En un desafío al gobierno de Vladimir Putin, miles de rusos acudieron al funeral del opositor Alexei Navalny, quien perdió la vida en prisión hace pocos días, cuando cumplía una condena de 19 años de cárcel.
Durante el servicio fúnebre, la pena se combinó con la protesta de los asistentes, quienes se reunieron en una muestra de solidaridad y apoyo a los ideales democráticos que Navalny encarnaba.
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A sus 47 años, la muerte de Navalny en un centro penitenciario de Siberia, generó conmoción entre sus seguidores y entre los detractores del régimen ruso.
Según los asistentes, Navalny fue más que un político. Vivió sus convicciones con autenticidad, ganándose el respeto y la fidelidad de millones de personas que lo veían como portador de cambio y esperanza para Rusia.
A pesar de la imponente presencia policial y las severas advertencias gubernamentales contra la congregación en eventos no oficiales, una multitud de rusos asistió pacíficamente, con flores en mano, y coreando el nombre de Navalny, desafiando así el temor instaurado por las autoridades.
Se notó en el funeral la presencia de figuras destacadas como Yevgueni Roizman y diplomáticos de países como Estados Unidos, Alemania y Francia.
Boris Nadezhdin, otro político con aspiraciones presidenciales recientemente excluido por la Comisión Electoral rusa, también se sumó al adiós a Navalny.
La muerte del opositor ha resonado como un acontecimiento trágico para quienes desean el cambio democrático en el país. La repercusión fue tal que en diversas partes del mundo se organizaron ceremonias paralelas en su memoria.
Navalny, fue reconocido en 2021 con el prestigioso premio Sajarov a la Libertad de Conciencia del Parlamento Europeo, ha dejado tras de sí un legado de lucha y principios. Su partida no solo es una pérdida para su familia y allegados, sino un golpe a la libertad de expresión y a la democracia en Rusia.
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