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Tras el susto pasado el miércoles 31 de julio en Teherán, adonde había viajado para asistir a la investidura del presidente de Irán, Masud Pezeshkian, el primer ministro de Cuba, Manuel Marrero Cruz, siguió de gira internacional y aterrizó el pasado jueves en Angola con el miedo apretando su garganta más que la corbata.
Quizás por eso, nada más llegar a Luanda, el primer ministro del régimen cubano sintió necesidad de gritar que “habrá revolución cubana para rato”, recordando lo efímero de la vida tras el zambombazo que se llevó en Teherán al líder de la organización terrorista Hamás, Ismail Haniyeh, que recorre ahora la Yanna del brazo de sus correspondientes 72 vírgenes.
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Aunque esta última imagen pudiera haber atraído los pensamientos de Marrero Cruz en su vuelo de Teherán a Luanda, el proyectil de "corto alcance" que cerró el libro de la vida de Haniyeh le devolvió el ardor revolucionario que caracteriza a la “continuidad” y le hizo concentrarse en el misterio de los “logros”, de donde obtuvo la inspiración para sus últimas declaraciones.
“Pese a todo lo hecho, el pueblo aún no percibe los resultados, pero es un proceso necesario”, dijo el primer ministro cubano ante el personal diplomático de su embajada, acompañado de una representación de los más de 1,700 cooperantes (o ilotas de la Isla) que el régimen tiene destinados en Angola.
Están ahí, pero el pueblo no los ve. Los “resultados” del “proceso de implementación de las proyecciones del gobierno para corregir distorsiones y reimpulsar la economía”, están ahí. ¿Dónde? Ahí, ahí. Lo que pasa es que, como toda materia sutil, los “resultados” quedan envueltos en la nube gaseosa de “las complejidades que enfrenta el país” y “los efectos del bloqueo impuesto por Estados Unidos”.
“Estamos convencidos de que vamos a avanzar y a encontrar soluciones. Y vamos a preservar, por encima de todas las cosas, la Revolución. Habrá Revolución Cubana para rato. La defenderemos con nuestra propia vida, y no vamos a descansar hasta que logremos una mayor prosperidad para nuestro pueblo”, dijo Marrero Cruz, según el órgano oficial del PCC.
Sin poder sacarse de la cabeza el proyectil de "corto alcance" y las 72 vírgenes, el primer ministro recordó a Fidel y “su extraordinaria capacidad de ir al futuro y regresar a contarnos”. Según Granma, en su afán de mantener vivo el pensamiento y la obra del Anacronópete en Jefe, la “continuidad” de Miguel Díaz-Canel también ha heredado el compromiso de “ayudar a Angola a recuperarse”.
“Por casi dos horas se habló de compromiso, de entrega a toda prueba, desde los días tristes de la lucha contra el apartheid, de retos, de voluntad para superarlos y, sobre todo, de amor a Cuba, convertida en embajadora de la solidaridad”, reseñó este domingo el medio oficialista.
Entre la nostalgia por Don Sindulfo y el traumático recuerdo del proyectil de "corto alcance", la mente del primer ministro divagó entre la zalá por Haniyeh y la “salación” de Díaz-Canel, incapaz de encontrar otra frase épica que la pronunciada. “Habrá revolución cubana para rato”… Y también habrán “logros” misteriosos, de esos que les perpetúen en el poder, con ayuda de Alá y... Dios mediante, de Venezuela.
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