El tardocastrismo es la pareja despechada de Estados Unidos; se pasa la vida criticándolo, pero no puede vivir sin sus dólares, hasta el extremo de perpetrar su penúltimo intento de tumbe, la verdadera ideología de la dictadura más antigua de Occidente.
Que un gobierno deba autorizar, prohibir y readmitir que los ciudadanos puedan tener cuentas en divisas extranjeras, prueba su carácter totalitario y cazuelero, como viene haciendo con los cubanos, desde hace 62 años; impidiéndole ser adultos y exacerbando su condición de soldados del pan con na'.
El comunicado del Banco Central, repleto de simplonería y política ficción, miente sin recato al atribuir la decisión a la superación de la pandemia de COVID-19, una reanimación turística y recuperación paulatina de la actividad productiva y de servicios.
El lenguaje y las formas recuerdan a aquellos legendarios carteristas habaneros que subían a las guaguas vestidos de Dril cien, sombrero y olorosos a Yardley; e iban desplumando al pasaje, al que saludaban con extrema cortesía en el justo instante del arrebato.
A priori, el negocio parece redondo para los piratas del Caribe, pero pocos cubanos caerán en la trampa de entregar sus valiosos dólares a quienes desvalijaron la República, los empobrecieron para que se largaran o fueran obedientes y los han agredido con diversas modalidades de estafas y apropiación indebida.
Las expropiaciones forzosas de 1950-60 y 1968 siguen sin ser indemnizadas, el empobrecimiento causado con el cambio de dinero nunca fue reparado, el saqueo múltiple con modalidades como las tiendas del oro y la plata nunca ha sido compensado; sólo perfeccionado con el jineteo de las remesas y recargas telefónicas y las bandidescas tasas consulares para que la emigración sufrague el anticubano Ministerio de Relaciones Exteriores.
Si alguien aún duda de la maldad de la casta verde oliva y enguayaberada sólo debe reflexionar sobre la fechoría de pagar salarios y pensiones en inservibles pesos cubanos y vender alimentos, medicinas y otros artículos de primera necesidad en caros dólares estadounidenses.
Hace unos días, Marrero -que cuando abre la boca sube el pan-, cometió la desfachatez de criticar los precios del mercado privado, siendo el primer ministro de una banda de forajidos que asalta cotidianamente a los cubanos.
Calviño, borrado de la OFICOLA por un disparo de melancolía burocrática, debería psiconalizar al compañero Marrero que -pese a tener novia nueva y de Publicitur- sigue sin encontrar el tono adecuado a sus letanías mentirosas de pancista consumado.
La baba sin quimbombó usa habitualmente la matraca de la dependencia económica de Estados Unidos, antes de 1959, pero evita reconocer que el colonialismo soviético fue más perjudicial que el norteamericano que -al menos- dotó al país de modernidad y eficacia. De desigualdad, no hablemos, que esa gaveta está llena de cucarachas.
El penúltimo timo huele a corralito financiero para recaudar la moneda del enemigo porque el verano está a la vuelta de la esquina y La Habana y otras ciudades se pueden calentar al son de la desesperación; que intentará ser aliviada desde el acobardado gobierno con cerveza dispensada y otras fruslerías de la resistencia creativa.
Al menos, los ahorradores que decidan arriesgar sus fortunas en vil metal, contarán con el tremendo privilegio de contar con instituciones tan solventes y prestigiosas como el Banco Nacional que fue de Cuba, donde detrás de cada gesto del gobierno hay una o varias tropelías, sin perder el reflejo del majá bajeando a las gallinitas ciegas que merodean el palo.
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