Régimen comunista dice adiós al racionamiento y aniquila "la libreta" en Cuba

La eliminación de la libreta de abastecimiento en Cuba refleja la incapacidad del régimen para garantizar alimentos, dejando a muchos en la incertidumbre económica y en situación de "inseguridad alimentaria".

Cementerio de La Habana y libreta de abastecimiento © renunciamosyviajamos.com - Tribuna de La Habana
Cementerio de La Habana y libreta de abastecimiento Foto © renunciamosyviajamos.com - Tribuna de La Habana

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El gobierno de Miguel Díaz-Canel anunció la eliminación definitiva de la libreta de abastecimiento, el sistema de racionamiento alimentario que estuvo vigente durante más de seis décadas y que, para muchos, fue tanto una red de seguridad como un símbolo de la crisis económica permanente del país.

Este anuncio marca el fin de una era, pero también profundiza las preocupaciones sobre el acceso a alimentos en un contexto de inflación, escasez, devaluación de la moneda nacional, precariedad de los salarios y reforzamiento de los mecanismos represivos de un régimen violento y totalitario.


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Implementada por el dictador Fidel Castro en 1962, la libreta de abastecimiento fue concebida como una herramienta para garantizar la distribución equitativa de productos básicos en medio de un embargo estadounidense recién instaurado.

A lo largo de los años, el sistema proporcionó raciones de alimentos básicos como arroz, carnes, azúcar, lácteos, café, tabaco, aceite o frijoles, aunque su alcance y eficacia disminuyeron drásticamente con el tiempo debido al deterioro de la economía cubana y la incapacidad del régimen comunista para mantener el suministro.

En sus primeras décadas, la libreta fue vista como una solución temporal, pero pronto se convirtió en un mecanismo indispensable para la mayoría de los cubanos. Sin embargo, a partir de los años 90, con el colapso del bloque socialista, el sistema sufrió una reducción significativa en la cantidad y calidad de los productos ofrecidos.

En la última década, se limitaron aún más las entregas, mientras aumentaban los llamados oficiales para “modernizar” la economía y eliminar “subsidios excesivos y gratuidades indebidas”.

Contradicciones oficiales

Desde 2018, altos funcionarios cubanos habían señalado la intención de desmantelar la libreta, pero siempre bajo la premisa de que esto ocurriría cuando existieran condiciones económicas favorables.

En 2020, el entonces zar de los Lineamientos, Marino Murillo Jorge, afirmó que que "el desmonte de la libreta será cuando la economía lo permita". Sin embargo, la eliminación del sistema en 2024 contradice estas declaraciones y ocurre en un contexto de grave crisis económica, caracterizado por una inflación galopante y el colapso del peso cubano.

En años recientes, varias provincias experimentaron recortes en los productos de la libreta, desde la eliminación de la leche para ciertos grupos hasta la sustitución de alimentos esenciales por alternativas como sirope y mezclas de chocolate.

Estos cambios ya presagiaban el fin del racionamiento como sistema organizado, dejando a las familias cubanas dependientes de mercados informales y tiendas en dólares.

A lo largo de los años, las declaraciones oficiales han sido inconsistentes. Por ejemplo, en 2023, la prensa oficialista desmintió rumores sobre la eliminación de la libreta, afirmando que era un "instrumento esencial para la seguridad alimentaria". Sin embargo, meses después, comenzaron a implementarse recortes significativos, lo que puso en evidencia la falta de un plan coherente.

En 2023, la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez aseguró que "la libreta no desaparecerá mientras sea necesaria", una afirmación que contrasta con la decisión actual del régimen.

Incluso la hija del general Raúl Castro, la funcionaria Mariela Castro Espín, llegó a calificar la libreta de abastecimiento como "indispensable" para garantizar la seguridad alimentaria en medio de la crisis.

