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Era ya una estrella cuando llegó a Miami; una actriz que conoció el teatro y el cine, pero que en la televisión la popularidad alcanzó, entre otros papeles, con su inconmensurable “Arturita”, una guajira de pura cepa. Es madre y mujer empoderada, tiene un corazón en el medio del pecho. La lata pateó y un día Elsa, María, Araceli y Silvia se llamó. Mi entrevistada es medio pitonisa y por la vida lleva una corona de girasoles, para que mamá Chola nunca la abandone. Ha sido un fenómeno de la improvisación: es Yerlín Gretel Pérez López, a quien agradezco me haya concedido la entrevista, a pesar de su muy ocupado tiempo.
¿Qué haces en Miami?
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Aquí en Miami... ¡comerme el mundo! Tenemos un negocio familiar de comida, nos va bien, crece por día, y sigo en la actuación. Me he mantenido activa, hacemos shows en vivo La Guajira y yo, como hacíamos en Cuba. En las redes, en una plataforma que se llama Pronyr TV que nos da la posibilidad de actuar en series, dramatizados, chocar con actores que hace mucho tiempo no veía, otros con los que nunca había trabajado. Nos hemos unido, nos hemos ayudado y aquí en este país, el techo te lo pones tú, lo que pasa que cuesta mucho esfuerzo, sacrificio porque no es tu lugar. Tienes que tratar de ir haciendo lo tuyo, aquí estoy luchando, y jamás parar de trabajar, de vivir y de ser feliz porque nos lo merecemos todos los seres humanos.
¿Cuándo dices: “Me tengo que ir de Cuba”? ¿Cómo fue dejar la isla?
Yo consideré hace mucho tiempo abandonar Cuba, pero había un solo problema, y es que no tenía manera de sacar a mi hijo del país. Yo viajé por trabajo y por intercambios culturales y pude haber desaparecido de Cuba, pero ya te lo he dicho, a mi hijo no lo dejaba. Por lo tanto, eso no era una opción. Entonces, logré sacar una visa de turismo para mí y para él y cuando el niño tenía 15 años justos para tratar de emigrar, Obama sacó aquella ley, tuvimos que pararlo todo y seguí machucando.
El niño podía viajar a México por la visa. Ya yo sabía que podía escapar en cualquier momento, pero el 11 de julio de 2021 me sentí fatal. Sentí que debajo de mí, la zona estaba pantanosa y que nos iba a tragar a todos en cualquier momento, y sentí mucho miedo por mi hijo, porque en medio de aquella locura, sentí que los jóvenes estaban en peligro, que mi Eduard corría con la posibilidad de explotar y dije: “Es el momento de salir, hay que irse de este país”.
No sabía si podía llegar a Estados Unidos, pero por lo menos a México podía llegar, y el 16 de noviembre yo estaba saliendo de Cuba. Los aeropuertos estuvieron cerrados por la COVID y cuando abrieron dije... ¡adelante! Siempre me causó dolor dejar la isla, recuerdo que dos días antes me dediqué a mirar los edificios en mal estado, a mirar los charcos, traté de grabarme en mi memoria cada rincón de La Habana para que no se me olvidara nada.
Fue un modo de despedirme; dejar Cuba fue muy duro, pero era totalmente necesario. Nunca fue seguro vivir en la isla, aunque siguen diciendo que sí, pero a partir de un momento como aquel ya se hace imposible vivir en un país donde todo es cuestionable, cuestionado y censurado, donde sus habitantes no tienen derechos. ¡Ay, Julita, qué mal la está pasando nuestro pueblo!
Creo que si somos algo es porque somos memoria. Cuéntanos cómo fue nacer en un pueblo al centro de la isla de Cuba, llévanos a aquella casa de familia.
Siempre que empiezo a hablar de mí, me encanta recordar el lugar donde nací. Soy de Remedios, en Villa Clara, un pueblo lindo, mágico, lleno de tradiciones, de cultura; tengo tantos recuerdos lindos de mi pueblo y de mi niñez como no imaginas. Soy guajira, me pasaba las vacaciones con mis abuelos bañándome en los ríos, divirtiéndome con mis primos, disfrutando de las parrandas de Remedios, que eran famosas, y siempre rodeada de mucha cultura.
Mi familia, lo más grande, mi madre, mi padre, mis abuelos, mi hermano querido con el que estoy hoy aquí en este país; y aún conservo de ese pueblo hermoso tantas amistades que estamos del lado de acá, y nos reunimos y lo disfrutamos mucho. Adoro haber nacido en aquel lugar porque creo que eso tiene que ver con la Yerlín que soy hoy. Agradezco el haber nacido allí.
Eres hija y sé que eres madre. Háblame de Eduard y qué es ser madre para ti.
Ser madre es lo más lindo que me ha pasado en la vida, es lo único que no se puede estudiar, es lo que no se puede planificar como será, es algo que va surgiendo y aprendiéndose, que te deja sin aire.
Mi hijo es como lo soñé, de mi Eduard no cambiaría nada, él es todo para mí: mi amigo, mi confidente, mi compañero, mi razón de vivir. Por él no vine antes para este país cuando era pequeño porque no tenía modo de llevarlo conmigo. Él pudo irse primero que yo y entonces me dije: “Ahora voy yo”, porque yo sabía que podía irme como fuera, venciendo todos los miedos del mundo. Yo tenía que llegar para estar a su lado, porque si no vivo al lado de mi hijo, no tiene sentido mi vida, y ser madre es para mí la vida.
¿Cómo llegas a la interpretación?
