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El reciente caso del Dr. Raúl González Hernández, creador del antianémico TROFIN, representa la historia de abandono que enfrentan muchas personas en Cuba tras años de servicio leal al sistema.
Después de décadas de trabajo como científico, el Dr. González sufrió el abandono institucional al jubilarse. Su hija, que padece anemia crónica, no puede acceder al medicamento que él mismo desarrolló. El médico se ve obligado a mendigar su propia creación. ¿Puede haber una situación más desoladora?
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Durante décadas, la propaganda del régimen cubano mostraba los casos de deportistas famosos retirados en el capitalismo que terminaron en la miseria. Fidel Castro proclamaba que en la revolución nadie enfrentaría ese destino, que atletas, científicos, artistas, militares y funcionarios comprometidos con el proyecto socialista tendrían una vejez digna. No tendrían grandes salarios, pero tampoco morirían en el olvido ni la miseria.
La realidad cotidiana desmintió cada palabra. En la actualidad quienes dieron sus mejores años al sueño socialista viven abandonados, como el caballo de Rebelión en la Granja, han sido condenados al matadero en su vejez, cuando ya no son útiles para el sistema que los exprimió.
Mi padre solía decir que jubilarse en Cuba era equivalente a recibir un disparo en la sien. Y no se equivocaba. La jubilación, en lugar de ser el merecido descanso tras décadas de trabajo, es una sentencia de muerte lenta, una ejecución sin balas pero igualmente devastadora. Es el fin de cualquier relevancia social, un salto directo al olvido, al aislamiento, a la pobreza más absoluta.
La pensión que reciben los jubilados en Cuba es, literalmente, una burla. Una cantidad irrisoria que no alcanza para cubrir las necesidades básicas. Quienes trabajaron por construir un país que no conocieron, ni conoceremos, son relegados al basurero de la historia. Mientras tanto, los líderes del régimen que pregonaban igualdad y justicia, disfrutan de privilegios hasta el último día de sus vidas.
¿Quién se ocupa de los jubilados? Nadie, como decía mi padre: "Todos se olvidan de ti". Si tienes la suerte de tener familiares en el extranjero (FE), ellos serán tu única salvación.
¿Qué pasa con quienes no tienen a nadie? Los que se quedaron sin hijos, sin amigos, sin vecinos con posibilidades de ayudar, están condenados a buscar comida en la basura, a vender lo poco que les queda o, como tristemente sucede, a morir de hambre y enfermedad, en silencio.
Las calles de Cuba están llenas de jubilados mendigando, buscando en los contenedores de basura, viviendo en casas derruidas, malnutridos y en condiciones infrahumanas.
Es imposible ignorar a decenas de deportistas de alto rendimiento, profesores, científicos, incluso veteranos de la guerra de Angola que malviven con sus retiros.
Los desamparados de hoy son los mismos que fueron glorificados en los discursos de ayer, los que Fidel Castro prometió proteger son ahora el rostro de la miseria en Cuba. La revolución les robó todo, su trabajo, su juventud, sus derechos y la dignidad del final de sus días.
Si estás en tus 50 o 60 años, solo te quedan 10 o 15 años de vida útil por delante. ¿Dejarás que pasen tus últimos años de vida activa sin hacer nada, perdiendo la última oportunidad de crearte un futuro, de tener un retiro digno? No cuentes con el regimen, con "la revolución", si esa aún es tu idea, puede ser que dentro de 10 o 15 años estés en la misma situación de quienes hoy mendigan por las calles.
¡Haz algo! Ya sabes que dar la vida por la revolución y el socialismo solo te lleva a la miseria.
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