"Estaba muy estigmatizada y siempre había mucha crítica de la libreta. Y de repente en esas reuniones (...) todos empezamos a defender la libreta, incluso a sacar cuenta, y cuánto gana el que menos gana en el trabajo, y cuánto gasta para comprar esto... ¡No, no, qué va, no nos pueden quitar la libreta!", afirmó en septiembre de 2021.

Impacto en la población

La desaparición de la libreta agrava una situación ya crítica para millones de cubanos.

Para muchos, las raciones subsidiadas eran la única forma de garantizar una ingesta mínima de alimentos en un país donde los salarios no alcanzan para cubrir los precios del mercado informal. La dolarización progresiva del comercio ha creado una brecha insalvable entre quienes tienen acceso a divisas y quienes no.

"Era poco, pero era seguro", comentaron ciudadanos en redes sociales, donde las reacciones de indignación no se hicieron esperar. "Nos quitan lo único que aseguraba algo de comida cada mes", escribió un usuario.

Las quejas también apuntan a la falta de un plan claro para reemplazar el sistema y atender a las “personas vulnerables”. Sin la libreta, muchas familias se enfrentan al desafío de adquirir alimentos a precios exorbitantes o inexistentes en los mercados estatales.

Adiós al racionamiento: ¿Un paso hacia el mercado?

El gobierno ha justificado la eliminación de la libreta como parte de una estrategia para "modernizar" la economía y reducir gastos estatales. Sin embargo, expertos señalan que esta medida es más un reflejo de la incapacidad del régimen para sostener el sistema que una verdadera reforma estructural.

La decisión también parece alinearse con una política de apertura gradual hacia modelos de mercado, aunque sin las garantías sociales necesarias para proteger a los sectores más vulnerables.

Desde la designación de Díaz-Canel como gobernante de Cuba, las autoridades habían defendido la idea de un "cambio necesario", pero la implementación de estas políticas ha dejado en evidencia una desconexión entre los objetivos oficiales y las necesidades de la población.

La desaparición del racionamiento marca el fin de un sistema que, aunque imperfecto, representaba una red de seguridad en medio de una crisis económica sin precedentes.

Un futuro incierto

El fin de la libreta no solo significa la desaparición de un sistema de distribución, sino también el abandono simbólico de una "promesa revolucionaria": la garantía de alimentos básicos para todos.

Mientras el gobierno insiste en que la eliminación del racionamiento es un paso hacia la eficiencia, millones de cubanos enfrentan un futuro incierto, en el que la supervivencia dependerá más que nunca del acceso a dólares y del ingenio para sortear las barreras de una economía cada vez más desigual.

Vaivenes y promesas incumplidas

Desde 2010, el gobierno cubano ha oscilado entre defender la permanencia de la libreta como una herramienta indispensable y señalar su eliminación como un objetivo de modernización económica.

En aquel entonces, funcionarios afirmaron que "el desmonte será gradual y dependerá del fortalecimiento de la economía", algo que nunca se cumplió.

En 2018, durante un periodo de relativa estabilidad, las autoridades insistieron en que "no existían condiciones" para eliminar el sistema, pero ya se observaban recortes en la cantidad de productos disponibles.

Para 2020, la retórica cambió nuevamente, indicando que la libreta sería sustituida por un modelo de mercado regulado, una promesa que no se concretó debido al colapso económico agravado por la pandemia.

En 2023, mientras se desmentían rumores sobre su desaparición, comenzaron a imponerse restricciones que presagiaban su final. El arroz, el aceite y la leche, pilares del sistema, se volvieron cada vez más escasos, mientras los cubanos dependían cada vez más de las tiendas en dólares, inaccesibles para gran parte de la población.

La eliminación de la libreta de abastecimiento marca un punto de inflexión en la historia económica y social de Cuba. Más allá de las justificaciones oficiales, el fin de este sistema pone de manifiesto la incapacidad del régimen para garantizar la seguridad alimentaria de su población.

Sin un plan claro para sustituirla, los cubanos enfrentan un futuro lleno de incertidumbre, donde el acceso a alimentos y productos básicos dependerá de su capacidad para adaptarse a un mercado cada vez más desigual.

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