Cuba en peligro de extinción

Una nación menguante instalada en la resistencia creativa; sin ideas, sin energía eléctrica y carente de una estrategia democrática que frene la represión, la pobreza y la emigración corre el peligro de extinguirse frente a la ola mundial de democracia y pluralidad.

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Este artículo es de hace 1 año

Cuba está en peligro de extinción por la ausencia de pluralidad política e independencia económica y el latido anticubano del tardocastrismo, agravado por el 11J, al que solo respondió con palos y rejas y subordinando totalmente la burocracia civil a las hordas militares, que no cesan de crear problemas al gobierno en los ámbitos interno y externo.

Una nación menguante instalada en la resistencia creativa; sin ideas, sin energía eléctrica y carente de una estrategia democrática que frene la represión, la pobreza y la emigración corre el peligro de extinguirse frente a la ola mundial de democracia y pluralidad. Por mucho que se empeñen Raúl Castro y sus adláteres en vender excepcionalidad, que es solo subordinación a Rusia, China, Irán y cuanto heraldo aparezca con una limosna temporal.


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La entrevista reciente del presidente Miguel Díaz-Canel con la televisión Al Mayadeen pasará a la historia como uno de las mayores muestras de la bobería solemne que preside el pan con na' y los conocedores de la geopolítica mundial gozaron la papeleta con la sarta de disparates de la segunda parte. Pero nada sensato debe esperarse de quien prometió socialismo sostenible y acabó ordenando masacrar al pueblo, y camancolea con miembros de la subguara, a los que Fidel Castro masticaba, pero no tragaba porque consideraba que no eran fiables del todo.

Cerrar las universidades, aunque sea temporalmente y por motivos energéticos, confirma que solo cenizas quedan de la obra social de la revolución; renqueante desde la caída de la Unión Soviética y sujeta a improvisaciones apoyadas por los componedores de batea del tardocastrismo, incluidos agentes de influencia y gusañeros, que dirán que, en otras partes del mundo, hay teleclases y que la virtualidad educativa es un elemento reforzado desde la pandemia mundial de coronavirus. La diferencia es que los alumnos cubanos no siempre pueden desayunar antes de asistir a clases, que en sus casas falta la electricidad y una conexión estable y barata a Internet y que muchos conviven hacinados en infraviviendas y deben memorizar contenidos mentirosos acerca de la historia y la política para aprobar, aunque puedan pasar de grado con asignaturas suspensas, como también ocurre en España, bajo el gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez.

Gobernar implica tomar decisiones correctas en favor de las mayorías y escucharlas, pero el tardocastrismo vive instalado en una realidad paralela, que culpa del desastre económico a los ministros de Comercio Exterior y de Finanzas y Precios y respalda al de Economía, que acumula un desacierto tras otro -con ese sentido trágico que lo caracteriza, cuando tiene que comparecer públicamente-; o intenta responsabilizar a médicos y enfermeras del desastre sanitario de Cuba, alegando que las quejas de los cubanos obedecen más a causas subjetivas que al derrumbe de hospitales, carencia total de insumos y medicinas.

Alguien puede sentirse feliz con una entrevista-masaje o sonriendo ante un jefe extranjero, pero es una ilusión pasajera porque tales simulacros no ocultan la grave crisis de Cuba, agravada por la crónica sordera de la casta verde oliva y enguayaberada a las demandas reiteradas de muchos ciudadanos, incluidos los 300 mil desterrados tras el aldabonazo popular del 11J. Y usar a la Inseguridad del Estado contra cubanos que piensan y tienen una alternativa a la hojalatería militante solo agrava el hundimiento de la nación, indefensa ante los ataques permanentes del peor gobierno de los últimos 60 años.

Cuando generaciones enteras soportan un discurso aplastante de supuesta invencibilidad y viven asfixiados por carencias materiales, que condicionan la moral, la nación se derrumba; aunque un grupito de elegidos y sus criados estafen constantemente pretendiendo sostener que la imbeciilidad es la única manera de ser buen cubano.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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