Boxeador cubano Mario Kindelán recuerda cuando vendió su medalla olímpica: No tenía nada para comer

"No me arrepiento. La vendí porque me vi en una situación crítica", dijo el estelar púgil cubano.

Mario Kindelán, bicampeón olímpico de boxeo © Cortesía para CiberCuba
Mario Kindelán, bicampeón olímpico de boxeo Foto © Cortesía para CiberCuba

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El estelar boxeador cubano Mario Kindelán recordó en una reciente entrevista cuando tuvo que vender su medalla de oro de las Olimpiadas de Sydney 2000 debido a la crisis que estaba pasando.

"No me arrepiento. La vendí porque me vi en una situación crítica. No tenía prácticamente nada para comer ni para mantener a mis hijas, y tuve problemas personales que me llevaron al divorcio. La vendí porque era mejor tener cuatro o cinco pesos para poder comer que desertar", dijo a Play off magazine.


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Kindelán, doble campeón olímpico y tres veces monarca mundial, fue un deportista cercano al dictador Fidel Castro, a quien todavía llama "nuestro Comandante", y quien -asegura el púgil- ayudaba a los atletas en cualquier situación.

El exboxeador rememoró lo sucedido en 2004, previo a los Juegos Olímpicos de Atenas, cuando el huracán Charley atravesó la Isla y destruyó las viviendas de tres de sus compañeros de equipo: Odlanier Solís, Yan Bartelemí y Guillermo Rigondeaux.

Kindelán fue a ver al presidente del INDER, Humberto Rodríguez, y le planteó el caso de los tres, quienes tenían altas probabilidades de lograr el oro en los Juegos, pero el directivo le dijo que no podía hacer nada. Al oír la respuesta, Mario decidió ir al Consejo de Estado y logró que Fidel personalmente lo recibiera. Una hora después, el problema estaba resuelto.

Para Kindelán, su mayor orgullo es haber ayudado a Solís, Bartelemí y Rigondeaux, pero sobre todo, que los tres viajaron a Grecia y se coronaron como campeones olímpicos, a pesar de que los dirigentes del INDER deseaban que hubiesen perdido.

"A partir de ese momento, he tenido muchos problemas. (...) Me veían como un estorbo, como un enemigo prácticamente, porque cuando yo necesitaba algo y podía ver al presidente del INDER, iba directamente a Fidel, porque él me dio esa facultad", recalcó.

"Me veían como una amenaza, pero mi educación, mi lealtad, mi compromiso y mi humildad no me daban como para decir los desastres que ellos estaban haciendo. De eso tenía que darse cuenta otra gente a quienes les pagaban por eso, yo no. Mientras ellos no se metieran conmigo ni con el boxeo, eso a mí no me interesaba", detalló.

Mario Kindelán aseguró que el INDER está lleno de corrupción y robo, e instó al gobernante Díaz-Canel a "darse cuenta de las barbaridades".

Acerca de la venta de sus medallas, señaló que le duele mucho más el robo que hubo años atrás en el Museo del INDER de Holguín, a donde donó todos sus trofeos.

Entre los artículos hurtados está una daga de oro y platino que en 2001 le obsequió el presidente de Irlanda personalmente por su triunfo en el Mundial de Belfast.

"La daga fue robada de ese museo sin romper puertas, ventanas, cristales; sin romper nada. Me enteré por mediación de unos policías que me detuvieron cuando iba en el carro. A día de hoy, estoy esperando que algún directivo del INDER se acerque y me diga lo que pasó, o que están detrás de ellos, o que resolvieron algo. Se preocupan por la venta de mis medallas, pero no se preocupan por el robo de mis trofeos", cuestionó.

Mario ha podido recuperar por sus medios varios de sus trofeos y también sabe quién tiene la daga. Su aspiración es volver a Cuba con todos, a no ser que se vea en la necesidad de venderlos.

Actualmente, el púgil holguinero está en Baréin, un país ubicado en el golfo Pérsico, donde trabaja como entrenador del Grappling Club.

"Aquí llevaban más de siete años tratando de localizarme para que les trabajara como entrenador, y el INDER siempre les respondía que no estaba capacitado o en plenitud de formación para asistir a esos contratos. El INDER les preguntaba si querían a otro entrenador con experiencia, pero que yo no estaba localizable", denunció.

El equipo siempre se negó a recibir a otro técnico, hasta que finalmente lograron contactarlo por Internet. Al llegar a Baréin, le enseñaron todos los correos intercambiados con la Federación de Boxeo de Cuba.

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