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Una joven estudiante universitaria cubana denunció que fue agredida por un conductor de la ruta A40 en La Habana y a pesar de que ha realizado las denuncias pertinentes las autoridades no han hecho nada en apoyo a la víctima.
La denuncia de la mujer fue compartida en Facebook por la plataforma YoSíTeCreo en Cuba, que exige a la Estación 15 de la Policía en Alamar, al paradero de Peñas Altas de Guanabo y al Ministerio del Transporte una respuesta y una sanción al chofer del ómnibus.
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La joven, de piel negra, afirma que la policía dijo que la denuncia no procedía porque la lesión "no era visible".
Explicó que el hecho ocurrió al mediodía del 21 de junio cuando tomó la ruta A40 en su primera parada y le pagó 1.00 MN al chófer. Luego le explicó que era estudiante de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), para los cuales el pasaje cuesta menos.
"Él comenzó a vociferar y a exigir que le mostrara el carnet. Se lo mostré y este de un manotazo me tumbó los carnets. Los recogí y le dije que era un falta de respeto, que cómo me va a golpear. Él comenzó a agredirme verbalmente y me volvió a dar. Los pasajeros y el inspector lo apartaron de mí, pero [el inspector] no paró la guagua ni al chófer porque “estaba de servicio”", explicó.
La joven llamó al número de emergencia 106, explicó lo sucedido y les facilitó el número de la guagua: 8437. "Le dije que la guagua iba a cruzar el túnel para que en el punto de control lo pararan. La operadora me indicó que llamara a otro número y ahí un oficial me dijo que iban a parar la guagua, sin embargo no fue así", relató.
La víctima realizó una tercera llamada pero le respondieron que ya no podían hacer nada.
Fue entonces que se bajó en Alamar y acudió a la estación de Policías en la zona 8 para realizar una denuncia por agresión; pero el médico se negó a realizarle un examen físico y dijo que como no tenía marcas visibles la denuncia no procedía.
"Vine hasta el paradero de la A40 (en Peñas Altas, Guanabo). Ya el chófer había culminado su horario de trabajo, pero realicé una queja al jefe de servicio. El 22 de junio volví a la estación de policía de Alamar, a las 7:30 am, ya en busca de hablar con el político o el jefe central, porque me salió un moretón en el brazo lesionado. Un oficial me dijo que ese golpe no representa peligro para mi vida y la denuncia no procede, contrario a lo que me había dicho el carpeta el día anterior", detalló la mujer.
Dice que es de piel negra y los moretones salen al otro día, o tiene que ser un golpe muy fuerte para que sean evidentes.
A pesar de que también llevó el caso a la FMC, donde le dijeron que realizarían una reunión con el chófer, el director de la terminal y el inspector que estaba presente el día del hecho; y de que fue al Ministerio del Transporte a presentar una queja, todavía ninguna instancia le ha dado una respuesta.
"¿Qué tipo de agresión tiene que hacerle una persona a otra para que se tomen medidas? (...) Me alarma que diariamente ocurran casos así y, una vez más, todo quede como que no pasó nada. Yo tengo que coger esa ruta todos los días para ir a la universidad. Si no pasa nada, temo que vuelva a agredirme", cuestionó.
Denuncias similares no son frecuentes en la isla porque las cubanas han debido naturalizar la violencia en el transporte público ante la ineficiencia de las autoridades, especialmente contra los agresores sexuales conocidos como "pajusos".
Hace varios años trascendió el caso de que un hombre golpeó a dos mujeres mientras abordaban un ómnibus rutero en la capital.
En abril pasado, por su parte, varias cubanas relataron al portal oficialista Cubadebate las experiencias de acoso sexual que han sufrido en el transporte público de La Habana.
En un acercamiento del medio al tema de la violencia contra las mujeres, una joven relató cómo un hombre de unos 50 años se masturbó detrás de ella en un P9 y a pesar de que han pasado ya cuatro años, el recuerdo aún la hace sentir mal.
Otra universitaria contó que un día, al coger el P2, tuvo que quedarse en la puerta del ómnibus porque estaba muy lleno, y un señor que estaba delante bajó una mano para metérsela debajo del short. "Le empecé a gritar y el resto de las personas no reaccionaron, excepto pocas mujeres", dijo.
En otra ocasión en un P4, un hombre de unos 40 años la siguió por toda la guagua, sin importar donde se pusiera. Ella vio a un muchacho solo y lo saludó como si lo conociera. "Él se percató de la situación y siguió el hilo de la conversación. De esa manera, con un apoyo masculino, ese hombre me dejó en paz", subrayó.
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