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Antes de volar a Bulgaria, el matancero Javier Ibáñez era considerado una gran promesa en la Escuela Cubana de Boxeo. Su etapa en las categorías inferiores resultó excelsa y el salto al estrellato llegó a la velocidad de un chasquido de dedos, después de convertirse en campeón de los Juegos Olímpicos de la Juventud de Nanjing, China.
El año 2014 fue perfecto para el nacido en Calimete: en apenas cuatro meses logró la citada corona y reinó en el mundial juvenil, precisamente en Sofía, una ciudad que lo vio llegar de manera legal en 2018.
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Con el caché de su trayectoria y la sequía en materia boxística de los búlgaros, Ibáñez tuvo las puertas abiertas para entrar a la selección nacional, cuyo centro de entrenamiento estaba ubicado a 2,050 metros sobre el nivel del mar y a unos 116 kilómetros de la capital del país.
El cambio de vida tuvo un compañero de fórmula: Yordan Hernández, otro matancero, aunque nacido en Los Arabos.
Ambos guardaban varias similitudes: nacieron en 1996, en la misma provincia, practicaban el deporte de los puños y Hernández, igual una figura en ascenso, ganó los referidos eventos, con apenas unas horas de diferencia.
Algo cambió: el superpesado no está hoy en París 2024 en representación de Bulgaria, e Ibáñez sí, y, además, quiere brillar en la división de los 57 kilogramos, luego de concluir en 2021 todo el papeleo de la nacionalización.
Hace unos meses, en el último Mundial de Boxeo celebrado en Uzbekistán, cayó en cuartos de final; es decir, estuvo muy cerca de colgarse un metal, algo que logró en el Campeonato Europeo de 2023.
De acuerdo con la revista El Estornudo, actualmente es entrenado por su coterráneo Joel Soler, uno de los varios preparadores de la isla que clasificaron a sus pupilos para la cita bajo la sombra de los cinco aros.
En mayo pasado, el antillano, con sus 165 centímetros de estatura y como botón de muestra de su nivel, se coronó campeón de Europa por la IBA (Asociación Internacional) en los pesos pluma, al derrotar en Madrid al local José Quiles.
Púgil de buena esquiva, rápidos movimientos y certero en las tres distancias, Javier no será un manjar para nadie y, a sus 28 años de edad, integra el pelotón de cubanos que ya defienden otras banderas en los actuales Juegos Olímpicos.
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