La verdad, nunca supe cómo llegué a la interpretación, creo que desde que tengo uso de razón, porque de niña me ponía en la cabeza una toalla para que fuera el pelo largo y actuaba, cantaba y dramatizaba. Mis abuelos eran el público, mi abuela decía que yo iba a ser artista y mira, se dio. Como te dije, Remedios es un pueblo de mucha cultura y había un movimiento de aficionados muy fuerte. Desde niña estuve muy vinculada al medio: bailé en danzas, canté en coros, de los que enseguida me sacaban porque soy desafinada, y actúe mucho.
Participé en muchos festivales y concursos de interpretación, y cuando terminé el grado 12, le dije a mis padres que no iba a estudiar otra cosa que no fuera la actuación y mi mamá decía: “Estás loca, eso es para los hijos de los artistas”, y yo lloraba porque quería ir a La Habana a estudiar, yo quería ser actriz, y me llevaron y no fue en vano, porque me presenté, aprobé y ya. Y la interpretación es lo que te acabo de contar, mi vida, lo que me hace feliz, lo que me llena.
¿Hay un personaje en específico que marque un antes y un después?, ¿con cuál te quedarías?
Para mí todos los personajes que he hecho son importantes, a todos les he dedicado cuerpo y alma porque nunca he aceptado un personaje que no me guste, donde no me halle, siempre fui muy selectiva y los he vivido cada uno.
Pero a pesar de preferir siempre el drama, y creo que soy mejor ahí, el humor fue el que me llevó a ser más conocida. El personaje de Arturita llegó para quedarse, lo hice sin pensar y se ha quedado en la memoria de los espectadores. Hay personas que me conocen por “Arturita”, lo hice para el programa “Deja que yo te cuente” y fue muy lindo porque he recibido los halagos más grandes.
Es un personaje con el que vivo aún; aquí también lo interpreto y creo que lo voy a hacer hasta los últimos días de mi vida, porque ha ido madurando y creo que va a envejecer conmigo y, no es el preferido, pero es el que más gusta, por tanto, el más importante.
¿Qué pasó el domingo 21 de julio de 2018 y por qué el 2 de febrero de 2024?
Gracias por tocar el tema, me encanta muchísimo de la manera que me lo planteas hasta con fechas. Siempre digo que soy una mujer afortunada y a veces siento que estoy en deuda con la vida y con todo lo que me acompaña.
Yo tengo que agradecer tanto, por mi profesión, por la manera en que he vivido, por la forma en que me he realizado. No sé si es que no he sido muy ambiciosa; tenía aspiraciones, pero no me ponía el listón tan alto y la vida me ha premiado. Y es que cuando ya había perdido la esperanza de volverme a enamorar y volver a ser feliz, pues apareció este hombre con quien comparto la vida aquel domingo 21 de julio de 2018.
Yo digo que no me voy a cansar jamás de correr detrás del amor, el amor a mi hijo, a mi profesión, el amor a mi familia, pero el amor de pareja para mí es importante. He pasado pocos tiempos sola y hoy que estoy viviendo en este país maravilloso y parece un cliché, porque se dice que este país es de dos, y sí, soy muy afortunada por contar con mi esposo que me acompaña. Con él soy totalmente feliz. Y sí, nos casamos el 2 de febrero de 2024, Julita, y nada, feliz de que, hasta hoy, ese hombre sea mío.
Situación actual en Cuba
La situación de Cuba hoy da tristeza, dolor, vergüenza. Me fui y a los dos meses me dijeron: “Yerlín, esto no es lo que tú dejaste, esto empeora por día”, pensé que estaban exagerando, pero no he vuelto. Hace tres años que me fui y no creo que vuelva por ahora. Julita, el cubano está triste, loco por perderse de aquel lugar, porque Cuba es hoy un callejón sin salida y no es solamente que falte la luz, el agua, la comida, ni que la gente se muera en los hospitales, que no haya una duralgina para un dolor. No por las plagas y enfermedades, que es un basurero eterno, no. Es que en Cuba no hay leyes, uno se levanta una mañana sabiendo que el cielo es azul, y justo te dicen que el gobierno decidió que ya no es azul, ahora es verde... ¡y ya!, es verde; y así no se puede vivir. Y si los contradices es fatal. Yo siento mucha nostalgia por mi familia, por los amigos que dejé, pero me da terror volver y te dije que salí pensando en mí como madre.
Te digo, yo no fui ni pionera exploradora, fui pionera porque no tenía más remedio y tuve suerte porque nunca nadie me obligó a ir a un acto; yo era alérgica a eso. Jamás nadie me llamó porque falté a un desfile, ¡en fin! nunca participé en nada político. No me gusta la política ni los políticos, yo tengo muy malas pulgas y nadie me molestó por eso, pero como te dije, no confiaba en la historia de mi hijo y nada más me lo tocaban y me iban a tener que llevar presa.
Así que imagínate el dolor y el respeto que siento por esas madres que tienen presos a sus hijos por el 27 de noviembre de 2020 o por el 11 de julio de 2021, niños prácticamente que están encarcelados por pensar diferente o salir a manifestarse como lo hacen en el mundo entero donde existe una democracia.
Algunos pudieron huir, pero muchos se quedaron atrapados y todos los días muere uno en las cárceles y sabemos todo lo que pasa allí adentro, lo macabras que pueden ser las cárceles cubanas.
Tengo un absoluto respeto y siento el mayor dolor por esas madres; es desmedido mi dolor. No tengo palabras para consolarlas, solamente decirles que tengan fe, que un día esos degenerados desaparezcan de ahí y que todo el sacrificio y los años perdidos de tantos jóvenes no sea en vano.
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