en las leyes que impulsa el gobernador Ron DeSantis.
Cuba, una cárcel sin muros
La realidad es que, mientras el régimen siga impidiendo cambios políticos y económicos reales, la migración irregular continuará. La Habana insiste en su discurso de soberanía y respeto a los acuerdos, pero lo cierto es que su política migratoria responde más a la necesidad de atenuar posibles medidas de la administración Trump que afectarían, aún más, la economía de la isla, como la suspensión de vuelos y restricciones al turismo cubanoamericano, como expresara el periodista de Martí Noticias Mario J. Pentón, que a un verdadero interés en garantizar derechos y oportunidades para sus ciudadanos.
Aceptar deportados sin ofrecerles un futuro, es simplemente perpetuar el ciclo de miseria y represión que ha obligado a más de 500,000 cubanos a abandonar el país en los últimos dos años.
No importa cuántos sean devueltos, la pregunta sigue siendo la misma: ¿qué futuro les espera en una isla que se ha convertido en una cárcel sin muros?
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