Un anciano cubano con serios problemas de salud no puede dejar de trabajar porque si lo hace, se muere de hambre.
Raúl Pupo Bermejo, de 71 años y con dos hernias inguinales, camina más de cinco kilómetros todos los días empujando su carretilla con frutas y verduras por las calles de Holguín.
Debía estar en su casa descansando, pero su chequera es de 1,700 pesos mensuales, y eso no le alcanza "ni para croquetas", dijo al portal independiente CubaNet.
A pesar de su edad y de los dolores, sale a trabajar al amanecer para aprovechar bien el día. Así lo viene haciendo desde hace casi 40 años.
"La hernia me duele y tengo que aguantar el dolor. No puedo sentarme, tengo que seguir caminando para poder vender. Si no lo hago nos morimos de hambre; mi familia necesita de mí", declaró.
Raúl aseguró que se cuida la hernia con una faja, pero no es suficiente. El esfuerzo físico ha agravado su padecimiento y debe operarse, pero los médicos le dijeron que en el país no hay recursos para una intervención.
Para él es un dilema. Sabe que tiene que resolver su problema porque su salud empeora, "pero no sé qué será de mí y mi familia cuando me operen y deje de trabajar varios meses".
Son muchísimos los ancianos en Cuba que estando en edad de jubilación, han tenido que seguir trabajando porque si no se mueren de hambre.
Es el caso de Heriberta Herrera Leyva, una señora de 65 años paciente de gota, que trabaja en una empresa estatal donde gana 2,600 pesos mensuales, una cifra que no le alcanza "ni para los gastos de una semana".
Heriberta tiene que buscar algún dinero más vendiendo cigarros, lo que supone caminar diariamente varios kilómetros "bajo un fuerte sol y un insoportable calor".
"Si el salario no alcanza, la pensión menos", dijo a la agencia CubaNet.
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